“Creí que iba a morir”: Abusos generalizados en Ucrania
KYSELIVKA, Ucrania (AP) — Durante 10 días, Alesha Babenko estuvo encerrado en un sótano donde los soldados rusos lo golpeaban regularmente. Atado, con los ojos vendados y bajo amenazas de descargas eléctricas, el joven de 27 años les rogaba que se detuvieran.
“Creí que iba a morir”, declaró en una entrevista con The Associated Press.
Babenko y su sobrino de 14 años, Vitaliy Mysharskiy, fueron arrestados en septiembre por soldados rusos que ocuparon su pueblo de Kyselivka, en la región sureña de Jersón, en Ucrania. Habían estado tomando fotos de tanques destruidos y enviándolas al ejército ucraniano.
Sentado esta semana en un banco fuera de su casa, Babenko estaba visiblemente conmocionado mientras relataba el trauma de haber sido arrojado a un automóvil, conducido a la ciudad de Jersón e interrogado hasta que confesó.
A medida que la violencia se intensifica en Ucrania, los abusos perpetrados por Rusia se han generalizado, según Naciones Unidas y grupos defensores de los derechos humanos. La situación es especialmente preocupante en la región sureña de Jersón, donde cientos de pueblos, incluida la ciudad principal, fueron liberados de la ocupación rusa a principios de noviembre. Fue uno de los mayores éxitos de Ucrania en la guerra de casi nueve meses, al haberle asestado otro duro golpe al Kremlin.
La ONU dice que está tratando de verificar las denuncias de casi 90 casos de desapariciones forzadas y detenciones arbitrarias en Jersón y que intenta comprender si la escala de los abusos es aún mayor que lo ya documentado.
Los funcionarios ucranianos han abierto más de 430 casos de crímenes de guerra sólo en la región de Jersón y están investigando cuatro presuntos sitios de tortura, declaró a la televisión estatal el ministro de Asuntos Internos de Ucrania, Denys Monastyrskyi.
Las autoridades han encontrado 63 cadáveres con señales de tortura cerca de Jersón, agregó Monastyrskyi. No dio más detalles y afirmó que apenas estaba comenzando la investigación sobre posibles crímenes de guerra en la región.
El miércoles, reporteros de The Associated Press vieron el interior de uno de estos presuntos sitios de tortura en un centro de detención dirigido por la policía en Jersón.
Los soldados rusos parecían haberse ido apresuradamente, dejando atrás banderas y retratos del presidente ruso, Vladimir Putin, esparcidos bajo vidrios rotos en el suelo. Los vecinos describieron un flujo constante de personas esposadas que llegaban con bolsas en la cabeza. Quienes pudieron salir salieron caminando sin zapatos ni efectos personales.
Maksym Nehrov pasó su cumpleaños 45 en la cárcel. Fue detenido por los rusos porque él era un exsoldado.
“Lo más aterrador fue escuchar a otras personas mientras estaban siendo torturadas todo el día”, afirmó.
Mientras él caminaba por el corredor de la prisión, ahora vacía, recordó que cada vez que desobedecía de alguna manera a los rusos, lo golpeaban con una descarga eléctrica en el cuello y la cabeza.
A lo largo de la guerra, las aldeas ucranianas liberadas han revelado cómo los soldados rusos perpetraron miles de atrocidades contra los derechos humanos. Después de que Rusia se retirara en abril de Bucha e Irpin, dos suburbios de la capital, Kiev, había cadáveres esparcidos por las calles.
Los grupos defensores de los derechos humanos dicen que es demasiado pronto para saber si los abusos en Jersón estuvieron al mismo nivel que en otras áreas liberadas, pero creen que es muy probable.
“En todas las áreas ocupadas a las que hemos podido acceder, hemos documentado incidentes de tortura, ejecuciones extrajudiciales y tortura. Y nos preocupa mucho que en Jersón no haya sido diferente”, declaró a la AP Belkis Wille, investigadora sénior de crisis y conflictos de la organización Human Rights Watch.
El grupo ha documentado ataques ilegales contra civiles, torturas y desapariciones forzadas de civiles en las zonas ocupadas de todo el país.
Desde que las fuerzas rusas se retiraron el 10 de noviembre, los residentes de la ciudad de Kyselivka que sufrieron abusos luchan ahora por recuperar pedazos de sus vidas.
Después de que Babenko y su sobrino pudieron regresar a su casa, mientras su pueblo todavía estaba bajo la ocupación rusa, Babenko estaba demasiado aterrorizado para salir de la vivienda. Estaba atormentado por lo que tuvo que soportar. Aseguró que, mientras estuvo detenido, los soldados rusos lo interrogaron repetidamente, pateándolo y golpeándolo en las costillas, nariz y estómago casi a diario.
Su joven sobrino escapó de tal abuso, pero le dijeron que él se convertiría en ciudadano ruso y estaría protegido. Explicaron que los dos fueron liberados después de confesar en un video lo que habían hecho. Otros en su pueblo no han tenido tanta suerte.
Hace dos meses, soldados rusos sacaron de su casa al padrino del hijo de Alla Protsenko y ella no ha sido visto desde entonces. Mientras caminaba por la escuela parcialmente destruida donde ella solía enseñar antes de que los rusos la convirtieran en una base militar, Protsenko afirmó que lo ha buscado por todo el país, sin éxito.
La última vez que la mujer de 52 años lo vio fue el día de su cumpleaños, una semana antes de que él desapareciera.
“Lo recuerdo sonriendo como diciendo: ‘Espera, todo estará bien’”, afirmó. “Para mí, todavía está vivo. No puedo aceptar ahora que (quizás), se ha ido”.