Jesuitas confirman expulsión de artista acusado de abusos y lamentan no poder tomar más medidas
ROMA (AP) — Los jesuitas indicaron el lunes que un famoso artista y sacerdote ha sido expulsado de forma definitiva de su orden religiosa por abusos sexuales, espirituales y psicológicos a mujeres, y lamentaron que no podían procesarle de forma más contundente debido a las normas internas del Vaticano.
El reverendo Marko Ivan Rupnik sigue siendo sacerdote católico, aunque ya no es jesuita, después de que decidiera no apelar su decreto de expulsión de junio, indicó el antiguo superior de Rupnik, el reverendo Johan Verschueren.
Rupnik, un sacerdote esloveno, es uno de los artistas religiosos más reconocidos en la Iglesia católica. Sus mosaicos decoran iglesias y basílicas en todo el mundo, incluido en Vaticano.
A finales del año pasado, los jesuitas reconocieron que Rupnik había sido acusado por varias mujeres de abusos sexuales, espirituales y psicológicos durante un periodo de 30 años. En su mayor parte había evitado los castigos hasta entonces, aparentemente gracias a su posición destacada en el Vaticano, lo que cuestionó incluso el papel del papa Francisco en el caso.
Tras una investigación, los jesuitas anunciaron en junio que consideraban “muy altamente creíbles” las acusaciones de las mujeres.
Señalaron que habían expulsado al sacerdote de la orden debido a su “testarudo rechazo a cumplir el voto de obediencia”. Los jesuitas le habían instado a disculparse por su conducta e iniciar un proceso de reparación con sus víctimas, pero él se negó.
“No puedo más que lamentar enormemente su insistente y testaruda incapacidad para afrontar las voces de tantas personas que se han sentido dolidas, ofendidas y humilladas por su comportamiento y conducta hacia ellas”, escribió Verschueren en una carta obtenida el lunes y que confirmaba la expulsión.
Al mismo tiempo, Verschueren admitió las críticas de que Rupnik siga siendo sacerdote, que ahora no tiene supervisión religiosa en absoluto. Señaló que la legislación actual del Vaticano impide una investigación que pudiera llevar a sanciones más duras. La máxima pena de la Iglesia es la expulsión del sacerdocio, que en la práctica le convertiría en un lego de nuevo.
Ese comentario era una referencia al hecho de que en el momento de los supuestos abusos de Rupnik, el Vaticano no solía sancionar los abusos sexuales ni otras formas de mala conducta de sacerdotes a mujeres adultas, por considerar cualquier relación como consentida. El Vaticano ha empezado a reconocer hace poco esa conducta como criminal, aunque las nuevas normas no pueden aplicarse de forma retroactiva y en general el Vaticano evita hacer excepciones para castigar abusos antiguos que afectaron a adultos.
De cara al futuro, si Rupnik quiere predicar y celebrar los sacramentos de forma pública, necesitará un obispo afín que le acepte, algo que no está descartado porque aún conserva grandes defensores.
Entre ellos están los responsables del Centro Aletti, un centro de estudios ecuménico y estudio de arte del mosaico fundado por Rupnik en la década de 1990 en Roma. Su actual directora, Maria Campatelli, hizo en junio una firme defensa de Rupnik y tachó las acusaciones en su contra de “difamatorias y no demostradas”. En una carta abierta, afirmó que las acusaciones eran una forma de “linchamiento” mediático contra el sacerdote y su centro artístico.
Añadió que el propio Rupnik había pedido abandonar los jesuitas en enero y que otros sacerdotes jesuitas en el Centro Aletti habían hecho peticiones similares debido a su “desconfianza primordial hacia sus superiores”. Verscheueren confirmó que Rupnik había pedido marcharse, pero dijo que se había rechazado su petición porque los jesuitas querían que compensara a sus víctimas.
Verscheueren indicó el lunes que la orden se distanciaría legalmente del Centro Aletti, que ya no tiene una comunidad jesuita residente. Los jesuitas inauguraron el centro en 1993 y tienen lazos canónicos con él como asociación pública de fieles. Verscheueren señaló que los jesuitas tenían previsto abandonar la asociación y poner fin a su colaboración.
El papel de Francisco en ese caso quedó sobre la mesa después de que los jesuitas reconocieran que Rupnik había sido excomulgado brevemente en 2020 por haber cometido uno de los crímenes más graves de la Iglesia católica, utilizar el confesionario para absolver a una mujer con la que había mantenido relaciones sexuales. La excomunión se levantó dos semanas después, lo que planteó la duda de si Francisco había intervenido de su colega jesuita.
En una entrevista en enero con The Associated Press, Francisco negó haber intervenido salvo de forma burocrática, para mantener las nuevas acusaciones contra Rupnik en el mismo tribunal que las anteriores. Al mismo tiempo, Francisco parecía saber más sobre el resultado de lo que habían revelado los jesuitas y también dijo que Rupnik había pagado una compensación a una mujer.