Fallece el pintor y escultor colombiano Fernando Botero
BOGOTÁ (AP) — El pintor y escultor Fernando Botero, cuyas figuras voluminosas se convirtieron en un emblema del arte colombiano dándole la vuelta al mundo y facturando millones de dólares en subastas, falleció el viernes. Tenía 91 años.
El deceso fue confirmado por su hija Lina Botero, quien dijo a Caracol Radio que su padre había fallecido el viernes por la mañana en Mónaco por complicaciones de una neumonía.
Botero retrató políticos, animales, santos y escenas de su infancia en una forma regordeta y colorida que era reconocible al instante. Durante su vida el artista alcanzó fama e influencia mundial a pesar de su origen humilde y sus pinturas fueron exhibidas en museos de todo el mundo, mientras que sus imponentes esculturas de bronce se pueden encontrar en los parques y avenidas de muchas capitales europeas y latinoamericanas.
Las pinturas de Botero se vendían por millones de dólares en subastas internacionales y el artista era muy estimado en su natal Colombia, no sólo por su éxito en el extranjero, sino también por las generosas donaciones que hizo a su país, incluidas 23 estatuas que ahora están en un parque en el centro de Medellín y se han convertido en una de las atracciones más visitadas de la ciudad.
Botero también donó 180 pinturas al Banco de la República de Colombia que se utilizaron para crear el Museo Botero en Bogotá. Su escultura de una paloma blanca y regordeta, orgullosa sobre un pedestal, se convirtió en un emblema de los esfuerzos de Colombia por hacer la paz con los grupos rebeldes y actualmente se encuentra en una destacada galería dentro del palacio presidencial.
“Ha muerto Fernando Botero, el pintor de nuestras tradiciones y defectos, el pintor de nuestras virtudes. El pintor de nuestra violencia y de la paz”, tuiteó el presidente colombiano Gustavo Petro. “De la paloma mil veces desechada y mil veces puesta en su trono”, agregó.
Por su parte, el exmandatario Iván Duque (2018-2022) lo recordó como el “artista más grande de la historia en nuestro país”. “Su obra y su legado artístico permanecerán en la historia de la nación y en los corazones de los colombianos”, publicó en la red social X, antes llamada Twitter.
Los músicos Carlos Vives y Juanes también lamentaron su deceso.
Muchos colombianos aprecian el arte de Botero porque evoca nostalgia por el país tal como era a principios del siglo XX. Sus personajes usan bombines y lucen bigotes cuidadosamente recortados. Se mueven en un universo colorido de colinas verdes y árboles frondosos, donde las casas están construidas con tejas de barro.
Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, la segunda ciudad más importante de Colombia. Hijo del comerciante David Botero y de Flora Angulo, fue el segundo de tres hijos.
La infancia de Botero transcurrió en una escuela de toreo donde fue matriculado por uno de sus tíos, pero pronto dejó el mundo de la tauromaquia, aunque regresaría a él años después en sus pinturas.
Su vida artística alzó vuelo a los 14 años, cuando decidió que se dedicaría a las artes. Su madre lo apoyó en su determinación, pero con la advertencia de que sería él mismo quien conseguiría el dinero para sus estudios.
La primera muestra artística en la que participó fue la Exposición de Pintores Antioqueños de 1948. Después, en la Galería de Arte de Leo Matiz, en Bogotá, tuvo su primera exposición individual en 1951 y al año siguiente el óleo “Frente al mar” le proporcionó el segundo puesto en el IX Salón Nacional de Artistas.
Ese mismo año fue a Madrid a estudiar en la prestigiosa Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
De 1953 a 1955 Botero viajó entre Francia e Italia. En Florencia aprendió la técnica de la pintura al fresco en la Academia San Marcos. De Europa viajó a México para estudiar la obra de Diego Rivera y José Clemente Orozco.
En medio de sus viajes se casó con Gloria Zea, con quien tuvo a sus hijos Fernando, Lina y Juan Carlos. De regreso a Bogotá, en 1958, fue nombrado catedrático en la Escuela de Artes de la Universidad Nacional y, dos años después, viajó a Nueva York, donde instaló su residencia tras su divorcio.
En la década de 1960 Botero comenzó a experimentar con el volumen de los objetos y personajes en sus pinturas. Sus originales creaciones regordetas fueron acaparando la atención de los críticos de arte y, para entonces, el pintor había creado cientos de dibujos, así como unas 1.000 pinturas.
Botero contrajo segundas nupcias en 1964 con Cecilia Zambrano y en 1970 tuvieron a su hijo Pedro, quien murió cuatro años después en un accidente automovilístico en una carretera de Jaen, España. Botero también se divorció de Zambrano y plasmó el dolor tras la muerte de su hijo en la pintura “Pedrito”. Donó 16 obras al Museo de Antioquía, en Medellín, para honrar al pequeño y a su vez el museo nombró una sala en memoria de “Pedrito Botero”.
