Crimea, patio de juegos y campo de batalla entre Rusia y Ucrania
TALLINN, Estonia (AP) — Las playas de la Península de Crimea han sido lugares de vacaciones de zares rusos y secretarios generales soviéticos. Ha sido sede de reuniones históricas de mandatarios del mundo y tiene una base naval estratégica. Ha presenciado persecuciones étnicas, deportaciones masivas y represión política.
Ahora, en el 18vo mes de la guerra de Rusia en Ucrania, Crimea vuelve a ser un patio de juegos y campo de batalla, donde las bombas intentan desalojar a las fuerzas de Moscú y volver a imponer la soberanía de Kiev, por más que el Kremlin proclame a voz en cuello que es el legítimo dueño.
El ucraniano Volodymyr Zelenskyy ha jurado recuperar la península romboidal que el ruso Vladímir Putin anexó ilegalmente en 2014.
Para ambos, desistir del reclamo es prácticamente inconcebible.
Moscú instaló tropas y armas allí, que le permitieron apoderarse rápidamente de grandes territorios del sur de Ucrania cuando comenzó la guerra en 2022. Kiev dice que la militarización de Crimea amenaza a todos los países de la región del Mar Negro.
‘¡CRIMEA ES NUESTRA!’
La anexión por Putin en 2014 fue rápida e incruenta. Mientras Ucrania se debatía en las postrimerías de la insurrección que depuso al presidente prorruso Victor Yanukovich, hombres vestidos con uniformes militares sin insignias se apoderaron de Crimea.
Ayudaron a orquestar un referendo en la península y las autoridades partidarias del Kremlin dijeron que, de acuerdo con los resultados, los habitantes casi por unanimidad deseaban ser parte de Rusia.
La popularidad de Putin subió a las nubes. Su tasa de aprobación, que empezaba a disminuir, subió de 65% en enero de ese año a 86% en junio, según la encuestadora independiente rusa Levada.
“¡Krym nash!” —“¡Crimea es nuestra!”— se convirtió en una consigna movilizadora en Rusia. Pero apenas un puñado de países, como Corea del Norte y Sudán, reconocieron la anexión.
Putin ha dicho que Crimea es “un lugar sagrado” y ha perseguido a quienes dicen públicamente que pertenece a Ucrania. Zelenskyy ha dicho reiteradamente que “Rusia no será capaz de robar” la península.
UN BIEN ESTRATÉGICO
Su posición singular en el Mar Negro hace de Crimea un bien estratégicamente importante para quien la controle, y Rusia ha luchado por ella durante siglos.
Crimea era el hogar de los tártaros, una etnia túrquica, cuando el imperio ruso la anexó en el siglo XVIII. Recuperó brevemente su independencia como república tártara dos siglos después, hasta que la absorbió la Unión Soviética.
En 1944, el dictador soviético Josef Stalin deportó a casi 200.000 tártaros, un tercio de la población de Crimea, al Asia central, 3.200 kilómetros (2.000 millas) al este. Los había acusado de colaborar con la Alemania nazi, algo que los historiadores han demostrado que era falso. La mitad de ellos murieron de hambre y penurias en los 18 meses siguientes.
El líder soviético Nikita Jruschov la entregó a Ucrania en 1954 para conmemorar el 300 aniversario de la unificación de Moscú y Kiev, pero ese acto simbólico resultó fallido cuando, en 1991, cayó la URSS y Ucrania obtuvo su independencia.
“La mayoría de los rusos, así como la elite política rusa, siempre consideraron que la entrega de Crimea a Ucrania fue injusta. Siempre han percibido a Crimea como rusa”, dijo Tatiana Stanovaya, investigadora del Centro Carnegie para Rusia y Eurasia, a The Associated Press.
Pero Rusia siempre conservó una cuña en la puerta: su flota del Mar Negro tenía una base en Sebastopol, y Crimea —como parte de Ucrania— lo aceptaba.
La base era de gran valor militar para Moscú y ese fue probablemente un factor crucial para que el Kremlin decidiera anexar la península en 2014, dijo Graeme Robertson, de la Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill.
“Sebastopol es realmente importante para la flota rusa y para el acceso al Mediterráneo y para que Rusia sea una potencia capaz de cerrar el Mar Negro y controlar la viabilidad económica y la viabilidad política de Ucrania”, dijo Robertson. “Creo que eso es, al fin y al cabo, el porqué de la anexión”.
La represión de los tártaros de Crimea continuó bajo Putin, a pesar de que Moscú niega que haya discriminación. Unos 30.000 huyeron de la península entre 2014 y 2021.
