Dos juicios en EEUU, un tema: blancos que hacen "justicia"
Los juicios a Kyle Rittenhouse y a tres hombres acusados de matar a Ahmaud Arbery tuvieron desenlaces totalmente distintos. Pero el hecho de que se hayan producido con sólo días de diferencia puso a la vista de todos una peligrosa y prolongada corriente en la lucha por la igualdad racial: la tendencia de algunos estadounidenses blancos a tomar las armas y adoptar su propia postura frente a lo que perciben como anarquía, en particular de personas negras.
Los dos casos, que concluyeron con una absolución para Rittenhouse la semana pasada y veredictos de culpabilidad para los asesinos de Arbery el miércoles, pusieron de relieve cuestiones polarizadas sobre las leyes de armas y la defensa propia, y la injusticia racial.
Obligan también a preguntarse: ¿A quién o a qué se protege? Y, ¿de quién? ¿La tranquilidad de los estadounidenses blancos debería ser a expensas de la protección y seguridad de los afroestadounidenses?
“Una gran parte de este problema sobre la protección y seguridad tiene que ver con la seguridad y la protección de los blancos y de la propiedad privada de los blancos”, dijo Carol Anderson, historiadora y profesora de estudios afroestadounidenses en la Universidad Emory. “Hay una arrogancia de la blancura. El sentimiento de que me corresponde poner las vidas de los negros de vuelta en su lugar adecuado".
Arbery, un hombre negro, fue perseguido y asesinado de un disparo por hombres blancos que sospechaban que él era un intruso en su vecindario predominantemente blanco en Georgia. En Wisconsin, aunque tanto Rittenhouse como los tres hombres a los que baleó eran blancos, el enfrentamiento sucedió debido a la decisión del chico de 17 años de viajar desde su casa en Illinois a la ciudad de Kenosha y armarse con un fusil AR-15, dispuesto a proteger los negocios locales de los manifestantes del movimiento Black Lives Matter.
La conexión inconfundible: La idea de que los hombres blancos que perciban un problema “deberían tomar un arma y meterse en problemas y después argüir que lo hicieron en defensa propia”, dijo Michael Waldman, presidente del Centro Brennan para la Justicia en la Facultad de Derecho de la NYU.
“Esto es un producto de la cultura de las armas. También un producto de las leyes… que otorgan a los hombres blancos con armas la capacidad para causar caos y a veces salirse con la suya sin que les pase nada”, dijo Waldman, autor del libro “The Second Amendment: A Biography”.
Ambos juicios coincidentes ponen de relieve profundas desavenencias raciales al interior de la sociedad estadounidense, en particular tras el amplio movimiento del año pasado a favor de la justicia racial que recorrió el país después de la muerte de George Floyd.
Ambos también tuvieron lugar a finales de un año que comenzó con una insurrección en el Capitolio federal, en la que una multitud abrumadoramente blanca de simpatizantes del expresidente Donald Trump, enfurecidos por la idea de que las elecciones de 2020 se las “robaron”, irrumpieron en el inmueble legislativo en un intento por adueñarse del gobierno.
El ímpetu para asaltar el Capitolio, dijo Anderson, fue la aseveración infundada de que hubo un fraude electoral a gran escala en ciudades con considerables poblaciones negras, “la idea de que las personas negras que votaron es lo que les robó la elección”.
“Ese es el punto de la vigilancia parapolicial, que algo precioso mío, para mí, para mi comunidad, está siendo robado y está siendo robado por los indignos, por los que no se merecen nada”, señaló Anderson.
La autodefensa blanca implica “la necesidad de mantener a la población negra, en particular a la población masculina negra, bajo vigilancia y bajo control”, dijo el escritor Darryl Pinckney. Ha evolucionado con el tiempo, pero Estados Unidos tiene una larga historia de personas que han decidido aplicar la ley por sus propias manos, y de estadounidenses blancos que utilizan eso como pretexto para hacer valer de manera violenta las fronteras raciales.
Pinckney mencionó las leyes contra la vagancia y los Códigos para Negros, que se aprobaron después de la Guerra Civil, las cuales tenían como propósito controlar a los esclavos liberados. “Leyes que dicen: 'si no puedes decir dónde vives, puedes ser encerrado y puesto a trabajar con grilletes en grupo durante algún tiempo”. Durante la segregación, a las personas negras les decían que estaban en el lugar equivocado. En la época de la integración, se le preguntaba a la gente negra por qué se encontraba en una ubicación particular, se les exigía que mostraran su pertenencia para “tranquilizar” a los blancos.
El homicidio de Arbery trae a la memoria el asesinato en 2012 de Trayvon Martin, un adolescente negro, a manos de un hispano blanco que patrullaba su fraccionamiento de Florida contra supuestos delincuentes. Para muchos afroestadounidenses, ese caso sirvió de advertencia de que el simple hecho de ser negro podría convertirlos en objetivos, dijo Angela Onwuachi-Willig, decana de la facultad de derecho de la Universidad de Boston.
Para Willig, había una línea directa entre el asesinato de Martin y el famoso linchamiento en 1955 de Emmett Till, un adolescente negro procedente de Chicago que visitaba Mississippi, el cual fue asesinado en forma brutal por un par de autodefensas blancos convencidos de que el chico de 14 años le había silbado a una mujer blanca. Y el caso de Arbery es también otro recordatorio del persistente dolo que podría aguardar a los afroestadounidenses que se atrevan a incursionar en zonas consideradas baluartes de los blancos, agregó.
La violencia organizada por ciudadanos estadounidenses ordinarios blancos contra personas negras tiene una larga historia en Estados Unidos y a menudo fue perpetrada con la aprobación explícita o tácita de las autoridades, señaló Ashley Howard, profesora adjunta de historia afroestadounidense en la Universidad de Iowa. Howard mencionó en particular las patrullas de esclavos que se daban a la tarea de capturar a presuntos esclavos fugitivos, y los casos de linchamiento, en los que los carceleros se hacían a un lado y entregaban las llaves a turbas para que pudieran acceder a los sospechosos negros.
Los homicidas de Arbery “estaban operando bajo ese tipo de código de las patrullas de esclavos, en las que prácticamente se le delegan facultades policiales a todos los blancos para que tengan la autoridad de preguntarle a cualquier persona negra: ¿Por qué está usted aquí? ¿Qué anda haciendo aquí?", señaló Anderson.
Durante la época del movimiento por los derechos civiles, la policía solía hacerse de la vista gorda ante los autodefensas blancos que acudían a las comunidades negras a sofocar protestas, señaló Howard. La violencia fue avivada por la falsa percepción de que las personas negras estaban agrediendo a las blancas.
“Es esta sensación de que el mundo que conocen está siendo agredido”, dijo Howard en referencia a los autodefensas blancos. “Está siendo amenazado y necesitan literalmente tomar las armas y defenderlo de turbas itinerantes o como sea que se les designe y entienda”.
Aunque las víctimas de Rittenhouse fueron tres hombres blancos, también el aspecto racial estaba en el centro de su caso, dado que decidió tomar las armas para defender propiedad privada durante la protesta de Black Lives Matter, y sus víctimas fueron hombres blancos que apoyaban el trato igualitario a los afroestadounidenses. “Atacar a los aliados blancos de la liberación negra siempre ha sido parte de la historia”, señaló Pinckney.
Elijah Lovejoy, abolicionista y director de un periódico, fue herido fatalmente de un disparo por una turba proesclavista en Alton, Illinois, en 1837. Sus asesinos fueron declarados “inocentes”.