Las vidas de 5 amigos se entrelazan con guerra de Ucrania
BUCHA, Ucrania (AP) — En el cementerio donde están enterrados Oleksii Zavadskyi y Yurii Stiahliuk, las mujeres a las que amaban fuman las marcas de cigarrillos favoritas de los hombres. Exhalan humo en silencio.
Entrelazado en los dedos delicados de Anastasiia Okhrimenko hay unos Camel. Anna Korostenska enciende un L&M, mientras sus manos tiemblan por el frío. Un ritual íntimo cuando los dos hombres aún estaban vivos —al final del día, cuando eran solo ellos dos—, ahora es una tradición sombría y póstuma.
Oleksii y Yurii murieron en el frente oriental de combate en Ucrania con cinco meses de diferencia. Uno de ellos era el mejor amigo de Vadym Okhrimenko y murió en sus brazos. “Se fue, en un instante”, dice, mientras empaca rápidamente su uniforme y equipo de combate. Regresa pronto al campo de batalla, cargado de dolor, hambriento de venganza.
Los cinco se conocían desde la infancia. Alcanzaron la mayoría de edad en Bucha, un suburbio de Kiev que ahora es sinónimo de las atrocidades más terribles de la guerra. Sus historias entrelazadas revelan cómo la invasión rusa a Ucrania hace exactamente un año cambió sus vidas, su vecindario y su país.
“Esta guerra no se trata sólo de soldados”, sostiene Anna. “Trata de todos los que están conectados con ellos y de su dolor”.
Con cada mes que transcurría, se formaron capas sedimentarias de duelo: ocupaciones violentas seguidas por separaciones con lágrimas y esperas interminables. Entre los frentes caóticos donde la victoria se convirtió en desgaste y los hogares fueron embestidos con ataques aéreos y apagones constantes, el amor floreció, las amistades se profundizaron y el miedo a la muerte se atrincheró.
Mientras persiste el conflicto que mató a sus seres amados, Anna, Anastasiia y Vadym —hermano de ella— se debaten una cuestión que toda Ucrania —devastada por la guerra— debe afrontar: después de la pérdida, ¿qué sigue?
HISTORIA EN DESARROLLO
En Bucha, los lugares conocidos de la infancia han quedado impregnados de una historia nueva y oscura.
Hay un edificio detrás del patio de juegos donde decenas de personas se refugiaron de las tropas rusas mientras se acercaban; las cocheras donde los soldados rusos quemaron vivos a quienes se refugiaron en su interior; el supermercado desde donde ahora parten los cortejos fúnebres.
La ocupación de Bucha —que duró 33 días desde el inicio de la invasión el 24 de febrero hasta el 1 de abril, cuando las tropas rusas se retiraron— se convirtió en un símbolo potente de los horrores de la guerra. La liberación reveló el asesinato masivo de civiles y relatos cruentos de violaciones. Más de 450 personas fueron asesinadas, según las autoridades locales.
Anastasiia huyó de la zona. Anna permaneció en Bucha hasta el 10 de marzo. Pasó las noches en el refugio mientras los tanques rusos pasaban por su vecindario de Sklozavod. Los soldados saquearon tiendas y arrollaron a un hombre sentado en un automóvil. Ella fue testigo de todo eso.
“Todavía lo estamos procesando”, afirma Andrii Holovyn, de 50 años, el sacerdote de la comunidad, quien presidió el funeral de Yurii y los de muchos otros soldados después de él. “La gente vive en peligro constante, sin luz, sin descanso entre todo eso”.
La ocupación impulsó a los amigos de la infancia a actuar. La madre y la hermana de Oleksii escaparon a Alemania. La esposa de Vadym huyó a la República Checa. Yurii le pidió a Anastasiia que renunciara a su trabajo y permaneciera en casa.
Los tres hombres Eran muy diferentes.
Yurii tenía un aura de eterna juventud, el tipo de persona que sonríe con ganas incluso cuando está enojado.
Oleksii era peleonero, un rebelde por fuera, pero intensamente introvertido.
Vadym, un brusco y autodenominado “hooligan del fútbol”, era su líder.
Conmovidos por la masacre cometida en el lugar donde nacieron, se unieron al ejército en la primavera de 2022. Nadie podía darse el lujo de cruzarse de brazos y ver cómo se desarrollaba la guerra, explica Vadym.
