Añoranza de una niñez feliz

Añoranza de una niñez feliz

Vivimos atrapados en las tantas ocupaciones, las responsabilidades, las tareas del hogar, la preocupación de los hijos, el pago de las cuentas y las deudas al llegar al fin de mes.

Pensar que no valoramos esos tiempos en que éramos niños y queríamos crecer pronto para irnos de casa, para hacer nuestras vidas lejos de nuestros padres, y ahora ya adultos, cuánto quisiéramos volver a nuestra habitación, con esa radio vieja y esos pósteres de nuestros artistas favoritos. Cobijados bajo las alas de nuestros padres, con la comida servida en la mesa e indiferentes a los problemas que en ese momento en el mundo existían, pues vivíamos nuestras vidas de forma inocente, sin conciencia alguna de lo que ocurría a nuestro alrededor.

Felices corríamos para llegar al colegio, algunos caminaban, otros íbamos en bicicleta. Saltábamos la cuerda en el recreo, jugábamos a las naciones o a las pilladitas. ¡Oh! ¡Qué tiempos aquellos!, qué felices fuimos.

No sabíamos ni teníamos conciencia de lo difícil que es la vida cuando se crece, cuántas responsabilidades se avecinan. Tenemos que cumplir y cumplir con los estándares establecidos. Trabajamos para un jefe que exige productividad, tenemos que rendir en el trabajo a como dé lugar, no hay tiempo para ponerse a pensar si  se quiere o no hacer el trabajo, solo hay que hacerlo, ya que este trabajo que a veces odiamos, nos permite pagar las cuentas a fin de mes y sobrevivir en un mundo cada vez más costoso. Nos suben los precios todos los días, como el de la bencina, el pan, el gas, las frutas y las verduras. No podemos reclamar, porque ni caso nos hacen, solo tenemos que acatar, son insumos de gran necesidad que no se pueden postergar.

Cuando éramos niños solo queríamos que nos dieran dinero para el helado al salir del colegio, ese helado que nos entretenía de camino a casa. Caminábamos junto a los compañeros y nos reíamos de cualquier cosa, nada nos preocupaba. Sin embargo, anhelábamos crecer y ser independientes. Claramente, no sabíamos los costos que esto implicaba.

Recuerdo las veces que íbamos al río junto a mis hermanas, cruzábamos un pequeño bosque para llegar hasta allí. Nos colgábamos de las ramas de un sauce  para columpiarnos y tirábamos piedras para formar patitos en el agua. Podíamos pasar toda la tarde allí y éramos tan felices con esa simpleza que tenía la vida.

Ahora corremos todo el día, no hay tiempo para distracciones, tenemos que hacer las tareas del trabajo y las tareas del hogar, cuidar a los hijos y preocuparnos porque nada les falte. Y cuando solo hacíamos las tareas del colegio, reclamábamos y las hacíamos de mala gana tratando de aplazarlas lo más posible.

¡Oh! Si pudiéramos volver a esos tiempos, seguramente no volveríamos a desear querer crecer y ser adultos, pensaríamos en disfrutar cada momento de esos instantes de felicidad, de relajo, de despreocupación y los viviríamos de forma tan intensa, como pidiendo que esos momentos  no se terminaren jamás. Sin embargo, sin darte cuenta has crecido, ya no es solo escuchar la canción de moda y vestir la chaqueta estilo rockero, sino que tienes que ser responsable, tienes que rendir, tienes que prosperar, tienes que tener éxito, tienes que tener pareja y no cualquier pareja, sino alguien a quien puedas admirar, tienes que tener hijos buenos estudiantes, tienes que tener un perro o un gato y un jardín con el pasto  bien verde y cortado, además de un buen coche. Todo esto es lo mínimo que se espera de ti y estamos todo el día intentando alcanzar estas metas. Y es allí en que pensamos en la grandeza de ser niños y añoramos esos hermosos tiempos donde solo corríamos para tomar la micro o para alcanzar aquel chico que nos gustaba, y en nuestras mentes solo nos preocupaba cómo ocultar esa mala  nota que habíamos obtenido en el colegio.

Si pudiéramos volver a esos tiempos tan nostálgicos, ¿qué harías tú? ¿A qué recuerdo volverías? , ¿Qué experiencia querrías revivir?

Sería hermoso poder volver el tiempo hacia atrás y volver a ser niños, sin embargo, no es posible ya, ahora solo nos queda el recuerdo de esa hermosa infancia que si pudimos vivir, gracias a que aún no nos invadía la tecnología y no nos sumergíamos en esa dosis de dopamina instantánea, como los chicos de ahora que viven adictos al celular y que les genera ansiedad separarse aunque sea por un instante  de sus aparatos electrónicos. Por lo menos  nosotros sí podemos decir que tuvimos infancia y una muy buena...

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