Fernando Guzzoni revisa mecanismos de justicia y poder en el filme “Blanquita”
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Una chica que ha crecido en albergues de menores se decide a denunciar a políticos y empresarios por abusos sexuales sufridos cuando era niña. Los fiscales y el padre religioso con el que vive están dispuestos a escucharla, pero fuera de ellos no muchos se atreven a creer su versión. Esto ocurre en “Blanquita” del director chileno Fernando Guzzoni.
“Ella en el fondo colisiona con el poder en su estado más puro, con la élite económica y con la derecha chilena que ha liderado sin contrapeso”, dijo Guzzoni en una entrevista previa al estreno del filme en salas de cine mexicanas, donde se exhibe actualmente.
La película está basada libremente en el Caso Spiniak que sacudió a Chile a comienzos de la década del 2000, en el que una chica llamada Gema “Gemita” Bueno, igualmente de clase popular y residente de casas de acogida, denunció a políticos y empresarios por supuestos abusos sexuales contra menores.
“Era la primera vez que había una interrogación al poder, a la élite en su conjunto, desde un cuerpo que históricamente había sido racializado o excluido por ese poder”, recordó Guzzoni sobre el caso en una entrevista reciente por videollamada desde la Ciudad de México, donde reside. El caso fue, para el cineasta, “inédito” en la historia de su país.
El director lo considera un primer giro hacia cambios que vendrían después como las protestas estudiantiles iniciadas en 2006 y el estallido social de 2018, los cuales desembocaron en la elección del primer presidente de izquierda del país en más de medio siglo desde Salvador Allende.
“Para mí este fue un hito fundante (originador) de esa erosión entre los hombres y mujeres comunes y ese mundo oligárquico”, señaló.
Casi al mismo tiempo que el Caso Spiniak, en México ocurrió algo similar con políticos y empresarios acusados de pederastia que fueron investigados por la periodista Lydia Cacho. En Estados Unidos existió Jeffrey Epstein.
“Hay una vigencia horrible con respecto a cómo se reproducen estas asociaciones ilícitas y estas redes de explotación infantil”, apuntó el director. “A mí lo que me interesa pensar también es cómo se accede a la justicia y a los derechos humanos, en un Estado de derecho, y cómo eso siempre está mediado por un sesgo de clase y de género”.
En esa época previa a la era del #MeToo mucha gente reaccionaba con incredulidad cuando figuras prominentes, como políticos, eran denunciados y el primer impulso de algunos era desacreditar a las víctimas.
En la película, Blanquita es una chica con un pasado y un presente complicado. Es impulsiva, dice groserías y además es madre soltera. El padre de su bebé amenaza con echar por tierra su caso, pues si revela su existencia se vería que es una menor con una vida sexual más allá de los abusos.
El año pasado, a su estreno en Venecia, el filme fue galardonado con el premio al mejor guion.
“La película va tejiendo una interpelación ética y moral al espectador a lo largo del relato”, dijo Guzzoni. “Esta cosa subversiva y políticamente incorrecta de trabajar con la mentira como una materialidad constitutiva del personaje”.
Gema, en la vida real, terminó por declarar que sus denuncias eran falsas y fue sentenciada a prisión, aunque luego su condena fue cambiada a cuatro años de libertad condicional.
“Blanquita” es el cuarto largometraje de Guzzoni, quien estudió periodismo y previamente codirigió el documental “La colorina” con Werner Giesen, y dirigió los largometrajes de ficción “Carne de perro” y “Jesús”
Guzzoni adelantó que planea filmar su próximo largometraje en 2024. Se trata de una historia que transcurre en el siglo XVIII en una nación latinoamericana ficticia donde nuevamente abordará temas de élite y del poder, así como el proceso de colonización.