El alcalde de Kiev: Lo extraordinario en tiempos difíciles
KIEV, Ucrania (AP) — El chaleco antibalas está apoyado en un radiador, listo para utilizarse, y hay casquillos gastados entre los objetos del escritorio. Se ven recuerdos de boxeo y un cartel que pide a los visitantes que dejen las armas de fuego en la puerta. Todo aquí dice que es el despacho de un alcalde extraordinario, en tiempos extraordinariamente duros.
Hay otros detalles más personales en la imagen. El libro en una mesa auxiliar sobre el líder británico de la II Guerra Mundial Winston Churchill está firmado “Con los mejores deseos” por su autor, el ex primer ministro británico Boris Johnson.
Y luego está la figura de plástico de un musculoso boxeador con el puño en alza, un recordatorio de lo físicamente imponente, incluso temible, que era Vitali Klitschko en su mejor momento como boxeador campeón del mundo.
Eso no ha cambiado. Su estrechón de mano es aplastante, su mirada firme. Pero la presión sobre sus hombros y sobre el tiempo del alcalde de la capital ucraniana son más fuertes ahora que nunca antes, cuando su suerte se medía en asaltos de tres minutos que terminaban con el sonido de la campana.
“Si intentara explicarle todos los desafíos que tengo, necesitaríamos semanas", dijo Klitschko, de 51 años.
Como ocurría durante sus años como púgil, la lucha por supervivencia en la que se encuentra es primitiva. Pero también más esencial: impedir que la ciudad de 3 millones de personas se quede sin electricidad por completo, asegurarse de que las familias no se congelan conforme se asienta el frío invernal y mantener la digitalizada capital ucraniana conectada al resto del mundo.
Todo esto en medio de una espantosa guerra contra un invasor, Rusia, que parece decidido a destruir todo eso con sucesivas rondas de misiles y drones explosivos que han golpeado la red eléctrica ucraniana y otra infraestructura clave.
“Es terrorismo”, dijo Klitschko, que asestó la palabra como un puñetazo durante una entrevista con The Associated Press en su oficina del ayuntamiento en el 268vo día de invasión.
“Nos (dejaron) congelados”, dijo. “Sin electricidad, sin calefacción, sin agua”.
La electricidad aún funciona -en ocasiones- pero ya no se puede contar con ella. En una ciudad con wifi en todas partes y donde casi todo podía hacerse por internet, los prolongados apagones son la penosa nueva normalidad para muchos. El presidente, Volodymyr Zelenskyy, dice que los ataques rusos han dañado en torno a la mitad de la infraestructura energética ucraniana.
En los restaurantes en penumbra de Kiev, los clientes comen casi a ciegas, atendidos por camareros que llevan velas. Los vecinos se levantan en plena noche, o cuando llegue su turno de unas pocas horas de energía, para ducharse y hacer la colada.
“Un enorme desafío”, dijo Klitschko.
De modo que, ¿cuál es el peor escenario posible? ¿Cuánto podría empeorar la situación?
“No me gusta hablar de eso”, dijo. “Pero tengo que estar preparado”.
Parte de la respuesta está fuera de las grandes manos de Klitschko. Cuán difícil se volverá la vida depende en parte de cuántos misiles queden en el arsenal del presidente de Rusia, Vladimir Putin, para arrojar sobre Kiev y otras ciudades.
Pero en el lado bueno, tras los ataques más recientes parece que cada vez menos misiles y drones superan las defensas antiaéreas de la capital, reforzadas con sistemas proporcionados por Occidente para derribar proyectiles. El primer ministro británico, Rishi Sunak, visitó Kiev el sábado de forma inesperada y prometió más ayuda, 125 armas antiaéreas y otras defensas contra los drones explosivos proporcionados por Irán que ha empleado Rusia.
“Es mucho mejor que antes, sin duda”, dijo Klitschko. “Pero no es suficiente (...) Necesitamos más para proteger otras ciudades”.
Klitschko supone que la estrategia de Putin es sembrar tanta miseria entre los ucranianos que dejen de pelear.
Eso no funcionará, auguró.
“Tras cada ataque de cohete, hablo con la gente, con los civiles sencillos. No están deprimidos”, dijo. “Estaban enojados, enojados y listos para quedarse y defender nuestras casas, nuestras familias y nuestro futuro”.
Una bandera ucraniana en la pared tras su escritorio reforzaba sus argumentos. “Juntos a la victoria” y “Venceremos”, habían escrito unos soldados sobre la tela.
Para reforzar su argumento, el alcalde citó un mensaje que dijo haber recibido de un soldado de Kiev, que le decía que en su puesto en el frente “no hay calefacción, ni agua, ni electricidad, ni servicios”.
“Combatimos por todos ustedes. Si se quejan, piensen en nuestras condiciones”, dijo Klitschko que le había pedido el soldado.
“Es una gran respuesta”, añadió.