Dominicana toma medidas enérgicas en frontera con Haití
LA HABANA (AP) — En momentos en que Haití se hunde rápidamente en el caos, su vecino, República Dominicana, ha respondido con medidas enérgicas contra los migrantes y con una mayor presencia militar, la cual el gobierno asegura servirá para “garantizar la seguridad fronteriza”.
Pero algunos temen que estas acciones sólo profundicen una añeja xenofobia en contra de los haitianos y perjudiquen a la economía de ambas naciones.
El domingo, el presidente dominicano Luis Abinader anunció la mayor adquisición de equipo militar por parte de su país desde 1961: Seis helicópteros, 10 aeronaves, 21 vehículos blindados y cuatro camiones antimotines.
En caso de que se envíen fuerzas internacionales en respuesta al llamado del gobierno haitiano para ayudar en el combate a las pandillas, “nosotros cerraríamos y bloquearíamos la frontera. Es muy peligroso para la integridad dominicana recibir asilos aquí en el país”, dijo Abinader en conferencia de prensa.
Las autoridades dominicanas también anunciaron que sopesarían la posibilidad de imponer controles migratorios más estrictos en la frontera con Haití en el futuro.
Las tensiones no son algo nuevo entre estas dos naciones, que comparten más de 380 kilómetros (240 millas) de frontera en la isla La Española.
La crisis en Haití se profundizó con el magnicidio del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, y las pandillas se han vuelto más poderosas al enfrenar a un gobierno debilitado. Eso ha desatado una inmensa oleada de migrantes, y República Dominicana se ha vuelto cada vez más estricto con sus políticas migratorias y fronterizas.
Una de sus medidas más drásticas ha sido el inicio de la construcción de un muro a lo largo de la frontera.
Activistas migratorios como William Charpantier Blanco, director de la Mesa Nacional para las Migraciones y Refugiados en la capital Santo Domingo, dijo que los grupos antimigrantes se han vuelto más influyentes en virtud de las nuevas medidas.
“La situación migratoria en la República Dominicana nunca estaba buena, pero en los últimos dos años se ha empeorado", declaró. “Porque en medio de la crisis política y económica en que vive Haití, el gobierno dominicano ha aplicado deportaciones masivas”.
Charpantier Blanco también resaltó que la mayoría de los migrantes solían ser haitianos de clase trabajadora, pero que ahora su organización ha registrado un creciente número de personas de clase media y alta que buscan salir del país.
Una de las pandillas más poderosas de Haití, así como manifestantes antigubernamentales, han mantenido en estado de sitio los suministros de combustible en Puerto Príncipe, provocando escasez no sólo de gasolina, sino de agua y otros productos básicos. Abinader se ha referido en ocasiones previas a la crisis en Haití como “una guerra civil de baja intensidad”.
Como resultado, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas está sopesando una solicitud del gobierno haitiano para enviar fuerzas extranjeras a combatir a las pandillas, o al menos disminuir los bloqueos.
El caos ha incrementado los temores de muchos dominicanos de que la violencia de las pandillas pueda extenderse hacia su país.
Paterno Valenzuela, un granjero de 56 años de la localidad fronteriza de Elías Piña, dice que aunque no ha visto un incremento en la violencia en la región, "yo estoy preparado porque esta crisis que tiene Haití es fuerte”.
Valenzuela dijo que ha visto grandes grupos de migrantes que suben por la montaña para salir de Haití, y expresó su preocupación sobre el aumento de contrabando de productos como la gasolina a través de la frontera. Añadió que estaría a favor de la intervención extranjera si la situación llega a eso.
Sin embargo, República Dominicana podría sufrir fuertes pérdidas si llegara a cerrar su frontera.
Según datos oficiales, República Dominicana exporta alrededor de 750 millones de dólares en productos cada año a Haití, su tercer mayor socio comercial. De manera informal se comercian otros 400 millones entre ambas naciones, según un estudio realizado por el Banco Central de la República Dominicana en 2017.
La comunidad de Valenzuela es una de muchas economías fronterizas que está estrechamente entrelazada con el país vecino y depende de los compradores haitianos para gran parte de sus ingresos.
"Todos esos pueblos se mueven con el mercado haitiano”, aseguró.
En tanto, migrantes haitianos como Charlie, quien se negó a dar su apellido por miedo a represalias, sigue viviendo en las sombras. Al igual que a Charpantier Blanco y otros activistas, a él también le preocupa que la situación sólo pueda empeorar.
Charlie, de 20 años, ha vivido en República Dominicana durante la mayor parte de su vida y trabaja en una panadería de Santo Domingo. No tiene recuerdos de su infancia en Haití, pero a principios de este año fue uno de los miles de migrantes haitianos deportados por el gobierno dominicano.
Al igual que muchos de ellos, volvió a República Dominicana con la ayuda de un amigo.
“No conocía a nadie allá”, señaló.
Ahora intenta pasar desapercibido.
“Yo salgo en la madrugada y vuelvo por la noche. Hay días en que me quedo en el negocio, y días cuando me quedo los domingos", comentó. “Una vida clandestina. Una vida muy difícil”.
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El periodista de The Associated Press Martín José Adames Alcántara contribuyó a este despacho desde Santo Domingo.