Una dividida ciudad ucraniana se prepara para otra batalla

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Una dividida ciudad ucraniana se prepara para otra batalla
ARCHIVO - Parte de un mortero se ve ante un cartel donde pone "Slovyansk", tras intensos combates entre combatientes prorrusos y ucranianos a las afueras de Slovyansk, en el este de Ucrania, el miércoles 9 de julio de 2014. (AP PFoto/Evgeniy Maloletka, Archivo)

SLOVYANSK, Ucrania (AP) — Un grupo de jóvenes soldados ucranianos fuera de servicio se reunió en un centro de distribución militar para disfrutar de un inusual descanso de los combates, que vuelven a golpear su dividido hogar en el este de Ucrania.

Mientras compartían bromas y una pizza se oían explosiones de artillería apenas a unos kilómetros de distancia, un recordatorio de la inminente batalla que amenazaba con producirse en la ciudad de Slovyansk, que fue ocupada por combatientes con apoyo ruso en 2014.

“Todo el mundo sabe que habrá una enorme batalla en Slovyansk”, dijo uno de los soldados, que no podía ser identificado por motivos de seguridad.

Ahora, ocho años después de la última ocupación de la ciudad, la guerra ha regresado. Slovyansk podría convertirse en el próximo gran objetivo de la campaña rusa para tomar la región del Donbás, el corazón industrial de Ucrania y donde la mayoría de la gente habla ruso. Si Moscú toma Lysychansk -el último bastión ucraniano que queda en la provincia de Luhansk, 70 kilómetros (43 millas) más al este, Slovyansk podría ser el siguiente blanco.

Otro soldado, un contable de 23 años que se alistó cuando comenzó la invasión, dijo que las fuerzas ucranianas simplemente no tienen armamento para resistir al arsenal superior del Ejército ruso.

“Sabemos lo que viene”, dijo con una sonrisa triste.

Estos soldados eran apenas adolescentes cuando separatistas prorrusos tomaron la ciudad durante tres meses. La breve ocupación de 2014 aterrorizó Slovyansk, donde decenas de funcionarios y periodistas fueron retenidos y se produjeron varios asesinatos.

Para recapturarla, el ejército ucraniano asedió la ciudad y se produjeron intensos combates y ataques.

“En realidad, la guerra nunca se fue de Slovyansk. no salió de la cabeza de la gente”, dijo Tetian Khimion, coreógrafa de 43 años y que ha convertido una tienda de pesca en un centro logístico para unidades militares locales.

“Por un lado es más fácil para nosotros porque sabemos cómo es. Por otro, es más difícil para nosotros porque llevamos ocho años viviendo así en suspenso”, señaló.

Slovyansk es una ciudad de lealtades divididas. Allí viven muchos jubilados, y no es inusual oír a los habitantes mayores expresar simpatía por Rusia o nostalgia por el pasado soviético. También hay desconfianza hacia el ejército y el gobierno ucranianos.

Tras un ataque reciente a su bloque de apartamentos, un vecino llamado Sergei dijo que creía que el ataque era ucraniano.

“No soy prorruso, no soy proucraniano. Estoy entre medias”, dijo. “Tanto los rusos como los ucranianos matan civiles, todo el mundo debería entender eso”.

El jueves, un grupo de residentes ancianos no podía ocultar su frustración después de que la explosión de una bomba rompiera su tejado y reventara sus ventanas.

Ucrania, señaló un hombre que no dio su nombre, “dice que nos protege, pero ¿qué clase de protección es esta?”.

“Se arrodillan ante ese Biden, ¡que se muera!", exclamó su vecina, Tatyana, en alusión al presidente de Estados Unidos, Joe Biden.

Después de 2014, dijo Khimion, se volvió más fácil saber “quién es quién” en Slovyansk. “Ahora se ve fácilmente: estas personas apoyan a Ucrania, y estas personas apoyan a Rusia”.

Después de la ocupación de 2014, señaló, no se hizo suficiente para castigar a las personas que colaboraron en favor de Rusia para impedir que la situación se repitiera.

“Por eso no podemos negociar, tenemos que ganar. De lo contrario será un proceso sin fin. Seguirá repitiéndose”, dijo.

El alcalde de Slovyansk, Vadim Lyakh, refleja la nueva trayectoria de la ciudad. Siguiendo el ejemplo del presidente de Ucrania durante la guerra, Volodymyr Zelenskyy, el alcalde ha decorado su oficina con banderas ucranianas, símbolos antirrusos, retratos de poetas nacionales e incluso una biografía de Winston Churchill.

