Sobreviviente de sitio de Leningrado vuelve a sufrir asedio
JÁRKIV, Ucrania (AP) — Alevtina Shernina era una niña durante el brutal asedio de Leningrado en la Segunda Guerra Mundial. Ocho décadas después, y tan débil que apenas puede hablar o moverse sin ayuda, vuelve a conocer un asedio.
La mujer de 91 años vive en Járkiv, la segunda ciudad de Ucrania y uno de los centros urbanos más golpeados por la invasión rusa. El bombardeo se acercó tanto que reventó las ventanas de su apartamento.
Pero Shermina no puede huir, ni siquiera ir a un refugio, Debido a sus trastornos cardíacos es demasiado frágil como para que la carguen por las escaleras al sótano cuando suenan las alarmas antiaéreas.
Podía comunicarse antes de la invasión rusa, pero ahora está casi insensible, dice su nuera Natalia. Un bombardeo esta semana dejó en shock a ambas.
Natalia relató que estaba en la cocina sirviendo té, “entonces abrí la puerta y no podía entender lo que pasaba. Había fuego detrás de la ventana y las ventanas se rompían”.
Ahora entra el aire frío por una ventana dañada por el ataque. Con rostro pálido y ojos cerrados, Shernina está sentada sobre una manta, con un calefactor eléctrico junto a los pies y sus medicamentos sobre una mesa a su lado.
“Siento furia inhumana porque Alevtina inició su vida en Leningrado bajo el sitio como una niña que pasaba hambre, vivía en el frío y el hambre, y ahora termina su vida (en circunstancias similares)”, dijo su nuera.
Habló con amargura de las fuerzas rusas y las comparó con los “fascistas” que asediaron Leningrado, ahora llamada San Petersburgo, durante casi 900 días hace tanto tiempo.
“¿Qué clase de defensores son estos?”, se preguntó. “¿A quién vinieron a defender?”.
Mostró una credencial oficial de su suegra como sobreviviente de uno de los sitios más letales de la historia. Las fuerzas alemanas rodearon Leningrado para someterla por hambre de 1941 a 1944, y cientos de miles murieron.
Ahora Járkiv, a 42 kilómetros de la frontera con Rusia, no puede huir de la invasión. Algunos habitantes han podido huir. Otros, como Shernina y su familia, solo pueden esperar y preguntarse cuánto durará.