VIVIR ENTRE LLAMADA Y LLAMADA
Este fue el momento que Anastasiia eligió para proponerle matrimonio a Yurii.
Fue su manera de decirle que podía contar con ella y esperarlo de vuelta. Habían estado juntos por siete años, una relación que hizo chispa el día en que Yurii, el chico que conoció de niña y a quien sólo conocía como amigo de su hermano, reapareció en su vida con un inocuo saludo en redes sociales.
“Me di cuenta de que él era la única persona con la que podía imaginar mi futuro”, dice ella.
Fue una ceremonia sin lujos. Se firmaron papeles y se intercambiaron anillos, pero los planes futuros eran detallados. “Primero, teníamos que ganar esta guerra”, agrega Anastasiia y gira su anillo de bodas en su dedo. “Probablemente, lo primero que haríamos después sería irnos de luna de miel”.
Yurii llegó a la ciudad oriental de Kramatorsk en julio, rumbo a la ciudad minera de sal de Bájmut, un feroz frente de batalla que resultaría ser el más largo de la guerra. “Viví entre llamada y llamada”, afirma Anastasiia.
A través de él, ella fue testigo del paisaje infernal que era la guerra.
Rusia había cambiado de táctica y retiró las tropas del norte después de una feroz resistencia ucraniana para centrarse en lo que Moscú describió como la “liberación” de la disputada región de Donbás.
Su correspondencia con Anastasiia a lo largo de seis meses reveló que su unidad estaba en movimiento constante. Los bombardeos y las batallas de artillería eran implacables, le dijo. Después de una noche de cañoneo intenso, envió un mensaje de texto: “Regresaré definitivamente”, con un emoji que lanza un beso en forma de corazón.
En agosto, él se quejó de que el enemigo tenía armas más avanzadas mientras que ellos debían conformarse con armas automáticas. Indefensos, pasaban horas escondidos en las trincheras.
La noche anterior al Día de la Independencia de Ucrania, el 25 de agosto, Yurii dijo creer que los rusos marcarían la ocasión con misiles. Le hizo prometer a ella que durmiera en el pasillo, lejos de las ventanas.
Regresó al frente. Cuando el cañoneo cesó por un momento, Yurii corrió hacia un automóvil, pensando que tenía tiempo suficiente mientras el enemigo recargaba sus armas.
Pero entonces el tiroteo comenzó de nuevo.
Fue Vadym, no Yurii, quien llamó a Anastasiia esa mañana. Tenía malas noticias de la Comisaría Militar.
“Dime que no es cierto”, dice el último mensaje de texto que le envió a su esposo. “Te lo ruego, dime que estás vivo”.
UNA DECLARACIÓN DE AMOR
Septiembre fue un punto de inflexión.
Ucrania lanzó contraofensivas sorpresa en las regiones del norte y del sur, logrando mellar la imagen del poderío militar de Rusia. Kiev se animó a pedir más armas a un Occidente vacilante para poder sostener la lucha, y Oleksii finalmente reunió el valor para decirle a Anna, por primera vez, que la amaba.
El suyo fue un romance que sólo ellos dos entendían, uno en el que los momentos de afecto podían convertirse rápidamente en discusiones estruendosas.
El primer beso de Anna fue con Oleksii, cuando ella tenía 15 años, pero no hubo una relación de la cual hablar hasta la muerte de Yurii. Eso lo cambió a él. Oleksii reveló que la había amado toda su vida, pero que se había mantenido alejado porque ella tuvo una relación con uno de sus amigos. Ahora a él ya no le importaba.
“La muerte de Yurii nos empujó a aceptar el hecho de que puedes hacer cualquier cosa en esta vida mientras todavía estás vivo”, dice Anna.
Después del funeral de Yurii, Anna planeó pasar la noche con Anastasiia para consolar a su amiga en duelo. Oleksii, quien había pedido una licencia para asistir al entierro, la acompañó hasta la puerta y la besó.
Después, la llamó casi todos los días.
A mediados de septiembre, parecía especialmente cansado en una videollamada mientras estaba apostado en Zaporiyia. Le pidió a Anna que lo ayudara a averiguar cuánto tiempo se les permitía a los soldados tomar licencia. Le envió un enlace, una página de información para oficiales que necesitan tiempo para poder casarse.
“Zavadskyi, ¿quieres irte de vacaciones o casarte?”, le preguntó ella, juguetonamente.
“Combinemos lo práctico con lo agradable”, respondió él. Ese era el estilo de Oleksii. Estaban comprometidos.
