La llaman la musa del Carnaval de Río de Janeiro. Ella insiste en que es una misionera
RÍO DE JANEIRO (AP) — Con sus 2,7 metros de altura, Raquel Potí aparece con frecuencia en las portadas de revistas y periódicos brasileños. El sábado, la artista se puso un elaborado disfraz con plumas y se cubrió el cuerpo de purpurina dorada. En un momento dado tomó la delantera de la fiesta callejera, agitando sus alas arcoíris como si fuera a levantar el vuelo. Era otra de sus carismáticas actuaciones sobre zancos, que han hecho que algunos medios la describan como la musa del Carnaval de Río de Janeiro.
Pero en un fin de semana reciente se limitó a su más pequeño tamaño natural y se puso unos tejanos bordados. En una clase ante el Museo de Arte Moderno de Río, pidió a un grupo de alumnos que miraran a los ojos de un compañero. Cada pareja recordó a alguien que les había influido e inspirado. Después se abrazaron. Algunos lloraron, una mientras recordaba cómo su abuela la había enseñado a sonreír.
“No os han engañado”, les dijo Potí, de 40 años. “Esta ES una clase de zancos. ¡Y ya ha comenzado!”.
La clase es la clave de su enorme labor en Río, que incluye manejar varios proyectos sociales financiados por el gobierno para enseñar zancos, teatro y artes de representación, dirigir una productora y reclutar miembros para su red siempre creciente de actuaciones en eventos.
La diminuta gigante de apenas metro y medio de altura es la principal responsable del furor de los zancudos en Río, tras enseñar a más de un millar de niños y adultos en la última década. Ese éxito ha cambiado el paisaje del Carnaval más grande del mundo, donde cientos de zancudos se alzan sobre las alegres fiestas que ocupan y dominan espacios públicos.
Para Potí, subirse a los zancos es mucho más que un espectáculo: es ancestral y ritual, y un punto de partida para que la gente cambie de forma radical sus vidas y a sí mismos.
Los ejercicios de autodescubrimiento no eran lo que esperaban muchos alumnos de la pequeña reina del Carnaval y su enorme sonrisa. Obligarles a reconocer sus vulnerabilidades es clave, dijo Potí en una entrevista, porque la capacidad de un zancudo para cautivar deriva de que se sienta cómodo con la inestabilidad, y deben ser conscientes de lo que van a comunicar al público.
“Podría ser mucho dolor, podría ser mucho amor, podría ser cualquier cosa. Pero es lo que está en nuestro interior. Eso acerca a la gente a nuestra humanidad”, dijo a The Associated Press en su apartamento, donde se veían elaborados disfraces colgados en todos los huecos disponibles de las paredes de colores, y marcas de dedos en el techo morado tras una sesión de zancos con su hijo.
Las personas en el círculo de Potí hablan de ella con reverencia, como si fuera una figura mística que, subida a sus zancos, logra llegar a una esfera protegida de sabiduría. Es mucho que asumir, dado que para muchos el Carnaval representa el escapismo o una ruidosa bacanal. Pero más allá de la ostentación y el brillo, dice, se trata de animar a la gente.
“Ella me inspira a pensar cómo voy a afectar a otros y llevarles mi mensaje”, dijo Camille Campão, de 35 años, exalumna y que ahora actúa para niños como el Fada Folha, o Hada Hoja. “Es algo que va más allá de ella, y ella está totalmente a su servicio”.
Potí, que no se ve como una musa, sino como una misionera, enseña por toda la ciudad: de los parques a los abarrotados y pobres vecindarios conocidos como favelas y al pequeño pueblo pesquero en la esquina más occidental de Río, donde creció bajo las redes de su abuelo. Sus primos aún se hacen a la mar todos los días.
Ella asistió a una universidad de primer nivel. Semanas antes de que se graduara, su pareja murió de cáncer. Ella dice que el profundo dolor cambió sus planes y salió a recorrer el mundo, primero con un grupo de circo que le mostró que el mundo podía ser distinto a lo que ella había imaginado.
“La primera vez que vi zancos, fue un enorme hallazgo. Vi su potencial de instrumento que podía unir a la gente y establecer relaciones y una sociedad en la que creyera la gente”, dijo.
