Camacho-Quinn, por otro oro que enorgullezca a Puerto Rico
EUGENE, Oregon, EE.UU. (AP) — Esto fue lo que ganar un oro olímpico para Puerto Rico le redituó a Jasmine Camacho-Quinn: Carteles publicitarios en todo San Juan, donde aparece sólo su primer nombre. Un desfile festivo con banderas sólo para ella. Conocer a los mayores dignatarios del país.
Ahora, junto con todo eso, viene la presión. Sabe que muchos esperan que se repita ese oro en los 100 metros con vallas, ahora en el Mundial de atletismo.
Pese a ser la mejor vallista en la temporada anterior, Camacho-Quinn no se consideraba favorita en Tokio, donde se apoderó del primer oro en atletismo en la historia de la isla.
Actualmente, tiene que asumir ese papel de candidata a al título. La medalla depositó mucho más peso sobre sus hombros, algo con lo que aprende a lidiar, en momentos en que se prepara para las eliminatorias del sábado en Eugene, Oregon.
“La presión está en ti, puede estresarte un poco”, dijo Camacho-Quinn, quien nació en Carolina del Sur pero decidió representar a Puerto Rico como un homenaje a la herencia materna. "Tratas de ser perfecta en todo. Tratas de tener un año tan bueno o al menos parecido al anterior.
“Ahora estoy manejando esto mucho mejor en realidad. Es algo bueno. No estoy tan nerviosa antes del Mundial”.
El 31 de diciembre de 2020, a las 9:15 de la noche, Camacho-Quinn desembolsó su teléfono y escribió en la aplicación de notas una serie de propósitos de Año Nuevo:
—Comprar una casa.
—Tener un auto nuevo.
—Ganar una medalla olímpica.
Logró todo eso.
Sin embargo, se quedó descontenta tras cruzar la meta aquel día en Tokio. Había rozado la novena valla y consideraba que eso le impidió romper el récord mundial.
“Luego me tuve que recordar que acababa de ganar un oro olímpico”, dijo Camacho-Quinn entre risas y en inglés —prácticamente no habla español.
El resultado contrastó con el de los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro, donde la boricua impactó la octava valla en la semifinal, tropezó encima de la novena y se estrelló contra la décima. Cruzó la meta, cayó de rodillas en la pista y se cubrió el rostro con las manos, antes de romper en llanto.
Se prometió que no le volvería a ocurrir. Analizó detenidamente esa carrera para determinar qué había salido mal. La pierna con la que tomaba los obstáculos se movía con algo de lentitud. Pulió sus movimientos y entrenó más duro.
En Tokio, dominó la carrera y celebró la medalla para la isla donde su madre nació. Camacho-Quinn creció en Carolina del Sur, pero siempre estuvo cerca de la cultura puertorriqueña gracias a su madre, con música, comida y celebraciones en casa.
Y aunque algunos podrían sorprenderse de que represente a Puerto Rico pese a nacer y desarrollarse en Estados Unidos, su caso no es extraño. De hecho, la decisión parece bastante razonable, ante la gran cantidad de talento con el que cuenta Estados Unidos en las vallas.
En tanto, ella sabía cuánto significaba esta medalla para los 3 millones de habitantes de Puerto Rico.
Ahora es una celebridad ahí.
“La cantidad de amor que he recibido es asombrosa”, dijo Camacho-Quinn, de 25 años. “Siento que he llevado alegría a todos”.
Se le trató como miembro de la realeza cuando volvió a Puerto Rico tras los Juegos Olímpicos. Había cartelones con la palabra “Jasmine” escrita en letras blancas con un fondo rojo. Se llevó a cabo un desfile por las calles, mientras los boricuas orgullosos agitaban banderas.
Pudo conocer además al hermano de Roberto Clemente, Justino, quien solicitó hablarle. La casa de Justino es un museo en honor a su hermano, el exjardinero de los Piratas de Pittsburgh, miembro del Salón de la Fama, quien pereció a los 38 años, el 31 de diciembre de 1972, en un accidente de aviación.
Justino tiene algo más en su colección de recuerdos valiosos: Un afiche de Camacho-Quinn.
Además, Camacho-Quinn estuvo en un simposio con el destacado pelotero Carlos Delgado.
“Es enorme el impacto que ella ha tenido en la comunidad boricua en Estados Unidos y desde luego en Puerto Rico”, dijo su agente Paul Doyle.
Camacho-Quinn no comenzó a entrenar en las vallas sino hasta el octavo grado. Pensó que su futuro estaba en la gimnasia, sobre la viga de equilibrio, no en la pista del atletismo.
En realidad, Camacho-Quinn se considera una velocista que adicionalmente compite en las vallas, tal como su padre James, quien abrazó esta disciplina en la Charleston Southern University (era el Baptist College en Charleston antes de un cambio de nombre en 1990). Su madre María fue velocista y practicó el salto de altura también en la universidad.
Camacho-Quinn asistió a la Universidad de Kentucky, donde se proclamó tres veces campeona de la NCAA. De esa institución surgió también una de las mayores rivales de la puertorriqueña, la estadounidense Keni Harrison poseedora del récord mundial y medallista olímpica de plata.
El hermano mayor de Camacho-Quinn es Robert Quinn, defensive end de los Bears de Chicago, seleccionado al Pro Bowl. Cuando Camacho-Quinn se coronó en Tokio, los Bears publicaron un mensaje de felicitación en Instagram, mientras Robert abandonaba el terreno.
Y el jugador hizo un salto como si estuviera librando una valla.
Camacho-Quinn comienza a destacarse en otra actividad, los bolos, donde logra ya marcadores de más de 100.
“No sé todavía cómo dare el efecto de curva a la bola, pero me interesa mucho aprenderlo”, dijo Camacho-Quinn. “Los bolos son divertidos”.
Pero no están en el programa olímpico.
“Entonces estoy bien con el atletismo”, dijo.