Unos minutos después de que Trump saliera al escenario, sonaron los disparos
BUTLER, Pensilvania, EE.UU. (AP) — A las 6:02 de la tarde del sábado, al son de “God Bless the U.S.A.”, el expresidente Donald Trump salió al escenario en el recinto ferial de Butler, Pensilvania, y saludó a un público entusiasta para iniciar su habitual discurso de campaña bajo un abrasador sol de mediados de verano.
Unos pocos minutos después, Trump señaló a una gráfica de barras que mostraba un repunte en los cruces ilegales en la frontera durante el mandato de su rival, el presidente Joe Biden. “Esa gráfica es de hace un par de meses", dijo Trump. “Y si quieren ver algo muy triste...”.
Entonces sonaron los disparos, al menos cinco. Trump se agarró la oreja mientras agentes del servicio secreto con trajes oscuros se apresuraban a rodearle. Se tiró al suelo mientras los agentes gritaban “¡Agáchese!”. Los miles de asistentes al mitin que llenaban el terreno a sus pies se movieron al unísono, agachándose mientras el silencio se extendía por el pasto, interrumpido por algún grito ocasional.
Unos instantes más tarde, Trump se levantó mientras los agentes del Servicio Secreto le rodeaban y cubrían su cuerpo con los suyos. Intentaron llevarse al expresidente del escenario por su izquierda mientras le goteaba sangre de la oreja. “Esperen, esperen, esperen”, dijo Trump. Alzó el puño mientras la multitud vitoreaba, y pareció decir “peleen” antes de que los agentes le llevaran escaleras abajo hacia una camioneta negra que esperaba. Trump alzó el puño una vez más antes de entrar en el vehículo.
El fiscal de distrito local dijo que el tirador y otra persona habían muerto. El FBI identificó el domingo de madrugada al agresor como Thomas Matthew Crooks, de 20 años y residente en Bethel Park, Pensilvania.
En un comunicado emitido poco después del ataque, que según las autoridades fue un aparente intento de asesinato, la campaña de Trump dijo estar “bien”.
Nada hacía esperar el horror que llegaría después cuando los asistentes se congregaron esa tarde ante el perímetro de seguridad establecido por el Servicio Secreto. Butler es una localidad de 13.000 habitantes unos 53 kilómetros (33 millas) al norte de Pittsburgh, en el oeste de Pensilvania, en una región que apoya con firmeza a Trump. Es la clase de área rural en la franja industrial del país que ayudó a convertir a Trump en presidente en 2106 y casi le mantuvo en el puesto en 2020. Trump ganó en el condado Butler por 32 puntos porcentuales.
Una marea de gorras rojas de Hagamos Estados Unidos Grande de nuevo cubrió poco a poco el pasto verde, mientras la temperatura alcanzaba los 32 grados Celsius (90 grados Fahrenheit). Varios políticos locales ofrecieron discursos mientras los asistentes esperaban pacientemente durante horas, con coros ocasionales de “¡Trump, Trump, Trump!”. En un momento dado, una bandera gigante estadounidense que colgaba sobre el escenario se enredó, lo que provocó cánticos de “¡arreglen la bandera!” hasta que se colocó de forma adecuada.
Fuera del perímetro había puestos que vendían comida, bebidas y material promocional de Trump, como es habitual en los mítines. Detrás del escenario, separado del campo por barreras de metal que llegaban a la cintura, se extendía otro campo con edificios en la lejanía. La multitud se animó cuando sonó la lista de canciones favorita de Trump, que comenzaba con “YMCA” de The Village People's. Después Trump caminó hacia el escenario con su familiar gorra roja, un traje negro, una camisa blanca con el cuello desabrochado y sin corbata.
Sonrió y señaló a la multitud mientras le animaban, esperando a que terminara la canción de Lee Greenwood para comenzar a hablar. “Esta es una gran multitud”, dijo Trump. “Esta es una gran, gran, hermosa multitud”.
Tras mencionar a David McCormick, el republicano que se presenta contra el senador demócrata de Pensilvania Bob Casey, y prometer que le sacaría al escenario más tarde en el mitin, Trump abordó uno de sus temas favoritos. “Tenemos millones y millones de personas en nuestro país que no deberían estar aquí”, dijo. “Personas peligrosas”.
Después pidió al público que mirase la gráfica de cruces en la frontera.
Después de que sonaran los disparos y Trump fuera evacuado del escenario, agentes con uniformes negros y rifles, el equipo de contraataque del Servicio Secreto, llenaron el escenario. Los asistentes se quedaron agachados salvo por un grupo de personas en pie junto al extremo izquierdo del perímetro, cerca de los sonidos de disparos.
Rico Elmore, vicepresidente de del Partido Republicano, estaba sentado en una sección para invitados especiales, de cara a Trump, cuando oyó lo que sonaban como petardos. “De modo que todo el mundo dudó, y yo pensé no, esos son disparos de verdad”, dijo en una entrevista. “Así que grité ‘¡al suelo!’”.
Elmore oyó a alguien a su izquierda que pedía un médico. Aunque Elmore no es médico, sabe primeros auxilios y cómo hacer la reanimación cardiopulmonar por su época como militar. Saltó una barrera, pero cuando llegó a la persona Elmore vio que había recibido un disparo en la cabeza. Elmore dijo que sostuvo la cabeza de la víctima, pero era demasiado tarde.
“Quiero decir, era un horror”, dijo Elmore.
La víctima no ha sido identificada.
Mientras Trump era evacuado, los asistentes se mantuvieron agachados. Algunos habían oído balas rebotar en el escenario. Los disparos cortaron una línea hidráulica que conectaba los altavoces, que empezaron a desmoronarse. Otros se apresuraron a llamar a su familia o a mirar sus celulares para averiguar qué había sido del expresidente.
“¿Está bien?”, empezó a preguntar la gente.
En un momento dado, la gente empezó a salir. Un pequeño grupo de media docena de personas se detuvo ante la zona cercada donde estaban los medios. “¡Es todo culpa vuestra!”, gritaron.
La policía, y después el Servicio Secreto, sacaron a todo el mundo. Una hora después del tiroteo, el gran recinto fue declarado como escena del crimen, salpicado de botellas de agua vacía y bandejas de cartón húmedo que antes contenían papas fritas con queso.
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El periodista de Associated Press Nicholas Riccardi en Denver y Leah Askarinam en Washington contribuyó a este despacho.