Los que se quedaron enfrentaron la implacable represión rusa, que aunque rechaza las acusaciones de discriminación, ha disuelto el principal organismo representativo de los tártaros y algunos grupos religiosos. Unos 80 tártaros están cumpliendo condenas y 15 activistas están desaparecidos, informó Amnistía Internacional en 2015.
EL VALOR SENTIMENTAL DE CRIMEA
Más allá de su valor estratégico, Crimea siempre ha provocado una reacción particular entre los rusos, “algo sentimental y casi religioso”, dijo Sam Greene, profesor de política rusa en el King’s College de Londres.
Podría basarse en parte en la historia.
Sebastopol era el lugar de vacaciones preferido de Nicolás II, el último de los zares rusos, y su familia. La ciudad sureña de Yalta era el destino preferido de vacaciones en tiempos soviéticos, y muchos sanatorios fueron instalados en el lugar. Allí se reunieron Stalin, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill en 1945 para decidir la suerte de Alemania y Europa después de la Segunda Guerra Mundial.
En Foros, otro balneario cerca de Sebastopol, se encontraban las dachas oficiales de los dirigentes soviéticos. El presidente Mijail Gorbachev estaba de vacaciones allí en 1991 cuando los intransigentes opuestos a sus medidas lo pusieron en arresto domiciliario durante un intento fallido de golpe de Estado.
Un sondeo realizado por Greene y Robertson antes y después de la toma de Crimea por Putin en 2014 encontró un cambio en la actitud de los encuestados.
“Bruscamente, consideraron que la corrupción era menos importante en el país”, dijo Greene. “Mostraban un mayor optimismo sobre la economía, tanto personalmente y en términos de su propio bienestar, y en cuanto a cómo le iría al país en el futuro. Y sus recuerdos de 1990 mejoraron”.
El optimismo duró cuatro años, y empezó a desinflarse en 2018. La popularidad de Putin cayó a menos de 70% a mediados de ese año, después que Putin resultó reelegido y tomó medidas económicas impopulares como la elevación de la edad de retiro.
La guerra en regla en Ucrania en 2022 recuperó en cierta medida el efecto de elevar los ánimos, dijo Greene, pero si el Kremlin pierde Crimea o requiere un gran esfuerzo para conservarla, la gente “podría llegar a la conclusión de que Putin no es el hombre adecuado para cumplir la tarea”.
Según la analista Stanovaya, pocos en Moscú creen que Ucrania es capaz de recuperar Crimea, a pesar de los ataques crecientes a un bien tan apreciado por Putin como es el puente Kerch, que une a la península con Rusia, y otros blancos como un depósito de municiones el 22 de julio.
“Desde luego, es irritante, pero se los considera una inversión política dirigida a la opinión pública ucraniana y a Occidente”, dijo.
Muchos rusos acudieron a los balnearios de Crimea este verano. Después del ataque de julio al puente, la prensa rusa encontró a muchos veraneantes en nada intimidados por el hecho de que las autoridades les dijeron que viajaran a la península a través de las partes ocupadas de Donetsk, Zaporiyia y Jersón aunque las tres se encuentran en la primera línea de fuego.
Con todo, el turismo ha disminuido, algunas playas se han convertido en fortificaciones, y hoteles y hospedajes informan que hay muchas vacantes.
QUÉ HAY EN JUEGO PARA UCRANIA EN CRIMEA
En 2014, cuando se produjo la anexión, Crimea era parte de Ucrania desde hacía 60 años. Leonid Kravchuk, el primer presidente de la Ucrania independiente, dijo que Kiev había invertido unos 100.000 millones de dólares en la península entre 1991 y 2014.
También se ha convertido en parte de la identidad de Ucrania.
Antes de la invasión, Zelenskyy había realizado gestiones diplomáticas para tratar de recuperarla, pero una vez que las tropas rusas cruzaron la frontera, Kiev empezó a hablar en voz alta de recuperar la península por la fuerza.
No será fácil, porque “Rusia trata de instalar allí la máxima cantidad posible de distintas clases de armas”, dijo el analista militar Roman Svytan a la AP, porque su posición entre el Mar Negro y el Mar de Azov le da a Moscú “la llave militar de toda la región”.
Desde el punto de vista de la seguridad, Ucrania necesita la plena independencia de Crimea y tener el control sobre las actividades en el Mar Negro, dijo Ribertson.
“Un acuerdo que cediera Crimea a los rusos como parte de un tratado de paz sería muy difícil de vender en Ucrania”, dijo.
Por eso, es muy importante para Kiev “indicarle a Occidente que en esta guerra se trata de recuperar toda Ucrania”, añadió. “No se trata de recuperar el este de Ucrania y el sur de Ucrania y luego buscar un acuerdo”.
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Yuras Karmanau en Tallin, Estonia, contribuyó a este despacho.