Nobel de la Paz no siempre ayuda a quienes se lo llevan
WASHINGTON (AP) — Ganar el Premio Nobel de la Paz a menudo da impulso a un movimiento de base o a una organización internacional que trabajan a favor de la paz y los derechos humanos. Abre puertas y enfoca la atención en sus causas.
Pero no siempre es así.
Para los dos periodistas que compartieron el Premio Nobel de la Paz del 2021, el último año no ha sido nada fácil.
El ruso Dmitry Muratov y la filipina María Ressa se han esforzado por mantener viva la lucha de sus organizaciones, que sus gobiernos quieren silenciar.
Los dos fueron premiados el año pasado por “sus esfuerzos por preservar la libertad de expresión, que es una precondición para la democracia y una paz duradera”.
Muratov, editor del diario Novaya Gazeta, vio cómo la situación de la prensa independiente en Rusia, ya de por sí mala, empeoraba tras la invasión de Ucrania el 24 de febrero. El periódico eliminó buena parte de sus informes sobre la guerra de su portal una semana después, en respuesta a una nueva ley que amenazaba con penas de hasta 15 años de cárcel a todo aquel que publicase información crítica de las fuerzas armadas o que fuese considerada “falsa”.
Esto incluía cualquier mención de que las fuerzas rusas causaron bajas entre los civiles o sufrieron derrotas en el campo de batalla. Todos los otros medios independientes importantes de Rusia cerraron o les bloquearon sus portales. Muchos periodistas se fueron del país.
Pero Novaya Gazeta siguió funcionando, con tres publicaciones impresas semanales que llegaron a 27 millones de lectores en marzo, según Muratov.
Finalmente, el 28 de marzo, después de dos advertencias de los reguladores de la prensa rusa, el diario anunció que dejaría de publicarse mientras durase la guerra. Varios de sus periodistas, no obstante, iniciaron un nuevo proyecto en el exterior, llamado Novaya Gazeta Europe.
Muratov continuó publicando el diario durante muchos tiempos duros desde su fundación en 1993. El diario fue muy elogiado, pero generó también numerosos enemigos por su tono crítico y sus investigaciones de abusos y corrupción. Seis de sus periodistas fueron asesinados.
En abril, cuando Muratov se encontraba en un tren para viajar de Moscú a Samara, un individuo le tiró pintura roja, causándole lesiones en los ojos. Muratov dijo que el hombre le gritó, “¡Muratov, esto va por nuestros muchachos!”.
En septiembre, por otro lado, un tribunal aprobó el retiro de su licencia que habían pedido los reguladores.
En su apelación, Muratov dijo que los reguladores deberían estar satisfechos porque el diario ya no se publicaba, pero que lo que querían era darle “un tiro de gracia en la cabeza” para asegurarse de que estaba muerto.
En junio hubo una nota positiva, cuando su Premio Nobel de la Paz fue rematado en 103,5 millones de dólares, batiendo el viejo récord para un Nobel. Usó el dinero para ayudar a niños ucranianos refugiados. Muratov dijo que también donó a obras caritativas los 500.000 dólares que cobró por el premio.
En las Filipinas, los problemas legales de Ressa y su portal noticioso Rappler bajo el gobierno de Rodrigo Duterte no mermaron tras su partida luego de cumplir el 30 de junio un turbulento mandato de seis años, que activistas describen como una calamidad para los derechos humanos.
El servicio online de Ressa fue uno de los más críticos de la brutal represión que lanzó Duterte contra el tráfico de drogas. Fallecieron miles de personas, sobre todo vendedores callejeros, y la Corte Penal Internacional inició una investigación de posibles crímenes de lesa humanidad.
Durante buena parte del gobierno de Duterte, Ressa y Rappler, que ella fundó en el 2012, soportaron una cantidad de demandas que amenazaron con cerrar el portal, el cual era cada vez más popular, y con encarcelarla a ella.
Dos días antes de que Duterte dejase el gobierno, los reguladores avalaron una decisión previa de revocar la licencia de Rappler sobre la base de que había permitido que un inversionista extranjero asumiese su control, violando una ley que impide precisamente eso. Rappler dijo que iba a resistir esa decisión.
Tiene el apoyo de prominentes figuras, como Hillary Clinton, quien dijo en un tuit que “Rappler y María Ressa dicen la verdad. Cerrar ese portal sería muy perjudicial para el país y para su gente”.
Una semana después, en julio, en los primeros días del gobierno de Ferdinand Marcos hijo, un tribunal de apelaciones de Manila ratificó una condena por difamación de Ressa y un ex periodista de Rappler en un proceso separado y les impuso a ambos una condena a prisión más larga, de seis años, ocho meses y 20 días.
Sus abogados apelaron para que permanezcan en libertad y puedan continuar publicando su periódico.
El presidente del Comité del Premio Nobel Noruego Berit Reiss-Andersen dijo que el fallo “pone de manifiesto la importancia de un periodismo libre, independiente, basado en los hechos, que proteja contra los abusos del poder, las mentiras y la propaganda de guerra”.
Hay quienes atribuyen la inesperada victoria electoral de Marcos, quien es hijo de un dictador acusado de violar los derechos humanos y de corrupción, derrocado en 1986, a una campaña a través de las redes sociales bien financiada, que blanqueó la historia de la familia Marcos y puso de manifiesto el impacto de la internet.
Cuando se le preguntó por Ressa y Rappler durante una visita a Nueva York el mes pasado, Marcos hijo dijo que su gobierno no interferiría con los procesos judiciales.
“Se determinó que (Rappler) era una empresa extranjera y eso no está permitido por nuestras leyes”, se limitó a decir.
El viernes se anunciará en Oslo quién se lleva el Premio Nobel de la Paz del 2022.