Una senadora keniana lucha contra el tabú de la menstruación
NAIROBI, Kenia (AP) — La imagen de una mancha de sangre en el pantalón blanco de la senadora keniana Gloria Orwoba resultó tan impactante que una guardia de seguridad se apresuró a cubrirla.
Fue un accidente, explicó Orwoba. Justo antes de entrar en el Parlamento, miró hacia abajo y descubrió que su menstruación la había pillado desprevenida.
Por un momento, se planteó retirarse. Pero entonces pensó en cómo el estigma que rodea a la menstruación afecta a las mujeres y niñas kenianas y entró en el edificio de todas maneras. A quienes notaron la mancha, les explicó que estaba expresando un llamado de atención.
Sin embargo, su mensaje no duró mucho. En cuestión de minutos, los colegas del Senado se sintieron tan incómodos que otra legisladora le pidió a la oradora que le pidiera a Orwoba que saliera y se cambiara de ropa. Los colegas masculinos estuvieron de acuerdo y calificaron el tema de “tabú” y “privado”. Orwoba se retiró.
Las mujeres representan menos de un tercio de los senadores de Kenia: 21 de 67.
Un colega masculino la acusó de fingir su accidente en el Parlamento, a lo que ella respondió en una entrevista con un medio local: “Todo el mundo preferiría pensar que es una jugarreta, porque si es una jugarreta es una actuación y así no existe en el mundo real. Sin embargo, nuestras niñas están sufriendo” por cosas como esta.
Independientemente de que la mancha menstrual de Orwoba fuera un accidente o un truco, la polémica que suscitó demuestra el considerable estigma que rodea a la menstruación femenina en Kenia y en muchos países africanos.
El asunto no ha acallado a Orwoba, al contrario. El incidente del mes pasado inspiró un debate considerable en Kenia sobre la “vergüenza del período” femenino y el problema de la falta de acceso a toallas sanitarias para las niñas en edad escolar y otras personas en la región.
Inspirados, algunos de los amigos de Orwoba incluso pagaron una valla publicitaria en la capital, Nairobi, que la muestra con una camiseta blanca con las palabras “Puedo sangrar”, un mensaje enérgico contra el estigma menstrual en el país mayoritariamente conservador.
En una entrevista con The Associated Press, la chispeante senadora primeriza reconoció que el incidente la llevó a concentrarse en redactar un proyecto de ley que pide al gobierno de Kenia que proporcione un suministro anual de toallas sanitarias a todas las niñas en edad escolar y a las mujeres encarceladas.
“Para que los legisladores sientan la urgencia de convertir las cosas en leyes, deben estar sujetos a la defensa política y el ruido”, respondió sobre su campaña pública.
La mujer de 36 años dijo que nunca entendió por qué se habla de la menstruación como si se tratara de algo secreto. Recordó que cuando era adolescente estaba emocionada por tener finalmente su primer período después de ser la última entre sus compañeras en obtener la “marca de la feminidad”.
“Desde entonces mi actitud hacia la menstruación ha sido abierta”, declaró Orwoba, quien le advirtió a su hijo adolescente que nunca avergüence a una niña por tener su período.
Los estudios en muchos países africanos han demostrado que la menstruación provoca un ausentismo escolar generalizado por parte de las niñas, que se quedan en casa por miedo a manchar sus uniformes.
En 2019, una colegiala en Kenia se suicidó después de que un maestro la llamara “sucia” y la echara de clase.
Una de cada 10 colegialas africanas falta a la escuela durante la menstruación, según una encuesta de la ONU, y muchas, después de quedarse atrás en los estudios, finalmente abandonan la escuela.
Los esfuerzos y las promesas oficiales de proporcionar toallas sanitarias se han quedado cortos. El gobierno keniano aumentó el presupuesto para distribuir toallas sanitarias a las niñas en edad escolar en 2018, pero la cantidad se redujo a la mitad el año siguiente.
La vecina Tanzania eliminó los impuestos sobre las toallas sanitarias para hacerlas más asequibles, pero muchas personas todavía las encuentran demasiado caras debido a los altos costos de producción e importación.
Ahora Orwoba recibe llamadas de organizaciones que quieren hacer que los pobres puedan adquirir productos para la menstruación, como una empresa británica que quiere colocar dispensadores de toallas sanitarias en los baños públicos. Estos dispensadores han sido comunes durante mucho tiempo en los baños públicos de Kenia para la distribución de condones, como parte de las campañas nacionales contra el VIH.
En los últimos años, se han introducido en Kenia productos reutilizables para la menstruación, como toallas sanitarias lavables y copas de silicona, pero la falta de acceso al agua para limpiarlos en algunas comunidades rurales ha impedido que algunas usuarias los adopten.
Virginia Mwongeli, de 24 años, vende copas para la menstruación en Nairobi y cree que la audaz campaña de Orwoba ayudará a terminar con la llamada vergüenza del período. “Necesitamos que los períodos se consideren algo normal”, afirma.
La decisión de la senadora de entrar al Parlamento con los pantalones manchados fue “totalmente aceptable, pues que la gente necesita hablar abiertamente sobre la menstruación”, opina Lorna Mweu, conocida popularmente como Mamake Bobo y fundadora de la organización Period Party, que realiza un evento anual en Kenia para combatir el estigma.
Orwoba anhela que llegue el día en que las manchas accidentales del periodo se consideren normales y no vergonzosas. Lamenta que muchas mujeres y niñas estén gastando en toallas sanitarias costosas al usarlas como medida de precaución por ansiedad: “Es un paquete entero que has desperdiciado por miedo a mancharte la ropa”, agrega.