El otoño se convirtió en invierno, Ucrania liberó las ciudades de Járkiv y Jersón, en el norte y en el sur respectivamente. Las victorias levantaron la moral, pero se obtuvieron poco a poco, con la ayuda de las armas occidentales que desgastaron a las fuerzas rusas y sus líneas de suministro.
En el este, las victorias fueron más difíciles de lograr. Las fuerzas rusas, con ayuda de mercenarios del contratista militar ruso Grupo Wagner, desataron tácticas para agotar a las defensas ucranianas. El 11 de enero, Oleksii fue desplegado a una posición cercana a Bájmut, muy cerca del mismo frente donde Yurii fue abatido fatalmente.
El 13 de enero la llamó. Hacía demasiado frío para poder dormir, dijo tembloroso. Las líneas de combate estaban muy cerca. Se encontraba a 15 metros del enemigo. Tenía miedo.
En las batallas de largo alcance, no es fácil ver si has matado a alguien, explicó. Había enviado videos de sí mismo desde estas posiciones antes, mientras disparaba hacia las lejanas líneas enemigas y gritaba: “¡Por Stiahliuk!”: por Yuri, pero aquí podía ver claramente cómo caían los hombres que mataba.
Anna le dijo bruscamente. “Tienes que entender que si no matas, ellos te matarán”.
Murió al día siguiente de un balazo en el cuello.
HERMANOS DE ARMAS
Hasta que fueron desplegados de nuevo al este de Ucrania, se habían sentido invencibles. En Zaporiyia hicieron dos prisioneros después de una emboscada y obligaron a los rusos a retroceder al menos 10 kilómetros. Oleksii era tanto soldado de infantería como conductor del vehículo blindado del pelotón.
En Bájmut, se les ordenó realizar maniobras peligrosas al pie del flanco, cerca de las líneas enemigas.
“Tienes que luchar todos los días, cada minuto”, explica Vadym. Los ataques rusos parecían interminables. Sus soldados pasaban junto a los cadáveres de sus propios camaradas en su avance implacable hacia las posiciones ucranianas.
En medio de un tiroteo del 14 de enero, Oleksii colapsó súbitamente. Como no había sangre, Vadym pensó que había sufrido una conmoción.
Arrastró a su amigo a un lugar seguro y le tomó el pulso. Podría jurar que lo sintió, pero el médico en el sitio dijo que Oleksii murió instantáneamente.
Esta vez, Vadym no tuvo la fuerza para llamar a Anna. Como comandante de su pelotón, Vadym se sintió responsable de proteger a su mejor amigo. Le prometió al padre de Oleksii, Sergey, que lo traería vivo a casa. “Estaba avergonzado”, dice. Yurii había estado con una unidad diferente.
“No hay palabras doradas ni milagrosas que puedan aliviar instantáneamente su dolor”, dice Holovyn, el sacerdote de los feligreses que acuden a él con sus relatos de sufrimiento. El otro día, la maestra de la escuela dominical le contó que su esposo había muerto en el frente, pero que su cuerpo permanece en territorio controlado por los rusos. Yace ahí, en la nieve.
En Bucha, ya hay algunas personas que la están reconstruyendo. En el aire flota el olor a aserrín, mientras los trabajadores reparan techos destruidos y los residentes aceptan la precariedad de vivir sin paz.
En la casa de la abuela de Oleksii, en Bucha, Anna abraza las camisas de su prometido para captar el aroma persistente de él. “Dicen que la Tierra gira, pero mi Tierra se ha detenido”, afirma.
El tiempo tampoco lo ha hecho más fácil para Anastasiia. “Sales de un estado estresante y comienzas a darte cuenta de lo que está sucediendo realmente”. A veces se sorprende a sí misma al esperar todavía una llamada.
Una al lado de la otra, ambas mujeres estuvieron juntas en los funerales de los hombres que amaban. “Solo Nastya me comprendió, como nadie más”, dice Anna al usar un apodo para Anastasiia y sujetarla de la mano.
Para Vadym, ha llegado el momento de partir. “Solo los tontos no tienen miedo alguno”, apunta al darse cuenta de que es el último de sus hermanos de armas. “Pero intentaré sobrevivir”.
Al día siguiente, partió.
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La periodista de The Associated Press en Bagdad, Samya Kullab, está en asignación en Ucrania.
Kullab está en: http://twitter.com/samya_kullab