Primer ministro haitiano aterriza en Puerto Rico en camino a Haití para aplacar violencia
PUERTO PRÍNCIPE (AP) —
Todos los haitianos se hacen la misma pregunta desde que las pandillas armadas sumieron a la nación caribeña en un estado próximo a la anarquía: ¿dónde diablos está el primer ministro Ariel Henry?
El atribulado gobernante, quien asumió el cargo tras el asesinato en 2021 del presidente Jovenel Moïse, brilla por su ausencia desde que estalló el brote de violencia más grave y reciente la semana pasada. Henry ha permanecido mudo en sus viajes por diversas partes del mundo, desde Sudamérica hasta África, sin dar señales de regresar.
Mientras tanto, los grupos armados están ocupando el vacío de poder. El lunes intentaron tomar el control del principal aeropuerto internacional y se tirotearon con la policía y el ejército. En medio de la explosión de violencia se produjo una fuga masiva de las dos cárceles más grandes del país.
Un decreto que declare un estado de excepción y toque de queda para restaurar el orden carece de la rúbrica de Henry. Lo firmó el ministro de Hacienda, que por el momento es el primer ministro en funciones.
“Es la pregunta del millón”, dijo el investigador Jake Johnston, del Centro de Investigaciones Económicas y Políticas con sede en Washington. “Nadie sabe dónde está ni cuándo regresará. No ha abierto la boca desde que comenzó la violencia, y eso ha dado lugar a toda clase de conjeturas”.
El martes por la tarde, el misterio parecía disiparse después de que funcionarios informaran que Henry aterrizó en Puerto Rico en su camino a Haití.
Según explicaron los funcionarios a The Associated Press, Henry llegó a última hora de la tarde al aeropuerto internacional Luiz Muñoz Marín de la capital, San Juan. Los funcionarios hablaron bajo condición de anonimato porque no estaban autorizados a confirmar su llegada.
Se esperaba que Henry viajara más tarde a la República Dominicana para posteriormente volar a Haití, pero horas antes de que llegara a Puerto Rico, el gobierno dominicano anunció que suspendería inmediatamente todo el tráfico aéreo con Haití.
Los funcionarios de migración dominicanos no han respondido por el momento a una solicitud de comentarios.
Las pandillas abrieron fuego el lunes por la noche afuera del Aeropuerto Internacional Toussaint Louverture, donde aterrizaría Henry en caso de regresar.
Se veía un camión blindado sobre la pista disparando hacia las pandillas que intentaban entrar al aeropuerto mientras decenas de empleados huían entre los balazos. El aeropuerto estaba cerrado en el momento del ataque, sin movimiento de aviones ni pasajeros. Seguía cerrado el martes.
También estaban cerrados escuelas y bancos, y el transporte público estaba paralizado. Varias instalaciones policiales estaban abandonadas.
“Haití está bajo control de las pandillas. El gobierno no está presente”, dijo Michel St-Louis, de 40 años, frente a las ruinas incendiadas de un cuartel policial en la capital. “Espero que no permitan regresar a Henry para que quien tome el poder pueda restaurar el orden”.
Los problemas de Haití son profundos y no admiten soluciones fáciles, y Henry mismo es cada vez más impopular. Ante su incapacidad para gobernar, se multiplican los llamados a que renuncie. Las pandillas los han hecho suyos, con tal de acrecentar su propio poder, dijo Johnston.
Henry fue visto por última vez el viernes en Kenia, donde intentaba salvar la fuerza multinacional de seguridad que la nación del oriente africano se aprestaba a conducir bajo los auspicios de Naciones Unidas. Se fue de Haití hace más de una semana para asistir a una reunión de mandatarios caribeños en Guyana, donde se anunció un nuevo plazo para demorar nuevamente unas elecciones reiteradamente aplazadas; el anuncio fue de otros, no de Henry. La nueva fecha sería a mediados de 2025.
