Reseña: Largamente postergada "Muerte en el Nilo" encalla

Reseña: Largamente postergada "Muerte en el Nilo" encalla
Gal Gadot, izquierda, y Ali Fazal en una escena de "Death on the Nile" en una imagen proporcionada por 20th Century Studios. (20th Century Studios via AP)

La adaptación de Kenneth Branagh de “Death on the Nile” (“Muerte en el Nilo”) de Agatha Christie comienza con un recuerdo de las trincheras de la Primera Guerra Mundial antes de trasladarse al Londres de los años 30, dos décadas después. Pero eso no es nada comparado con el tiempo que ha pasado desde la historia policíaca anterior de Branagh de 2017, “Murder on the Orient Express” (“Asesinato en el Expreso de Oriente”).

Esa película, que reunió a un grupo de estrellas en una locomotora opulenta, fue un artilugio que carecía de la efervescencia de la versión de Sidney Lumet de 1974 con Albert Finney. Pero “Murder on the Orient Express” ofreció un bienvenido recordatorio de dos máximas cinematográficas inmutables: las películas de trenes son irresistibles, y las novelas policíacas son, en general, un puntazo. Fue un inesperado éxito de taquilla, y una secuela, con Branagh de nuevo como director y como el bigotudo detective belga Hércules Poirot, se encargó rápidamente con la visión de crear algo como un universo-Christie.

Pero la pandemia, que en parte explica aplazamientos de estrenos de hasta dos años, no es todo lo que ha retrasado “Death on the Nile”. Uno de sus protagonistas, Armie Hammer, se vio sumido en el escándalo y, según informes, el estudio consideró volver a filmar la película con otro actor. El estudio incluso desapareció cuando 20th Century Fox fue adquirido por Walt Disney Co.

Aún así, el cambio radical más importante para “Death on the Nile” pudo haber sido otro: “Knives Out” (“Entre navajas y secretos”) de Rian Johnson lo hizo estallar en el agua. El misterio de Johnson de 2019 no se basó en una novela de Christie, pero se hizo a su estilo, y trajo vertiginosamente el género a la época contemporánea. Aquí estaba, con Daniel Craig como el investigador Benoit Blanc, muy al estilo de Poirot, el emocionante renacimiento de la novela policíaca. (Una secuela ambientada en el Mediterráneo llegará a la pantalla a finales de este año).

Así que “Death on the Nile”, con Hammer a cuestas, se abre paso humildemente en los cines el viernes. Como una adaptación brillante con un elenco estelar a la novela de Christie de 1937, y un guion de Michael Green, es mejor que “Murder on the Orient Express”, pero aún se siente como una película de misterio chirriante y demasiado insegura para simplemente dejar que sus personajes parlanchines y sus tramas en espiral se desarrollen. En cambio, “Death on the Nile”, atrapada en algún lugar entre el pasado y la actualidad, intenta en vano lograr un estilo de película antiguo con IGC (imágenes generadas por computadora) y una cámara nerviosa que no puede dejar de girar.

Comienza con un flashback a Poirot como soldado en la guerra, donde su astuta lectura de los vientos lleva a una prometedora ofensiva, pero también a una herida de guerra que finalmente hace que Poirot opte por llevar bello facial. Ya sabíamos de dónde venían los problemas del Joker (Guasón) y los poderes de Superman; ahora finalmente podemos concocer el origen del bigote de Poirot.

Y definitivamente el retrato de Branagh del inmortal detective de Christie se acerca a lo icónico. Su Poirot es especialmente sonriente, sabio, y retuerce mucho su bigote. En gran parte de la primera parte de la película, lo vemos en un acercamiento exagerado y con una silueta amenazante simplemente mirando, en especial en un club de blues de Londres donde Salome Otterbourne (Sophie Okonedo) se presenta y posiblemente se forme un triángulo amoroso en la pista de baile. Ahí están los apasionados amantes Simon Doyle (Hammer) y Jacqueline (Emma Mackey). Ella se detiene para presentarle su prometido a la rica mujer de sociedad Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y preguntarle si tendrá un trabajo para Doyle.

Cuando Poirot aparece meses después en las pirámides en Egipto, Doyle y Linnet están casados y de luna de miel. La escena desértica es generada por computadora y un poco ridícula. Un viejo amigo, Linus Windlesham (un Russell Brand agradablemente diferente), quien es médico y estuvo comprometido con Linnet, vuela un cometa a la mitad del camino rumbo a una de las pirámides. Linnet es vista brevemente al estilo de Cleopatra, como una mini atracción para una película en desarrollo precedida de su propia controversia.

Todos, incluyendo a una celosa y molesta Jacqueline, abordan el Karnak, un lindo barco de vapor para el río. En el caso de “Death on the Nile”, es un set pulido para la principal atracción de la película. Casi todos en el barco están relacionados con los recién casados. Entre las personas de interés está la pintora Euphemia (Annette Bening), el abogado de Linnet, Andrew Katchadourian (Ali Fazal), Otterbourne y su sobrina (Letitia Wright), la madrina de Linnet Marie Van Schuyler (Jennifer Saunders) y su acompañante (Dawn French).

Mientras flotan por el río, “Death on the Nile” se toma su tiempo para establecer a varios personajes, dejando entrever posibles motivaciones y enviando a las cámaras en círculos por el Karnak en adornos sin sentido. Pero una vez que hay un cadáver fresco y un crimen que resolver, “Death on the Nile” se establece. Poirot se pone a trabajar, las pistas se acumulan y la maestría de Christie empieza a surtir efecto. Una ventaja del misterio es cómo puede aislar a cada actor en un elenco y permitirle florecer. Aquí esto es especialmente cierto para Okonedo, cuya cantante le da cierta gravedad al proceso.

Pero para cuando la historia encuentra finalmente una corriente más fuerte, la película de Branagh sólo ha embellecido las memorias de la versión de 1978, con Peter Ustinov como Poirot, y verdaderas locaciones egipcias. Esta “Death on the Nile” es un entretenimiento fingido, cansado y sin un sentido de lugar hasta que flota con la corriente hacia misterios construidos de forma más vigorizante.

“Death on the Nile”, un estreno de 20th Century Studios, tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por escenas de violencia, imágenes sangrientas y escenas sexuales. Duración: 127 minutos. Dos estrellas de cuatro.

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Jake Coyle está en Twitter como http://twitter.com/jakecoyleAP.

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