Potí investigó cultura popular y relaciones de comunidad durante cuatro años, y después en 2013 regresó a Brasil y fundó su taller de zancos. Las fascinantes actuaciones demostraron ser una buena publicidad. Campão se apuntó poco después de ver a Potí en la fiesta del Carnaval Amigos del Jaguar, que aún hoy atrae a unas 40.000 personas.
De vuelta en su clase ante el museo, Potí demostró toda su energía desde el principio. Dio un salto con las extremidades extendidas en todas direcciones para comenzar el primer juego, que conectaba a los alumnos con los elementos lúdicos que son cruciales en las fiestas de carnaval. Tras la “dinámica interactiva” —los ejercicios de Potí, similares a una terapia de grupo— les enseñó técnica de zancos, y después la clase se encaramó a los aparatos. Asistidos en un principio por antiguos alumnos voluntarios, pronto todos estaban moviéndose por sí solos.
“Hace años que quería hacer esto”, dijo después al grupo Danielle Melo, psicóloga de 43 años. “No sabía que era capaz”.
Algunos están en situaciones complicadas, y superar algo que les parecía imposible puede ser transformador. Muchos terminan actuando en las fiestas de Río.
Era el caso de Gabi Falcão, de 37 años. Tras separarse de su esposo después de 10 años, se llevó a sus dos hijos pequeños y se instaló con una amiga, y luego se apuntó al taller de Potí. La experiencia fue “emocionalmente profunda”, afirmó, y exactamente lo que necesitaba en ese momento.
“Su proyecto cambia vidas. Ella motiva a la gente, tiene las herramientas para sacar a la gente de las zonas de confort”, dijo Falcão, que ahora actúa en más de 10 fiestas de Carnaval y es voluntaria en la clase de Potí. “Tiene el poder de hacer magia”.
Falcão y muchos otros zancudos entrevistados por la AP describieron a Potí como a alguien que abre puertas y despierta a la gente. Algunos llegaron a decir que posee una energía ancestral, que enseña a otros a actuar y pensar en colectivo. Dos la calificaron de bruja y uno dijo que parecía capaz de detener el tiempo. La mayoría mencionaron su capacidad de hacerse presente, demostrada por un intenso contacto visual en las interacciones, y ofreciendo todo su ser en las actuaciones de Carnaval.
Varios elogiaron también su capacidad de organización y promoción. Su taller tiene un equipo de producción de cinco personas, con reuniones de planificación para comunicación y ventas. Hay un fotógrafo presente para registrar las experiencias de los novatos, algo que Potí dijo que puede ser como un bautizo. El fotógrafo documenta todos los proyectos, que son unos 15.
“Su trabajo en la ciudad no es muy diferente de construir un imperio, y sigue construyendo”, dijo Carol Passarinha, una de los 30 zancudos reunidos por Potí para marchar esa semana con la escuela de samba mejor clasificada.
Potí combina sus iniciativas con la labor de una madre soltera que cría a un niño de 7 años. Actuó hasta tres días antes de romper aguas. Seis semanas más tarde estaba de nuevo en sus zancos en la sala de conciertos más emblemática de Río, Flying Circus, y daba el pecho en su camerino.
Hacia el final de la fiesta del sábado por la mañana, Potí se separó y cruzó un puente de autopista, aún sobre los zancos y abriéndose paso entre los asistentes que la vitoreaban. Rápidamente volvió a su auto estacionado, lleno de disfraces y 15 pares de zancos, y condujo mientras insistía en que un productor resolviera un problema con los encargos de los fotógrafos para la siguiente fiesta. Esa incluiría más de 75 zancudos, muchos con trajes folclóricos, y Potí era su directora artística.
Su intensa actividad ayuda a explicar por qué siempre es una estrella del Carnaval. También invierte cantidades considerables de dinero en sus disfraces y se esfuerza en interaccionar con el público. Un fotógrafo dijo que “crea momentos”.
Durante una comida en un restaurante vegano hace unos días, Potí recordó que una vez el editor del principal periódico de Río le mostró todas las fotos de la cobertura del Carnaval y, con buen humor, refunfuñó que tendría que ponerla de nuevo en la portada.
La atención no le molesta. De hecho la agradece. Después de todo, ella fue una pionera, ha trabajado durante una década y está recibiendo reconocimiento, dijo. Pero desea que más gente mire más allá, a sus causas y el cambio que intenta conseguir.
“La cura es más importante que estar en la portada”, señaló.