Fallo de Corte Suprema sobre el aborto: dos meses de espera
Y así, la espera interminable tras la filtración de la decisión que anulaba el fallo Roe vs. Wade, llegó a su final. Fueron casi dos meses en los que el aborto y todas sus complejidades fueron debatidos interminablemente, mientras la Corte Suprema de Estados Unidos guardaba silencio.
Durante todo ese tiempo, gran parte del foco estuvo en quién sufriría más si el aborto se volvía ilegal en casi la mitad del país. Una respuesta fue: las mujeres de minorías en estados en los que el procedimiento estaba en peligro. Esas mujeres tendían más a tener abortos que las mujeres blancas. Otras serían aquellas necesitadas de otros cuidados: las mujeres que pierden un embarazo, parejas que buscan tratamientos de fertilidad y acceso a ciertas formas de anticoncepción y que pudieran sufrir de los daños colaterales por las prohibiciones al aborto.
Las mujeres en Texas ya estaban viajando largas distancias para hacerse abortos: vivieron un adelanto de lo que pudiera haberse esperado en un mundo sin la protección constitucional que trajo Roe vs. Wade. Se temía que el resultado pudiera ser que las mujeres tuvieran que esperar más para hacerse un aborto que de otra manera.
Y ¿qué pasará con los niños que nacieron al no ser abortados? Muchos de los estados con las leyes de aborto más estrictas son también los lugares donde es más difícil tener y criar un niño saludable, especialmente para los pobres, pues ofrecen menos apoyo a los padres.
Pero en el curso de este interludio, el foco no estuvo solamente en las mujeres o los niños.
Hubo temores además de que otros derechos —el control de la natalidad y el matrimonio homosexual, entre ellos— pudieran verse amenazados por la anulación de la Roe (y al final, el juez Clarence Thomas, de los más conservadores de la Corte, insinuó precisamente eso). Los activistas trabajaron para defender esos derechos.
En un tiempo de polarización, pocos asuntos son más polarizadores que el aborto. Incluso entre los grupos religiosos con posiciones firmes sobre el tema, hubo una fragmentación: los católicos antiaborto no se mostraron monolíticos en su apoyo a la anulación del Roe vs. Wade y hubo cristianos devotos trabajando en clínicas de abortos, mientras otros protestaban afuera.
Mientras pasaban las semanas sin un fallo de la Corte Suprema, los operadores de clínicas de abortos hicieron planes para un futuro que habían temido: un tiempo en el que el servicio que proveen sería considerado ilegal.
Entretanto, la resistencia a favor de los derechos civiles se preparó para asumir un papel mayor, sin saber si podrían lidiar con el incremento de la demanda de mujeres embarazadas que necesitaban cruzar los límites estatales para poder hacerse un aborto legal.
Las mujeres comenzaron a reconsiderar las huellas digitales que dejaban sobre su salud reproductiva y de otro tipo. Por el otro lado, los activistas que habían peleado contra el aborto durante décadas esperaban que sus oraciones finalmente tuvieran respuesta.
Y cuando la tuvieron, hubo lágrimas.