Católicos transgénero encuentran apoyo y rechazo

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Católicos transgénero encuentran apoyo y rechazo
Christine Zuba posa para una foto en su cocina en Blackwood, Nueva Jersey, el 14 de febrero del 2022. Al anunciarse como mujer transgénero a los 58 años, Zuba, católica devota, fue recibda con brazos abiertos en la iglesia Saints Peter and Paul Catholic Church, donde actualmente es ministra de eucaristía. (AP Foto/Jessie Wardarski)

Para los católicos transgénero en Estados Unidos, conservar su fe puede implicar decisiones complejas. Enfrentan rechazo de otros católicos, incluyendo muchos obispos, pero encuentran plena aceptación en algunos lugares de la iglesia.

Un grupo pequeño, pero creciente de parroquias han formado grupos de apoyo LGBTQ y aceptan a las personas transgénero. Pero en los últimos dos años, al menos seis diócesis católicas han emitido directrices con restricciones dirigidas a las personas transgénero y se niegan a reconocer su identidad de género.

“Muchos obispos son anticiencia … son fríos y crueles”, dijo la hermana Luisa Derouen, una monja retirada que atiende a personas transgénero. “No puedes respetar a las personas y negar su existencia al mismo tiempo”.

La norma más reciente en ese sentido fue emitida por la arquidiócesis de Milwaukee en enero. Prohíbe que el personal de la iglesia utilice los pronombres preferidos por las personas transgénero que reflejan su identidad.

Objetando a la “teoría de géneros” que respalda a las personas trans, la norma estipula que “todas las interacciones y decisiones, parroquias organizaciones e instituciones deben reconocer solamente el sexo biológico de una persona”.

Entre otras medidas, dice que las parroquias, las escuelas y otras organizaciones católicas de la arquidiócesis deben requerir que las personas usen los lavabos asociados con su género al nacer y se adhieran al código de vestimenta correspondiente.

Una norma emitida en julio por la diócesis de Marquette, que abarca la Upper Peninsula de Michigan, dijo que los pastores deberán negar sacramentos —como bautismo y comunión — a católicos gay, trans y no binarios, “a menos que la persona se haya arrepentido”. Fue firmada por el obispo John Doerfler.

Pero en algunas parroquias en el país, se ve un rostro diferente, más acogedor, de la iglesia.

Apenas unas pocas semanas antes de que se anunciase la decisión de Marquette, la iglesia de Nuestra Señora de la Gracia en Hoboken, Nueva Jersey, celebró su misa anual de orgullo gay en respaldo a la comunidad LGBTQ. Por invitación del sacerdote, Alex Santora, parte de la homilía estuvo a cargo de Christine Zuba, una mujer transgénero de Nueva Jersey.

“No estamos desordenados, ni confundidos ni somos una novedad pasajera”, dijo Zuba, al hablar a los feligreses sobre la travesía de décadas que la llevó a revelarse como transgénero hace seis años, a la edad de 58. “No tratamos de desafiar a Dios, ni de ser Dios”.

“Al mantenernos visibles, no solamente fuera de estas paredes, sino también dentro de nuestras iglesias, cambiamos corazones y mentes, persona a persona”, dijo. “De vez en cuando podrían expulsarnos, pero si eso sucede, no vamos a desaparecer. Volveremos a entrar”.

Santora, que ha sido sacerdote por 40 años, dijo que los otros feligreses se pusieron de pie y aplaudieron.

“Nuestra iglesia fue abierta en 1878”, dijo. “Yo quería que Christine estuviese en el púlpito”.

Zuba, católica devota, sabía desde los 4 años que era diferente. Cuando ella anunció su género cinco décadas más tarde, se sintió agradecida de que una parroquia cercana, la de los Santos Pedro y Pablo en Turnersville, Nueva Jersey, la recibió con los brazos abiertos. Zuba sirve en la iglesia como ministra de eucaristía.

Pero sabe que gran parte de la jerarquía católica, incluyendo la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, rechaza el concepto de transición de género.

“Esos obispos y sacerdotes no entienden que cuando rechazan a alguien están perdiendo a padres, hijos, grupos de amigos que dicen que ésa no es la iglesia a la que quieren pertenecer”, dijo Zuba.

Lynn Discenza, una mujer transgénero de 64 años, se crio en una familia católica ítalo-estadounidense en West Hartford, Connecticut, y estudió en un semanario antes de dedicarse al diseño aeroespacial.

Se considera afortunada, dos años después de su transición, de ser parte de una iglesia acogedora en el área — la San Patricio/San Antonio en Hartford. Ella es colíder de su ministerio LGBTQ.

Discenza dijo que especialmente conmovedora fue una observancia el 21 de noviembre en recordación del Día Transgénero de Remembranza, que conmemora a las personas muertas en actos de violencia anti-trans. Ella les agradeció a los otros feligreses su respaldo y éstos respondieron con aplausos.

El pastor, Timothy Shreenan, resaltó la conmemoración en el boletín de la iglesia.

“Debemos estar siempre contra el odio en todas sus formas y no permitir que los temores de otros (o sus fobias) sean razones para odio”, escribió. “En lugar de ello, debemos continuar aprendiendo más sobre las experiencias de otros y volvernos más tolerantes y aceptarnos mutuamente”.

Discenza espera que el activismo de base en favor de una mayor inclusividad se acelere a medida en que más parroquias añaden ministerios LGBTQ.

“El cambio va a provenir desde la base”, dijo.

Para los jóvenes católicos transgénero, los enfoques contradictorios de la iglesias individuales y el clero representan obstáculos para ellos y sus padres.

Eli Musselman, que cumple 19 años en marzo y se reveló como transgénero hace casi cuatro años, dijo que sentía una conexión fuerte con su fe y que muchos de sus amigos lo apoyaban.

Pero el pastor de la familia declinó referirse a él con pronombres masculinos y Eli sufrió ataques de ansiedad en la iglesia debido a las “miradas hostiles” de algunos feligreses, lo que hizo que su familia cambiase a una parroquia más acogedora.

“Un lugar que fue un refugio seguro para mí se había vuelto un lugar de peligro”, dijo Musselman , ahora estudiante en la universidad jesuita St. Josephs, donde los estudiantes y la mayoría de los profesores, con excepción de uno, lo aceptan.

Peri dice que desde que se anunció como transgénero, “mi espiritualidad ha crecido … me siento completo por primera vez en mi vida”.

“Perdí algunos amigos buenos”, dice su madre, JoEllen Musselman. “Sentí que me estaba disculpando constantemente con la gente y me cansé de eso”.

Tras adoptar la fe católica como conversa, ella tiene ahora sentimientos encontrados. Aunque está resuelta a seguir activa en la iglesia, se muestra escéptica sobre la máxima jerarquía.

“Ellos tienen problemas”, dice. “Si no fuese por Cristo, la iglesia se desplomaría, porque nosotros los humanos lo fastidiamos todo”.

Luisa Derouen, la monja retirada, que ha atendido a más de 250 personas transgénero desde que comenzó a hacerlo en 1999, recibió permiso de sus superiores en el 2014 para escribir sobre su trabajo. Pero fue a condición de que no se identificase a sí misma ni a su congregación, las Hermanas Dominicanas de Paz. Lo escribió bajo un seudónimo, que al final abandonó en el 2018 para hablar públicamente a nombre de las personas transgénero y “ofrecer testimonio de su dignidad y su valor como seres humanos”.

En una entrevista reciente, Derouen dijo que las fricciones sobre la inclusión de los transgénero casi seguramente se intensificarán.

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