En la década de 1970 dejó de lado la pintura y comenzó a experimentar con la escultura, lo que le trajo grandes éxitos. Los materiales más usados por el artista en sus figuras tridimensionales fueron el bronce, el mármol y la resina fundida. Para 1978 retomó la pintura y desde entonces alternó ambas disciplinas.
Botero solía decir que pintaba desde la mañana hasta la noche, sin importar que fueran días de descanso o festivos, y en absoluto silencio, pues no permitía que nada lo distrajera.
“Fernando Botero es una de las personas más disciplinadas que se puedan conocer. Sus amigos y familiares afirman que él trabaja todos los días de todos los años. Para Botero no existen fechas de descanso, ni días feriados, ni fines de semana. En Navidad está pintando. En su cumpleaños está pintando. En Año Nuevo está pintando”, escribió su hijo Juan Carlos Botero en su libro “El arte de Fernando Botero”, de 2010.
Su hija Lina dijo el viernes a la estación de radio colombiana Blu que Botero había estado trabajando en su estudio en Mónaco regularmente hasta el fin de semana pasado. Señaló que no podía trabajar en óleos porque estaba demasiado débil para permanecer de pie y sostener su material, pero que estaba experimentando con acuarelas.
Botero amó entrañablemente la tierra donde nació y para el Museo de Antioquia hizo tres donaciones en total, la primera en 1976, tras la muerte de su hijo, y las otras en 1984 y en el 2000. Dos años después de su tercera dádiva al museo regaló la Plaza de las Esculturas, con 23 obras ubicadas frente al museo. El recinto cuenta también con una retrospectiva del pintor de 1954 al 2000.
En la década de 1990 Botero tuvo el honor de presentar sus volumétricas esculturas en Montecarlo y en los Campos Elíseos en París, convirtiéndose en el primer artista extranjero en mostrar su obra en dichos espacios.
En 1995 su escultura de bronce “El pájaro”, de más de 1,8 toneladas, colocada en un parque de Medellín, fue dinamitada por desconocidos causando la muerte de 22 personas e hiriendo a más de 200.
Además del atentado, ese año Botero sufrió el juicio y encarcelamiento de su hijo mayor, Fernando, quien fue condenado por el el ingreso de dinero del narco a la campaña presidencial de Ernesto Samper de 1994, de la cual era director.
Fernando Botero hijo fue liberado en 1998, pero en 2002 fue enjuiciado nuevamente por el robo de dinero destinado a la campaña de Samper y no fue sino hasta 2008 cuando logró asegurar su libertad tras varias apelaciones.
El pintor dejó en manifiesto su dolor y decepción por las faltas cometidas por su hijo. Botero “nunca se dejó ver” mientras duró el lío judicial, dijo en diálogo telefónico el abogado de su hijo, el exministro del Interior Fernando Londoño. “Ni una llamada, ni una razón durante todo ese tiempo”.
De acuerdo con Londoño, la molestia del pintor radicó esencialmente en que su hijo utilizó una de sus cuentas bancarias en Estados Unidos para depositar dinero que fue aportado a la campaña de Samper y que después intentó robar, de acuerdo con las autoridades. Tuvieron que pasar años para que Botero y su hijo se reconciliaran.
Su última esposa fue la escultora griega Sophia Vari.
El gusto por las obras de Botero lo llevó a consagrarse como uno de los artistas latinoamericanos preferidos del mercado de arte en sus últimos años de vida. En mayo de 2011 la casa de subastas Sotheby’s vendió su cuadro “Una familia” en casi 1,4 millones de dólares y en noviembre la casa Christie’s vendió su escultura monumental “Bailarines” por 1,76 millones.
En su obra también abordó temas políticos como la muerte del narcotraficante Pablo Escobar o el surgimiento de los grupos rebeldes.
En 2005 creó una serie de 79 pinturas que representaban a soldados estadounidenses torturando a iraquíes en la infame prisión de Abu Ghraib en Bagdad, apenas un año después de que el incidente saliera a la luz. El artista luchó para que las pinturas se exhibieran en museos de Estados Unidos y finalmente se presentaron en la Universidad de California, Berkeley, que todavía alberga algunas de ellas.
“Me conmovió esta revelación por la hipocresía”, dijo Botero sobre su serie “Abu Ghraib” en una entrevista de 2007 con la Revista Semana. “Porque un país que se ha presentado al mundo como el modelo de la compasión y como el mayor defensor de los derechos humanos, terminó torturando gente en la misma prisión en la que torturaba Saddam Hussein”.
El éxito económico no transformó su persona. Quienes lo conocían afirmaban que lo caracterizaba su sencillez, su lenguaje informal y su sinceridad.
“Botero es uno de los artistas más prolíficos del siglo XX”, observó Juan Carlos Botero en su libro. “Parece una locomotora de trabajo que no cesa de buscar nuevas formas de expresión”.