Melancolía de un Depresivo
Estaba en pijama sin querer salir de la casa. Me encontraba así desde hace días, total nadie vendría a visitarme, nadie tocaría la puerta y tampoco me importaba mucho que sucediera esto.
Me sentía perdida en mi mundo, mirando al techo, sin saber qué hacer. Tampoco tenía ganas de hacer nada, y en ese momento mi mejor panorama era mirar las grietas que tenía el techo sobre mi cama, la pintura desgastada por el tiempo y las manchas que las moscas habían dejado allí.
¿Dónde se habían quedado mis ganas de vivir?, mis proyectos se encontraban a medias, mi cocina estaba desordenada, mi refrigerador casi vacío, pero yo no tenía ganas de salir a comprar, y ya se estaba haciendo la hora para mis medicinas.
Es que nadie te dice, que la depresión no es nada fácil de llevar. No te das ni cuenta, cuando te sientes atrapada entre los medicamentos, tus pensamientos negativos y catastróficos, tu melancolía parpadeante y tus pocas ganas de vivir.
Ya no le estaba encontrando sentido a nada y me sentía sola. Yo misma me había apartado de todos, porque ya no tenía energías para seguirles el ritmo, ya no me hacían reír ni los memes ni los chistes y solo quería estar en mi cama.
No había en mí esa ilusión de pensar -¿Y ahora qué haré?- ¿Ahora qué sigue?, estaba vagando por un laberinto sin salida, sin saber qué hacer ni a donde ir. Lo peor de todo es que no lograba entender, en qué momento se había apagado la luz y ya no sabía cómo encontrar el camino de vuelta a casa.
Cuando estás depresivo y no vez ninguna motivación, las personas se alejan, porque ya no eres el gracioso del grupo, ya no tienes energía, ya no quieres hacer planes y entonces pasas a ser una molestia, un estorbo y una flojera para los demás. "Yo no los culpo", quizás en su lugar yo también haría eso mismo.
Son pocos los que resisten, solo se quedan los valientes, aquellos que te aman y desean verte bien. Estos se llevan la peor parte, porque tienen que aguantar tus ganas de nada, tu desorden, tu imagen personal descuidada, tus pocas ganas de reír y de salir. Ellos intentan hacer de todo para sacarte de la casa y a veces lo consiguen, en otras ocasiones no te sacan ni con una grúa; esto dependerá de que tan mal este tu estado de ánimo ese día.
Y yo me pregunto ¿en qué momento la depresión vino y se instaló en mi vida? Será que fue esa vez que me puse a pensar en mi pasado y me di cuenta de los muchos errores que había cometido y aunque quería echar el tiempo atrás y volver para remediarlos, por más intentos que hice esto se hizo imposible. Sería cuando me pelee con mi madre y le dije que jamás le volvería a hablar y me quede con ese resentimiento, que me fue consumiendo día a día por mi falta de perdón. ¡Ah! "ya se" podría ser la decepción de ver que aquellos proyectos, por los cuales había trabajado por tanto tiempo, no habían dado los resultados esperados fracasando en el intento. O simplemente había despertado un día sintiendo que nada tenía sentido y no era feliz; entonces había elegido el otro lado de la moneda. No quedaba otra que deprimirme y sentirme miserable con mi vida, decidiendo que el desánimo sería mi tarjeta de presentación. Me alejaría de todo el mundo y así me sentiría protegida y aislada de todo aquello que pudiera dañarme. Sin embargo, ya me estaba cansando de este sentimiento de derrota.
¡No! La vida no era tan fácil ni tan difícil, pensé. Solo había que saber jugar el juego del vaivén.
Había que saber disfrutar esos momentos lindos que la vida nos ofrecía y cuando viniera la tempestad, debía estar fortalecida para saber lidiar con ellos, sin caer en el desánimo.
Entender que un día puede que te toque estar arriba y otro día abajo. Saber que tú construyes tu futuro, y que de acuerdo a como reacciones ante los obstáculos, estos se verán más grandes o pequeños, pues la fuerza no estaba en el cuerpo, sino en la mente.
¡Bueno!, si era así yo podría salir de esta depresión y me sentí optimista. De repente miré por la ventana y un colibrí se posaba sobre un arbusto. Me puse a observarlo. Este tenía muchos colores, colores hermosos como el celeste y el verde. Estaba ahí luchando por sobrevivir, por alimentarse, y tenía un objetivo claro que era seguir su camino. Yo no sabía a dónde se dirigía, pero si él tenía metas y estaba luchando, yo también lo haría...