Velan a líder de las autodefensas mexicanas entre el miedo y la posibilidad de retomar las armas
LA RUANA, México (AP) — Mientras la gente lloraba al líder de un movimiento armado de defensa civil que surgió en el occidente de México hace una década, el hermano menor del asesinado advirtió el viernes que tanto él como quienes lucharon junto a Hipólito Mora por liberar su estado de cárteles volverían a tomar las armas si el gobierno no hace justicia rápidamente.
Mora, un agricultor que cultivaba limones reconvertido en líder de las autodefensas de su natal Michoacán hace una década, seguía inspirando a su pueblo incluso muerto. Los habitantes de estas tierras se sienten igual que hace años: abandonados por el gobierno y a merced de las múltiples organizaciones criminales que se disputan el territorio.
“Si en estos días el gobernador no hace nada por hacernos justicia y por quitarnos estas gentes de aquí, vamos a convocar al pueblo, vamos a agarrar las armas, se lo aseguro que las vamos a agarrar”, clamaba Guadalupe Mora Chávez, el hermano menor del fallecido, que aseguraba que habían sido muchos los que se le habían acercado para ofrecer apoyo si la lucha comenzaba de nuevo.
“Tiene que haber (justicia). Si no lo hace el gobierno, lo vamos a hacer nosotros: el pueblo”, garantizó.
La fiscalía del estado de Michoacán señaló que Mora fue asesinado el jueves cuando hombres armados no identificados cortaron el paso a su todoterreno y a la camioneta de sus guardaespaldas en una calle de La Ruana, su pueblo natal. Los asaltantes abrieron fuego. Acribillaron a balazos el vehículo de Mora y luego le prendieron fuego.
Otros tres hombres, al parecer miembros de su equipo de seguridad, también murieron. Según la fiscalía, uno de los cuatro cadáveres coincidía con la descripción de Mora.
Hipólito Mora fue uno de los últimos líderes sobrevivientes del movimiento de autodefensas que se levantaron en armas en Michoacán entre 2013 y 2014, agricultores, rancheros y ganaderos que se unieron para expulsar del estado al cártel de los Caballeros Templarios.
Después de que las autodefensas resistieran solas durante meses, los militares mexicanos llegaron finalmente para ayudarlos pero su relación con los civiles estuvo llena de claroscuros. Mora fue incluso encarcelado brevemente por el gobierno. Posteriormente, aspiró sin éxito a diputado y a gobernador.
No dejó de hablar por su pueblo ni de denunciar a los grupos criminales mientras cuidaba sus huertos de limones.
Su hermano menor culpó del asesinato a otro cártel local que aterroriza la zona. “El cartel que está aquí, que son los Viagras, fueron los que lo mataron“.
Mora Chávez dijo el viernes que había visto a hombres armados en La Ruana la víspera y que llamó a su hermano para advertirle. Su hermano le dijo que estaba enterado.
Según contó, vive al lado de una base del ejército y la Guardia Nacional así que subió a la azotea de su casa a mirar para ver más allá del muro del cuartel. Estaba desierto.
Los soldados habían abandonado la base a primera hora del jueves y no llegaron al lugar hasta después del ataque. Mora Chávez no cree que fuera una coincidencia.
“Se salieron de acuerdo con ellos (los agresores) para que entraran a matarlo, llegó como una hora el enfrentamiento y nunca llegaron, llegaron ya cuando estaban muertos”, dijo.
Las fuerzas federales que están en La Ruana habían combatido para impedir que entrara en la zona el violento cártel de Jalisco Nueva Generación, pero no hicieron nada contra los Viagras, que extorsionan a los lugareños y cobran por todo, desde las tortillas hasta los refrescos y la cerveza, asfixiando a los negocios locales, denunció el hermano.
Ahora, dijo, “tienen que recordarlo como un líder, un líder que luchó por su pueblo, pero que desgraciadamente este gobierno no lo apoyó”.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, condenó el ataque y negó cualquier implicación del Ejército en el mismo. Según explicó, el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla — de su mismo partido—, había pedido a Mora que abandonara La Ruana por su propia seguridad pero no quiso.
En la capital del estado David Cevallos, otro de los colaboradores del asesinado, leyó un mensaje póstumo que el propio Mora les dictó por si alguna vez le pasaba algo: “Lo dije muchas veces, sabía que este día llegaría. Lo dije, me voy a morir peleando".
El mensaje pedía a los políticos y al gobierno que “se fijen en los ciudadanos antes que en sus campañas o en sus bolsillos”.
Y concluía con un llamamiento a la valentía de su gente: “Que mi muerte no sea en vano y que tanto mi familia, mis amigos, mis fieles seguidores hagan lo que tengan que hacer para que la lucha que yo empecé siga siendo por una causa justa para los ciudadanos”.
Mientras tanto, en La Ruana, pequeños grupos de personas, quizás 50 en total, se reunieron en silencio en el camino de tierra frente a la casa donde yacía el ataúd de Mora, rodeado de velas e imágenes religiosas.
Muchos de los presentes -algunos de los cuales participaron junto a Mora en el levantamiento de 2013- hablaron bajo condición de anonimato, por temor a los criminales que, según decían, seguían en la zona. El hermano de Mora lamentó que el miedo hubiera impedido que más gente acudiera a presentar sus respetos.
Un familiar suspiró largamente cuando se le preguntó si la lucha de años para expulsar a los cárteles había merecido la pena. Su conclusión es que estaban peor.
López Obrador dijo que el asesinato de Mora era muy lamentable pero lo atribuyó a sus antecesores. Y volvió a repetir cómo el expresidente Felipe Calderón lanzó la fallida guerra contra el narcotráfico desde el mismo estado de Michoacán y provocó la violencia que sigue hoy en día. “Este es un remanente de la violencia que se auspició y permitió desde el gobierno”.
El hermano de Mora acusó al gobernador de estar con los Viagras. “Está bien metido con ellos, porque a mi me lo decía mi hermano", subrayó. “Los que gobiernan aquí están apoyando al crimen organizado”
A poca distancia de donde murió Mora, no quedaba más que un trozo carbonizado de tierra en la calle sin asfaltar, restos de un neumático, las gafas de alguien y cristales rotos. Las ventanas de una casa que daba al lugar estaban completamente destrozadas.
No había presencia visible de la Guardia Nacional, soldados o policías.
Un testigo del ataque del jueves dijo aterrorizado que había sido una emboscada, que mientras estaba siendo atacado, Mora salió de su todoterreno blindado y devolvió el fuego. Tras matarlo, los atacantes prendieron fuego a su vehículo y empezaron a gritar para celebrarlo.
Un vídeo mostraba a los pistoleros disparando desde el interior de un camión blanco con lo que parecían ser listones de madera alrededor de la caja. En la grabación tronaban los disparos de un arma de gran calibre, seguidos de fuego rápido de una ametralladora.
Un empacador jubilado reprochaba resignado lo sucedido mientras almorzaba con su esposa en un restaurante local. Según el hombre, Mora respondía por el pueblo. Y ahora, se preguntaba, no se sabe quién velará por ellos.
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Fernanda Pesce contribuyó a este despacho; El periodista de The Associated Press Christopher Sherman contribuyó desde Ciudad de México.