Caso Memphis revela fallas en deber policial de intervenir
Mientras varios policías de Memphis atacaban a Tyre Nichols a patadas, puñetazos y porrazos, otros lo sujetaban o se arremolinaban a su alrededor, incluso mientras el hombre de 29 años gritaba de dolor antes de que su cuerpo se desplomara sin fuerzas contra el costado de un automóvil.
Como ocurrió con el ataque policial a George Floyd en Minneapolis hace casi tres años, una simple intervención de otros agentes podría haber salvado una vida. En cambio, Nichols está muerto y los cinco policías están acusados de asesinato en segundo grado y otros delitos.
Es posible que se tomen más medidas disciplinarias ahora que se ha hecho público el desgarrador video de cómo trataron a Nichols. La policía de Memphis suspendió a otros dos agentes el lunes y dice que el departamento aún investiga lo sucedido. El departamento de bomberos de Memphis también despidió a tres rescatistas que acudieron al lugar por no haber evaluado la condición de Nichols.
Las unidades de policía de Memphis y Minneapolis son algunas de las muchas agencias del cumplimiento de la ley en Estados Unidos que cuentan con políticas sobre el “deber de intervenir”.
El protocolo de Memphis es claro: “Cualquier miembro que observe directamente a otro miembro involucrado en una conducta peligrosa o criminal o en el abuso de un sujeto deberá tomar medidas razonables para intervenir”.
No es solo una política, es la ley.
Los tres agentes de Minneapolis que omitieron intervenir y evitar que su entonces colega Derek Chauvin se arrodillara sobre el cuello de Floyd mientras el hombre negro decía que no podía respirar fueron condenados por violaciones federales a los derechos civiles.
Los expertos coinciden en que la presión de los pares, y en algunos casos el miedo a las represalias, está en la mente de los policías que no impiden que sus colegas hagan cosas indebidas.
“Tienen miedo de ser excluidos”, opina George Kirkham, un expolicía y ahora profesor emérito de Criminología en la Universidad Estatal de Florida. “Tienes que depender de esos tipos. Es la delgada línea azul. Cuando salgas y te metas en un lío, no tendrás a nadie más que te ayude, excepto a otros policías”.
Nichols fue detenido durante una parada de tránsito la noche del 7 de enero. El video de una cámara corporal muestra que fue golpeado mientras los policías lo insultaban, incluso cuando Nichols parecía confundido acerca de lo que presuntamente hizo incorrectamente. En medio del caos, corrió y finalmente lo atraparon en otra intersección, a poca distancia de la casa de su madre.
Las imágenes de una cámara de seguridad del lugar muestran a dos policías que sostienen a Nichols en el suelo mientras un tercero parece patearlo en la cabeza. Más tarde, otro agente golpea a Nichols repetidamente con una porra mientras un policía más lo sostiene.
Los policías ponen a Nichols de pie, aunque apenas puede mantenerse erguido. Uno lo golpea en la cara y Nichols se tambalea, todavía sostenido por otros dos. Luego de más golpes, se desploma, pero el ataque continúa. Cuando termina, Nichols está desplomado contra un automóvil. Pasarían más de 20 minutos antes de que se le prestara atención médica, aunque tres miembros del departamento de bomberos llegaron al lugar con equipo médico en 10 minutos. Esos trabajadores —dos médicos y un teniente que los acompañaba— fueron el personal despedido la noche del lunes.
Chuck Wexler, director ejecutivo del Police Executive Research Forum (Foro de investigación ejecutiva de la policía, una organización sin fines de lucro de investigación y políticas policiales con sede en Washington) explica que las políticas sobre el deber de intervenir se volvieron comunes después de que unos policías atacaron e hirieron gravemente a Rodney King en Los Ángeles en 1992.
“Pero tener una política y superar lo que muchos dirían que es la cultura policial son dos cosas diferentes”, agrega Wexler. “No es suficiente el sólo tener una política. Necesitas practicarla. Necesitas analizarla en detalle”.
En algunos casos, han resultado ser ciertas las preocupaciones de los policías sobre las represalias que pueden sufrir por intervenir.
En Búfalo, Nueva York, a la agente Cariol Horne le faltaba un año para jubilarse pensionada cuando enfrentó cargos de su propio departamento después de jalar el brazo de un compañero policía que lo mantenía alrededor del cuello de un sospechoso de violencia doméstica en 2006. Fue despedida. En 2021, un juez de la Corte Suprema estatal restableció su pensión y anuló su despido.
El año pasado en Sunrise, Florida, el sargento Christopher Pullease fue acusado penalmente después de un incidente captado en video en el que una policía no identificada jaló a Pullease por el cinturón para alejarlo de un sospechoso esposado después de que Pullease le apuntara con gas pimienta. La respuesta de Pullease fue poner una mano en la garganta de su colega y empujarla, mostró el video.
Los expertos también estaban perplejos de que ningún supervisor del departamento de policía estuviera presente durante el incidente de Memphis. Si hubiera estado, dijeron, el resultado podría haber sido diferente.
“Fui supervisor durante mucho tiempo y si tú llegas al sitio, incluso sin previo aviso, evitas que la gente haga, a falta de un mejor adjetivo, cosas tontas”, declara Joseph Giacalone, exsargento de policía de la ciudad de Nueva York, quien da clases en el Colegio John Jay de Justicia Penal, en Nueva York.
La directora de policía de Memphis, Cerelyn “CJ” Davis, manifestó que su departamento sufre escasez de supervisores y calificó la falta de uno de ellos durante el incidente como “un problema grave”. Davis disolvió el sábado la llamada unidad Scorpion (Escorpión) de la ciudad, cuyos policías estuvieron involucrados en la golpiza.
David Klinger, criminólogo de la Universidad de Missouri-St. Louis, señala que las decisiones de un policía sobre si intervenir o no en las acciones de un colega no siempre son tan claras. Explica que un policía puede ver un arma que está bloqueada en la línea de visión de otro, por ejemplo, e intervenir en el momento equivocado puede poner en peligro la vida de los policías en el lugar.
“La capacitación debe ser precisa sobre el tipo de circunstancias que justificarían una intervención”, añade Klinger.