Reseña: “Killers of the Flower Moon” de Scorsese es una historia de codicia ricamente narrada
En las películas de Martin Scorsese suele haber muchas conversaciones y movimientos rápidos, a menudo de tipos astutos que intentan salirse con la suya. O, a veces, simplemente porque el maestro cineasta tiene mucho que decir.
Pero en “Killers of the Flower Moon” (“Los asesinos de la luna”) todo parece ralentizarse, y especialmente cuando la cámara se posa en Lily Gladstone. Como Mollie, la mujer de la etnia indígena osage en el corazón de esta extensa historia de la vida real sobre codicia y traición, Gladstone es el centro tranquilo y poderoso; se toma su tiempo, deja que sus ojos hagan el trabajo y no le teme al silencio.
Es una actuación con una cadencia bella, aún más impresionante porque Gladstone comparte pantalla con dos célebres actores. Leonardo DiCaprio y Robert De Niro realizan un trabajo magnífico para su legendario director, apareciendo juntos por primera vez en 30 años. Pero Gladstone, en la rara película de Scorsese que da protagonismo a un personaje femenino, es el núcleo emocional aquí, y es su rostro el que permanece grabado en nuestra memoria.
Basada en la apasionante novela policíaca de David Grann ambientada en el territorio de los osage en Oklahoma en la década de 1920, “Killers” es un cambio en otros aspectos para el cineasta de 80 años. Es su primer western, un género que siempre había querido explorar, aunque sea un western a la Scorsese, con un mundo trastornado de héroes y villanos. Y al contar esta historia de los osage, se centra en un pueblo que no había representado, profundamente consciente de honrar su experiencia y sus rituales, creencias y costumbres.
Seguramente no sorprenderá que Scorsese aporte toda su riqueza de recursos artísticos a este proyecto, junto con su brillante director de fotografía, Rodrigo Prieto, y su inspirado diseñador de producción, Jack Fisk. Juntos, en Oklahoma, crean una ciudad en auge petrolero sorprendente por su precisión, detalle y espíritu.
Quizás tampoco sorprenda a nadie que Scorsese haya tardado tres horas y media, aunque tres minutos menos que en “The Irishman” (“El irlandés”), para contar su historia. Esto puede ser una fuente de debate, pero es difícil argumentar que un relato tan importante (una crónica de un capítulo oscuro de la historia estadounidense y una impactante crónica de un crimen real, todo enmarcado en una tensa historia de amor) no merece tanta extensión, considerando el oficio en cada toma. Y con algunas escenas (una bulliciosa boda en la pradera o un baile en la calle principal de una ciudad en auge), sientes que podrías haberte quedado más tiempo.
Comenzamos con una ceremonia de finales del siglo XIX, una de las muchas representaciones de la vida espiritual de los osage. Luego, en una imagen memorable, hay un silbido subterráneo: petróleo, brotando de una tierra que se suponía no tenía valor.
Gracias a este descubrimiento, nos enteramos en un fantástico prólogo, utilizando carteles de películas mudas, que los osage se hicieron enormemente ricos. Pero se les considera “incompetentes” y se les nombra “guardianes” blancos que controlan sus activos. Así conocemos a Mollie, que pide su propio dinero para pagar las facturas médicas.
Mientras tanto, baja del tren Ernest Burkhart (DiCaprio), un veterano de la Primera Guerra Mundial con gusto por las mujeres y las cosas buenas, pero sin dinero ni talento. Quizás su tío pueda ayudar. William Hale (De Niro) es un ganadero, pero más bien un rey por estos lares (de hecho, lo apodan King), un hombre blanco que habla el idioma osage y se hace llamar su mejor amigo.
Pero está claro desde el principio que Hale tiene motivos siniestros, y De Niro es el tipo que rezuma siniestro por cada poro como esta figura parecida al Padrino (comete crímenes y están organizados). Scorsese y el coguionista Eric Roth parten aquí del libro de Grann, que nos mantiene en suspenso en cuanto a los motivos de Hale. Quiere el dinero de los osage y le dice a Ernest que si corteja y se casa con Mollie... incluso el obtuso Ernest puede hacer los cálculos.
Mollie también es aguda. Confiada, pero nada ingenua, sabe que Ernest codicia su riqueza, pero hay un afecto creciente entre los dos y su matrimonio, magníficamente realizado, es una ocasión feliz.
Entonces los osage empiezan a morir, uno por uno, de forma sospechosa, incluidas las hermanas y la madre de Mollie. En cuanto a Ernest, no es ningún ángel y pasa el tiempo robando y apostando. ¿Qué más está haciendo? DiCaprio se debate cada vez más entre la lealtad conyugal y la lealtad a su tío.
Finalmente, aparece el agente federal Tom White (Jesse Plemons, perfectamente elegido), trabajando para J. Edgar Hoover en la organización prototipo del FBI. White quien figura más prominentemente en el libro de Grann, y de hecho, DiCaprio alguna vez estuvo considerado para interpretarlo. Este último acto encuentra su camino hacia una escena intrigante en la sala de un tribunal que tal vez sólo Scorsese podría lograr: el nervioso DiCaprio y el amenazador De Niro, acompañados por un el grandilocuente Brendan Fraser y un pulverizador John Lithgow.
De hecho, el vasto elenco incluye innumerables rostros que quizás reconozcas, así como cameos de músicos (como el difunto amigo de Scorsese, Robbie Robertson, quien compuso la magnífica música original de la película) y decenas de actores de osage en papeles clave.
No revelaremos el ingenioso epílogo en el que Scorsese ata los cabos sueltos de la narración, con otro cameo significativo. Pero el hecho de que este epílogo llegue después de, ¡oh!, 200 minutos de tensión sostenida por expertos es sólo otra señal de que, en los últimos años de su carrera, Scorsese está subiendo la apuesta, en términos de escala, sí, pero también de ambición.
El director ha calificado su trabajo como una ofrenda a los osage y a otros pueblos indígenas. También se siente como una ofrenda para aquellos que aman el cine, permitiéndonos ver a un maestro del oficio en un esfuerzo continuo, por improbable que parezca, para ampliar su escala y aprender. Que siga.
“Killers of the Flower Moon”, un estreno de AppleTV+, tiene una clasificación R (que requiere que los menores de 17 años la vean acompañados de un padre o tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por “violencia, imágenes sangrientas y algunos diálogos”. Duración: 206 minutos. Cuatro estrellas de cuatro.