Madre de víctima en masacre de Uvalde persevera en la enseñanza; pide fortaleza a su hija muerta
UVALDE, Texas, EE.UU. (AP) — Lo primero que Verónica Mata ve cada día al despertarse es a Tess, su hija de 10 años, que le sonríe desde una foto colocada en su mesita de noche.
Frente a la imagen silenciosa de la niña que perdió en uno de los tiroteos a mansalva más tristemente célebres de Estados Unidos, Mata pide fortaleza para seguir adelante y ser una buena maestra de primaria en Uvalde, Texas. “Sólo la miro y le digo: ‘Tess, dame la fuerza, bebé. Ayúdame a levantarme’”, dice.
A lo largo del día, cada día, Mata lleva virtualmente a su hija con ella: la matrícula de su automóvil es “Tess 10”. De la pulsera de plata que usa en su muñeca izquierda cuelga un dije en el que se lee: “Uvalde Strong” (Uvalde Fuerte). El eslogan, adoptado por otras ciudades de Estados Unidos tras asesinatos a mansalva, se convirtió en el mantra de su ciudad después de que Tess, otros 18 estudiantes de cuarto grado y sus dos maestras fueran asesinados a tiros en la escuela primaria Robb el 24 de mayo de 2022.
En una década repleta de masacres, muchas de ellos que involucraron tiroteos, la matanza de Uvalde resalta, tanto por la corta edad de la mayoría de sus víctimas como por la pésima respuesta de la policía. Cerca de 400 agentes fuertemente armados llegaron rápidamente a la escuela, pero esperaron más de una hora antes de que uno de ellos confrontara y matara al atacante. Las familias indignadas de los niños asesinados han exigido respuestas y rendición de cuentas. Un año después de los asesinatos, no han obtenido mucho.
No obstante, al igual que los sobrevivientes y los familiares de las víctimas abatidas en tiroteos masivos anteriores, la gente de Uvalde debe encontrar maneras de seguir adelante, incluso cuando hacen un alto para conmemorar el primer aniversario de la tragedia.
A Mata le ayuda el mantener una rutina diaria: durante su traslado corto a su trabajo en la escuela primaria Dalton, escucha a Olivia Rodrigo, Ed Sheeran y Taylor Swift, artistas que aparecen en una lista de reproducción que Tess creó apenas unas semanas antes de su muerte.
Mata conduce por el centro de la ciudad: pasa por el Centro Cívico donde se enteró de que habían asesinado a Tess, y por la plaza del pueblo, donde hay cruces que recuerdan las 21 vidas perdidas. Luego, un par de cuadras más allá de la plaza, visita un mural colorido que honra a su hija.
La pintura realista —uno de los numerosos murales que adornan los costados de los edificios por todo Uvalde en honor a cada una de las víctimas— muestra a una Tess que sonríe y hace el signo de la paz con la mano derecha. Justo detrás de ella está la imagen de un jugador de los Astros de Houston, su amado equipo de béisbol, y de ella misma en uniforme y con un bate. “No puedo. Tengo (un partido de) softball”, proclama un globo de texto grande al lado. La versión pintada de su amado gato Oliver deambula por la pared hacia ella. Un logotipo de TikTok en el mural es un recordatorio de cuánto le gustaba a Tess imitar los bailes virales: sus interpretaciones aún existen en el teléfono de su madre.
Mata se estaciona, dice buenos días y luego se va.
ENSEÑAR A PESAR DEL DOLOR
Mata, maestra de jardín de infantes en la escuela primaria Dalton, regresó al salón de clases al inicio del año escolar 2022-2023 para su duodécimo año.
Se pregunta cómo mantendría seguros a sus alumnos si un tirador entrara en su salón de clases, en momentos en que los asesinatos colectivos en todo el país superan los niveles récord.
“¿Dónde voy a esconder a 20 estudiantes?”, recuerda haberle preguntado a su esposo cuando despejó el salón el verano pasado.
Desde entonces, ha reorganizado los gabinetes para que puedan ocultarse detrás de ellos y ha despejado los armarios para crear escondites potenciales.
EL DÍA DEL TIROTEO
Era tarde en la mañana del 24 de mayo de 2022 cuando a Mata le dijeron que tanto la escuela de Tess, la escuela primaria Robb, y después la suya, habían sido cerradas de emergencia. Por sí solo, eso no era terriblemente alarmante: las escuelas a menudo toman tal acción, dijo, en respuesta a las frecuentes persecuciones policiales que involucran a personas que tratan de cruzar ilegalmente la frontera entre Texas y México, a apenas una hora de distancia.
