Empeoran pugnas internas del partido en el gobierno mexicano
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Una muestra contundente de riñas políticas internas a puño limpio estalló esta semana en el partido Morena del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, incluso conversaciones telefónicas grabadas en secreto y denuncias de vínculos con cárteles de la droga.
Con Morena dominando ahora, la pregunta más importante en la política mexicana se ha convertido en qué tipo de divisiones internas afectarán al partido —que básicamente existe por López Obrador— cuando él se retire en 2024. La respuesta que se vio esta semana es que seguramente no será nada agradable.
El derramamiento de sangre comenzó, literalmente, el viernes, cuando Salvador Llamas, miembro del comité nacional de Morena, fue asesinado a tiros frente a comensales aterrorizados en un exclusivo restaurante de carnes en la ciudad occidental de Guadalajara.
La víctima se desempeñaba como funcionario local en puerto turístico de Puerto Vallarta, que al igual que el resto del estado de Jalisco está dominado por el Cártel Jalisco Nueva Generación. Extrañamente, Llamas fue baleado por un hombre que estaba sentado con él en su mesa. Los fiscales locales dijeron que el asesinato parecía estar relacionado con el narcotráfico.
El asesinato reavivó el malestar de las elecciones internas para liderar Morena en agosto, que estuvieron repletas de acusaciones de fraude. Llamas fue elegido por un margen sospechosamente amplio en esa votación.
John Ackerman, un académico de origen estadounidense y disidente del partido, tuiteó que Llamas era “un narco de Vallarta, consejero de Morena por acarreo de gente”.
López Obrador dijo posteriormente que no había evidencia hasta el momento de que Llamas estuviera implicado con los cárteles.
Otra disputa estalló durante el fin de semana, cuando la gobernadora de Campeche, un estado en la costa del Golfo de México, sugirió que tenía información vergonzosa de escuchas telefónicas sobre Ricardo Monreal, el jefe de Morena en el Senado.
Monreal se ha postulado para la nominación para suceder a López Obrador, quien constitucionalmente no puede reelegirse, a pesar de que la alcaldesa de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se ha convertido en la clara favorita. La campaña de Monreal ha sido lo suficientemente ruidosa como para afirmar que los líderes de Morena quieren callarlo.
En esa disputa intervino la gobernadora DE Campeche Layda Sansores, una extravagante aliada del presidente, conocida por su cabello rojo brillante. Cuando asumió como gobernadora, llegaron a sus manos vergonzosas escuchas telefónicas que involucraban a algunos de los principales políticos de México.
Campeche está muy lejos de los centros de poder, pero su fiscal estatal, Renato Sales, fue jefe de la Comisión Nacional de Seguridad y sin duda sabría cómo obtener esas grabaciones. La oficina de Sales no respondió a una solicitud de comentarios.
Sansores ha usado audios anteriormente para dañar la reputación de Alejandro Moreno, jefe del alguna vez todopoderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI, que gobernó México de 1929 al 2000). En un programa de radio que ella conduce, Sansores reprodujo los audios donde se escucha a Moreno decir “a los periodistas no hay que matarlos a balazos papá, hay que matarlos de hambre”.
El martes, la gobernadora presentó una serie de mensajes de WhatsApp supuestamente entre Monreal y Moreno, en los que Monreal parecía ofrecer interceder ante los fiscales para ayudar a resolver los problemas legales de Moreno. Sansores no especificó cómo tuvo acceso a las conversaciones y sólo dijo que “cayeron” en sus manos y que todavía tenía cientos más por revelar.
Monreal ha dicho anteriormente que durante su tiempo en la oposición lo había espiado el oficialismo, “pero nunca por mi propio partido”.
“Es una guerra fratricida dentro de Morena”, declaró Monreal. “Es inaceptable, inverosímil, que nos estemos destruyendo al interior”.
Hubert Carrera, veterano columnista de un periódico en Campeche, cree que Sales tiene una unidad de vigilancia y que Sansores está actuando como ejecutora de López Obrador, quien aparentemente no quiere rebajarse a jugar política intrapartidista.
“El problema es que Ricardo Monreal no es sumiso a Andrés Manuel López Obrador y esté a punto de romper con Morena”, aseguró Carrera. “Porque hay una instrucción del presidente Andrés Manuel López Obrador de que a través de Layda Sansores se ataque a todo enemigo, aunque sea del mismo partido político del Movimiento de Regeneración Nacional, se ataque para impedir que esos intereses puedan incidir en contra de su corcholata favorita que es Claudia Sheinbaum”.
López Obrador —la única fuerza real y árbitro político en el partido que él fundó en 2013— hizo poco para desalentar las luchas internas u ocultar su afecto por Sansores, afirmando: “Yo estimo muchísimo, muchísimo, muchísimo, la quiero mucho, mucho, la admiro por ser luchona, a Layda Sansores”.
El estilo político del presidente se remonta a los días de gloria del PRI en la década de 1970, cuando México estaba repleto de dinero del petróleo y el gobierno podía recompensar a los sindicatos y grupos agrícolas leales con dinero en efectivo. La política entonces estaba llena de intrigas, tratos clandestinos y codazos afilados mientras la gente competía por la aprobación del todopoderoso presidente del momento.
“La misma lógica, el mismo estilo priísta de hacer política, de alguna manera sigue vivo”, aseguró Ivonne Acuña Murillo, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México.
El propio López Obrador ha reproducido durante sus ruedas de prensa matutinas llamadas telefónicas grabadas en secreto y ha utilizado información fiscal supuestamente confidencial para tratar de desacreditar a un periodista que no le cae bien. En general, el presidente dijo que la disputa Sansores-Monreal no le molestó demasiado.
“No afecta políticamente, hasta puede beneficiar. Sin duda, es de mal gusto, o sea, no debe de prevalecer eso, ese es mi punto de vista”, agregó.
La falta de preocupación de López Obrador puede deberse en parte al hecho de que nunca se ha esforzado mucho por construir un partido real. Está contento de mantener a Morena como un reflejo de su propia personalidad descomunal y ha estado feliz de recibir en él a figuras desacreditadas del PRI.
Es probable que esos elementos choquen con los seguidores más izquierdistas de López Obrador una vez que el presidente se retire.
“Él se va y nos deja en las manos de los demonios”, advirtió recientemente Ackerman, el disidente morenista.
Algunos líderes ya se han separado de Morena, como el exlíder del partido en la cámara baja del Congreso, Porfirio Muñoz Ledo.
“El gobierno actual… es un populacherismo desordenado y contrario al Estado de Derecho”, aseguró.
La alcaldesa capitalina Sheinbaum, que parece probable que suceda a López Obrador, carece de la estatura, el carisma y la habilidad política del presidente y parece poco probable que pueda unir a Morena.
“Ella no tiene la experiencia política que tienen ellos”, opinó Acuña Murillo. El pronóstico es que cuando López Obrador no esté para controlar a esos grupos, habrá un enfrentamiento mayor, agregó la académica.
“Y si algo sabemos es que la oposición es tan débil que el riesgo para Morena está abierto”, dijo.