La muerte de lo privado
Me asusta la idea de que ya nunca más estaremos solos, que desde todos los rincones mil pares de ojos observan nuestros movimientos. Lo preocupante es que nos gusta esa sensación de ser un centro entre tantos universos náufragos. A veces, solo a veces me pregunto qué pasa si realmente nadie nos mira, que hemos estado hablando frente a una pared blanca, agotando energía para un interlocutor que ya no existe o que nunca ha existido.
Extraño ese lejano momento donde éramos un simple tú y yo, sin millones de cibernautas esperando un conjunto de historias de dos anónimos, espiando nuestras palabras como si realmente les importara. Gente que finge demencia frente a otra gente que finge demencia (a la gente le gusta comentar sobre cualquier cosa-aunque no tenga ni idea de lo que hay adentro)
¿Quiénes somos?
Es triste pensar que ese conjunto de amores digitales son tan solo un simulacro, parejas que ni siquiera pueden habitar el mismo espacio. La no territorialidad de la web nos está dejando en este desierto donde lo intimo ha desaparecido para siempre, donde los perros viven devorando recuerdos que poco a poco serán eliminados por una nube gris, no importa que el contenido tenga una sonrisa, la nube siempre será gris y desaparecerá pronto, tragada por millones de nubes que no tendremos el tiempo de contemplar.
Te veo en un buen café, dejemos nuestros códigos digitales debajo de la mesa, mandemos a dormir los historiales, apaguemos la aplicación del WhatsApp, y vamos a quedarnos completamente solos esta noche, que nadie sepa nuestra ubicación y tengamos que caminar a la parada del autobús sin saber su tiempo de llegada. Sé que suena aterrador, pero en el fondo es un ejercicio de volver a la ley de gravedad, de habitar la tierra como antes, que los minutos se limiten a encontrarnos, con sus errores y aciertos, ignoremos los comentarios de esos extraños que nunca han entrado a casa, este lenguaje es nuestro y solo nosotros hemos transitado este puente, por lo tanto, estas estructuras responden a las manos de los arquitectos que la construyen hora tras hora. Volver a la incertidumbre, de eso se trata el vértigo de existir, ese vértigo que olvidamos cada vez que tecleamos las famosas direcciones de la internet.
Te confieso, que siento algo de placer cuando se me descompone el móvil y estoy obligado a retornar al espacio íntimo, a la territorialidad de la cama, al anonimato del café de la mañana, a la sala de cine independiente, al jardín de las flores violetas, al beso sin testigo, a la celebración clandestina, a las posibilidades infinitas de un acotado ..."tu y yo"