Aparentemente, fue ese anuncio lo que detonó la oleada más reciente de violencia. Comenzó con un desafío de un poderoso cabecilla, Jimmy Chérizier, un exoficial de policía conocido como Barbecue, que se presenta como una suerte de Robin Hood. Chérizier dijo que atacaría a ministros del gobierno para impedir el regreso de Henry y obligarlo a renunciar.
“Con nuestras armas y con el pueblo haitiano liberaremos el país”, dijo en el mensaje por video en el que anunció la ofensiva.
Empezó a cumplir su amenaza a los pocos días, cuando las pandillas atacaron el banco central, el aeropuerto e incluso el estadio nacional de fútbol. La ofensiva coordinada culminó durante el fin de semana, cuando se produjo una fuga masiva de la Penitenciaría Nacional y de otra cárcel, en la que escaparon más de 5.000 presos, muchos de los cuales purgaban condenas por asesinato, secuestro y otros crímenes violentos.
La oficina del primer ministro no ha respondido a los pedidos de declaraciones ni ha dicho dónde está el primer ministro y cuándo piensa regresar.
Henry, un neurocirujano de hablar pausado, se presenta como una figura de transición, un pacificador que cuenta con el respaldo del gobierno estadounidense, que es el principal aliado extranjero de Haití y la clave de cualquier intento de estabilización.
Pero el apoyo del gobierno de Biden no se ha traducido en popularidad en el país, donde Henry es objeto de repudio. Desde que tomó el poder hace más de dos años, la economía está en caída libre, los precios se han ido por las nubes y la violencia de pandillas se ha multiplicado.
El año pasado, se informó de la muerte, lesión o secuestro de más de 8.400 personas, más del doble de la cifra reportada en 2022. La ONU calcula que casi la mitad de los 11 millones de haitianos necesitan ayuda humanitaria, pero el pedido de ayuda humanitaria de este año, por valor de 674 millones de dólares, sólo ha recibido 17 millones, aproximadamente el 2,5% de lo que se necesita.
Además, Henry ha sido incapaz de lograr un acuerdo entre los actores políticos para convocar a una elección general, realizada por última vez en 2015.
La ola reciente de violencia ha renovado las presiones sobre Estados Unidos y otras potencias para que envíen rápidamente una fuerza de seguridad que detenga el derramamiento de sangre. El gobierno de Biden ha prometido fondos y apoyo logístico para una fuerza multinacional, pero se ha negado a enviar tropas estadounidenses.
Dan Foote, que como enviado de Biden se opuso a las peticiones de una intervención estadounidense en Haití, afirmó que ya no se puede evitar una intervención militar liderada por Estados Unidos.
“Ahora es una necesidad absoluta”, dijo Foote. “Hemos permitido que esto cayera de mal en peor al tiempo que abdicamos de nuestra responsabilidad. Pero nadie puede sostener que Haití no es un Estado fallido cuando se vacía la cárcel”.
El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, no dio ninguna indicación de que el gobierno de Biden estuviera reconsiderando su negativa a desplegar tropas.
El portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, dijo que desconocía cualquier debate sobre una “misión formal de mantenimiento de la paz de la ONU” separada de la fuerza de seguridad multinacional que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el año pasado. En esa fuerza participarían 1.000 agentes de policía, en su mayoría kenianos, en lugar de los cascos azules de las fuerzas de la ONU.
Las elecciones siguen siendo la mejor manera de estabilizar el país una vez que se restaure la seguridad, pero Estados Unidos deberá desistir de su apoyo a Henry para que la intervención tenga éxito, prosiguió.
“Ninguna elección dirigida por Henry será aceptada por el pueblo haitiano”, dijo. “Si no fuera por nuestro apoyo, los haitianos hubieran depuesto a Henry hace tiempo”.
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Goodman informó desde Miami. Los periodistas de The Associated Press Edith Lederer en Naciones Unidas y Matthew Lee y Aamer Madhani en Washington contribuyeron a este despacho.