Pero cuando otros maestros comenzaron a recibir llamadas de que había un tirador en Robb, su corazón comenzó a martillar en su pecho. Llamó a su esposo, Jerry, quien ya conducía hacia la escuela, y se mantuvo en la línea con él mientras avanzaba por las calles repletas de policías y socorristas.
Entonces, escuchó disparos. Los tiros, le dijo su esposo, provenían del lado del edificio donde se encontraba el ala de cuarto grado de su hija. Él dijo que tenía que irse y colgó. Mata intentó contactar a los maestros de Tess, quienes por lo general respondían rápidamente a los mensajes de texto y los correos electrónicos. No hubo respuesta.
Después de obtener permiso de la directora de su escuela para salir, Mata corrió al centro cívico de la ciudad, al que los autobuses llevaban a los estudiantes de la escuela Robb, y leyó ansiosamente una lista de salones que habían sido evacuados de manera segura. El de Tess no era uno de ellos.
Ella y su esposo fueron redirigidos al hospital, donde les informaron que no había ingresado nadie que coincidiera con la descripción de Tess. Un funcionario les dijo que podía obtener más información si regresaba al centro cívico. Allí, a las 11:30 p.m., dijo que ella y su esposo pasaron por “lo que ninguna madre y ningún padre deberían tener que sufrir”: la noticia de que Tess había sido asesinada.
YA NO ES EL MISMO PUEBLO
Uvalde —su paisaje y su aura— han cambiado para siempre desde los asesinatos. Los visitantes que antes pasaban de camino al río Frío ahora reducen la velocidad para ver las cruces instaladas en la entrada del pequeño pueblo. La leyenda “Uvalde Fuerte”, escrita con pintura en los escaparates, ahora luce un poco descascarada. También está el edificio abandonado de la escuela primaria Robb, que permanece cerrado y vigilado diariamente por policías estatales.
Los cierres de emergencia de las escuelas y los simulacros son comunes a medida que aumentan las tensiones a lo largo de la cercana frontera internacional.
“Los niños que conozco que estaban en el salón de clases de Tess... se mueren de miedo todos los días”, señala Mata. “Ninguna cantidad de simulacros, ninguna cantidad de entrenamiento puede prepararte para un tipo de guerra como esa”.
Los martes, Mata y familias de otras víctimas realizan el viaje de tres horas a Austin, la capital, para abogar por una legislación que restrinja el uso de armas en el estado republicano más grande del país. Los intentos por aumentar la edad mínima para comprar rifles semiautomáticos, de 18 a 21 años, fueron rechazados en ambas cámaras legislativas lideradas por el Partido Republicano, a pesar de algunos votos republicanos a favor.
UN DOLOR QUE ABARCA TODO
Los recuerdos del 24 de mayo persiguen a Mata y a su esposo. Hay días, dice, en los que necesita salir de su salón de clases para tranquilizarse o hablar sobre su dolor.
Ahí es cuando recurre a otra maestra quien dice que fue “la última en abrazar a mi bebé”, después de una ceremonia de premiación en la escuela primaria Robb.
Su amiga le dijo: “Ella recogió sus anteojos, como siempre lo hace, corre y le doy el abrazo más grande, y dice: ‘Dile a mi mamá que digo hola y que la amo’”.
TRATANDO DE DECIR ADIÓS
Recientemente, Verónica y Jerry celebraron la graduación de su hija mayor, Faith, de la Universidad Estatal de Texas. Tess aprendía a nadar para poder unirse a su hermana en la tradición de saltar al río cercano tras la graduación.
Este verano, la familia planea volver a poner todo en el dormitorio de Tess como lo dejó antes de que una inundación los obligara a mover algunas de sus pertenencias. Los obsequios que han recibido de la gente en su memoria —rosas preservadas, adornos, piezas de arte, un jersey de los Astros firmado— cubren todos los rincones de la habitación excepto uno: la cama, donde el gato Oliver espera pacientemente que ella regrese.
UNA VISITA DIARIA
Cuando termina el día escolar, Mata se va a casa, cena con su esposo y luego visita el cementerio.
Limpia cuidadosamente la tumba de su hija —una lápida de granito gris pulido adornada con la foto de Tess— y luego se sienta frente a ella en una banca de mármol negro decorada con mariposas en colores lavanda y verde azulado, los favoritos de Tess. Le cuenta a Tess sobre su día, sobre sus conversaciones con Faith y lo que pasó en Austin esa semana. Le pide a su hija consejos sobre el mejor camino a seguir y fuerzas para continuar adelante un día más.
“Bueno, bebé, te veré más tarde. Te amo”, dice Mata al alejarse.
Volverá mañana.