Pero antes de 2014, formaba parte de un partido político que buscaba estrechar lazos con Rusia. Lyakh dijo que aunque el sentimiento a favor de Moscú ha remitido en los últimos años -en parte debido a los horrores presenciados en 2014-, aún hay “gente que espera al regreso de las tropas rusas”.

Conforme se acerca la línea del frente, se intensifican los ataques sobre la ciudad. Tres cuartos de los habitantes que había antes de la guerra han huido de Slovyansk, pero el alcalde dijo que aún queda demasiada gente, incluidos muchos niños. Les insta a evacuar. Pasa los días coordinando la ayuda humanitaria y reforzando las defensas de la ciudad.

Cada vez más, se ve entre los trabajadores de emergencias en lugares bombardeados. The Associated Press siguió a Lyakh y presenció hace poco lo que las autoridades describieron como un ataque de bomba racimo en una zona residencial. Una persona murió y varias resultaron heridas.

El alcalde dice que ahora caen proyectiles al menos cuatro o cinco veces al día y el empleo de bombas de racimo ha aumentado en la última semana. Aunque sigue siendo optimista de que las fuerzas ucranianas puedan mantener al enemigo a raya, también tiene claras sus opciones.

“Nadie quiere que le capturen. Cuando haya un peligro inminente de que las topas enemigas entren en la ciudad, tendré que irme”, dijo.

Lykah dijo que no puede permitirse relajarse, ni siquiera unos minutos.

“Es emocionalmente difícil. Uno ve gente que muere y resulta herida. Pero sin embargo, comprendo que este es mi trabajo y que nadie más que yo y la gente a mi alrededor puede hacerlo”, dijo.

Una mañana de la semana pasada, Lykah visitó un bloque de apartamentos que había sido atacado durante la noche. La mayoría de las ventanas en el edificio estaban reventadas, las puertas estaban rotas y abiertas y un cable eléctrico quedó cortado.

El mismo edificio fue atacado en 2014, cuando un proyectil dejó un gran agujero en la sexta planta y muchos residentes sufrieron huesos rotos.

Andrey, un trabajador fabril de 37 años que vive en el edificio desde hace 20 años, recuerda el ataque y la ocupación. Las fuerzas separatistas, dijo, “hicieron y tomaron lo que quisieron”.

En su círculo hay personas con opiniones dispares sobre Rusia.

“Los que han sufrido comprenden que esto es lo que significa el ‘mundo ruso’: significa casas rotas, autos robados y violencia", explicó. “Hay algunos que extrañan la Unión Soviética, que creen que todos somos un pueblo, y no aceptan lo que ven con sus propios ojos”.

En los ocho años desde que se retiraron los separatistas, dijo, la vida ha mejorado sensiblemente en Slovyansk.

La estatua de Vladimir Lenin que había en la plaza central ha sido retirada. Se renovó la infraestructura de agua y electricidad. Se construyeron nuevos parques, plazas y centros médicos.

“Se nos devolvió la civilización”, dijo Andrey.

En el centro de distribución militar, los jóvenes soldados hablaban con melancolía sobre sus vidas antes de la invasión.

“Tenía un coche genial, un buen empleo. Podía viajar al extranjero tres veces al año”, dijo el excontable, que tiene previsto quedarse en Slovyansk con los demás a defender la ciudad. “¿Cómo podemos dejar que alguien venga sin más y nos arrebate nuestras vidas?".

El esposo de Khimion está en el frente, y ella puso a su hija adolescente en un tren a Suiza en cuando comenzó la invasión.

“Me han privado de todo -una casa, un esposo, una hija-, ¿qué debería hacer ahora?”, pregunta. Hacemos todo lo que podemos para frenar (la ofensiva), para mantenerla al mínimo (...). Pero asustarse es abandonar este lugar".

A la entrada de la ciudad, un monumento con el nombre de Slovyansk está lleno de agujeros de bala de 2014. Se ha pintado varias veces. Ahora muestra los colores nacionales de Ucrania y un artista local ha pintado flores rojas en torno a cada agujero.

Los residentes de Slovyansk se preguntan -algunos con esperanza, muchos con temor- si el cartel volverá a pintarse de nuevo, con los colores rojos, blanco y azul de la enseña rusa.

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Valerii Rezik contribuyó a este despacho.

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