Desaparecen las familias anfitrionas, antes un pilar del béisbol en ligas menores
PHOENIX (AP) — Mucho antes de que David Peralta se convirtiera en un veterano jardinero de los Dodgers de Los Ángeles, era un joven de 18 años proveniente de Venezuela, quien no hablaba mucho inglés cuando jugaba para el equipo de ligas menores Johnson City, en Tennessee.
Considerar aquella experiencia como un choque cultural sería poco.
“Incluso pequeñas cosas como ir al supermercado eran un reto”, dijo Peralta. “Por eso era muy bueno contar con la ayuda de TeriAnn”.
TeriAnn Reynolds y su familia fueron parte de una pequeña, reconocida, y muy vital pieza para el béisbol de las ligas menores en aquellos días: las familias anfitrionas. Jugadores de ligas inferiores en lugares como Johnson City, o Lake Elsinore, California, usualmente se quedaban en casas de familias locales en lugar de apartamentos u hoteles – una manera de ahorrar dinero para los peloteros con salarios bajos, mientras estaban en esa etapa de transición en sus vidas para llegar a ser deportistas profesionales.
Los programas de familias anfitrionas fueron suspendidos durante la pandemia debido a las medidas sanitarias. Ahora es probable que no regresen. En marzo, cuando se unieron los jugadores de ligas menores y llegaron al histórico primer contrato colectivo con mayores, la liga acordó duplicar sus salarios y proveer viviendas amuebladas a la mayoría.
La utilidad de las familias anfitrionas quedó oficialmente descontinuada.
“Aunque los jugadores han agradecido con mucha sinceridad a los aficionados que en sus casas los han acogido, ellos están emocionados por su primer convenio colectivo de ligas menores, incluyendo mejoras en el salario, y las políticas de vivienda, haciendo innecesaria esta práctica”, mencionó la asociación de jugadores de la MLB en un comunicado.
Si bien una familia anfitriona era mejor que utilizar un colchón inflable o estar en un apartamento sobrepoblado, seguramente la preferencia de los jugadores es residir en un sitio amueblado dentro de un espacio adecuado.
No quiere decir que los jugadores no se sientan melancólicos sobre el cese de los programas de familias anfitrionas.
“Lo bueno era mucho más que lo malo”, expresó Peralta. “A veces te sentías obligado a pasar el rato, pero noté que era lo menos que podía hacer considerando que ellos me abrieron las puertas de su hogar. Honestamente fue una grata experiencia”.
Reynolds hospedó a peloteros durante más de una década, incluidos algunos que llegaron a las Grandes Ligas, como Peralta y el colombiano Donovan Solano. Consideró maravillosa la experiencia, salvo por unos cuantos “chicos gruñones”.
Le parece triste que no haya la posibilidad de que más familias experimenten esto.
La facultad que tenía Reynolds para hablar español fue un gran complemento en un lugar como Johnson City, que por años fue la franquicia de los Cardenales de San Luis en la liga de novatos. Era uno de los niveles más bajos de las ligas menores, repleto de jóvenes entre 17 a 18 años, algunos que nunca habían llegado antes a los Estados Unidos.
“Lo que más me gustaba era ser capaz de llamar a la familia de un jugador en República Dominicana, Colombia o Venezuela y permitir que sus padres supieran que su hijo estaba en un buen lugar”, rememoró Reynolds. “Algunas veces las familias podían viajar a Estados Unidos, y siempre era maravilloso conocerlas”.
El rol de las familias anfitrionas variaba dependiendo en lugar, pero mayormente era algo básico: Los jugadores conseguían un cuarto, una cama, y contaban con buenas comidas durante el día. Reynolds dijo que usualmente tenía a uno o dos jugadores a la vez, pero en un verano llegó a tener hasta seis que se hospedaron en su casa porque era mejor opción que los hoteles locales.
“Todo el tiempo era como una fiesta gigante”, dijo Reynolds entre risas. “No todo era ideal, pero sí muy divertido”.
Esa conexión duradera era algo que solían mencionar tanto los jugadores como las familias. Peralta dijo que invitó a la familia Reynolds a su boda, casi una década después de hospedarse en su casa.
Linda Pereira trabajó para los Gigantes de San José, la filial de Clase A de San Francisco, durante 52 años, hasta 2021. Uno de sus papeles principales consistió en supervisar el programa de familias anfitrionas del club.
Recibió durante décadas a varios peloteros en situaciones de emergencia. Y se cercioró de que llegaran a buenas familias.
“Cuando daba a los jugadores a elegir entre un hotel y una familia anfitriona, nueve de cada 10 querían quedarse con una familia”, dijo Pereira. “Cuando abres tu casa, abres tu corazón. Estoy muy triste de que esto no continúe”.