Familias de muertos del virus cuestionan estrategia de Japón
TOKIO (AP) — Yoshihiko Takeuchi, que dirigía un pequeño restaurante en la isla de Okinawa, apenas les dijo a unos pocos amigos que tenía coronavirus. Cuando pasó tres días sin responder a las llamadas de los trabajadores de salud pública, la policía fue a su casa y le encontró muerto en su cama.
Fue uno de los cientos de fallecidos cuando cumplían con la política japonesa de enviar a casa a algunos pacientes de COVID-19 para que se recuperen allí.
En muchos países, las personas infectadas se quedan en casa para aislarse y recuperarse, pero las voces críticas señalan que en Japón, uno de los países con el sistema de salud más accesible y asequible del mundo, se ha negado atención hospitalaria a la gente y la estrategia ha supuesto más bien un abandono de los enfermos en sus casas.
La hermana de Takeuchi y la hija de otro hombre que murió en casa de COVID-19 han formado un grupo de apoyo en internet para los familiares de estas víctimas.
El número de contagios en Japón ha caído de forma drástica en los dos últimos meses, y el gobierno ha trazado un plan para mejorar su respuesta a la pandemia. El protocolo aprobado el 12 de noviembre aspira a tener camas para hasta 37.000 pacientes en todo el país a final de mes, frente a las 28.000 anteriores.
En comparación, más de 231.000 pacientes de coronavirus necesitaron hospitalización a finales de agosto, según datos del gobierno. Muchos tuvieron que recuperarse en casa.
El primer ministro, Fumio Kishida, también prometió que el personal médico visitaría en su casa de forma rutinaria a los pacientes de COVID-19 con síntomas leves.
El descontento público por el tratamiento inadecuado con el país del mundo con más camas por persona es tan sólo un factor en esos cambios. El predecesor de Kishida, Yoshihide Suga, renunció tras apenas un año en el cargo, debido principalmente a la impopularidad generalizada de la gestión del gobierno ante la pandemia.
Protestar requiere valor en una sociedad conformista como la japonesa, y las demandas colectivas son poco habituales. Pero Kaori Takada, la hermana de Takeuchi, y otros miembros del grupo creen que a sus familiares se les negó la atención médica que merecían.
“Tenía que alzar la voz”, dijo.
No está segura de qué hará. Miles de personas siguen la cuenta del grupo en Twitter y otras han compartido historias igualmente dolorosas.
Takada, que vive en Osaka y gestiona una pequeña guardería en su casa, era la única familiar viva de Takeuchi. Hablaron por teléfono justo antes de que le dieran el diagnóstico, pero su hermano no le dijo que estaba enfermo y solo en casa. Dada la aprensión generalizada en Japón hacia el COVID-19, no quería que se corriera la voz.
Takada dijo que era un hombre amable y muy querido.
“Nos reunimos, intentamos recuperarnos, compartir cómo se trató a la gente con tanta crueldad y quizá nos ayudamos entre nosotros a dar ese primer paso adelante", dijo en una entrevista telefónica.
Las oficinas locales de salud pública, responsables de organizar la atención a los pacientes de COVID-19, tenían problemas para encontrar hospitales que los aceptaran. En algunos casos, la ambulancias eran rechazadas en un hospital tras otro.
Unos pocos centros improvisados ofrecían tratamiento y suplemento de oxígeno, pero la peticiones de que se habilitaran grandes hospitales de campaña fueron ignoradas.
En Nueva York, por ejemplo, los hospitales se adaptaron con rapidez para añadir miles de camas adicionales y Unidades de Cuidados Intensivos para pacientes del virus. Un barco médico de la Marina y otras instalaciones se convirtieron en hospitales improvisados. En el pico del brote, en abril de 2020, había más de 1.600 hospitalizaciones nuevas al día en la ciudad.
En agosto de este año, cuando los contagios en Japón subieron impulsados por la variante delta, los hospitales japoneses se declararon con con rapidez como sobrepasados a pesar de que había muchos menos casos que en Estados Unidos, Europa y otros países en Asia y Sudamérica. A principios de septiembre había más de 134.000 enfermos del virus en sus casas, según registros del Ministerio de Salud.
Unos 18.000 japoneses han muerto por causas relacionadas con el COVID-19 en una población de 126 millones de personas. Nadie sabe con exactitud cuánta gente murió en casa, aunque la Agencia de Policía Nacional, que monitorea las muertes, dijo que 951 personas habían muerto en sus casas desde marzo de 2020, 250 de ellas en agosto de 2021.
Shigeru Omi, un importante asesor del gobierno y responsable de la Organización Japonesa de Salud Comunitaria, o JCHO, ha instado al gobierno a levantar hospitales de campaña de urgencias, específicamente para evitar muertes de personas enviadas a casa.
El sistema japonés de salud está dominado por pequeños hospitales privados y clínicas, y pocos centros con hospitalización están equipados para manejar enfermedades infecciosas. Muchas camas están ocupadas por pacientes psquiátricos, enfermos crónicos y ancianos, y hay relativamente pocos médicos, especialistas de cuidados intensivos y enfermeras.
En algunos lugares, las autoridades locales determinaron que esos centros aceptaran pacientes que ya no eran contagiosos y se recuperaban de una enfermedad grave después de que fueran atendidos en hospitales más grandes. Pero en general, el número de casos era mucho mayor que las camas disponibles para cuidados críticos.
La JCHO gestiona 57 de los hospitales más grandes del país. Todos reciben grandes subvenciones de dinero de los contribuyentes. El Ministerio de Salud dijo haber proporcionado hasta 100.000 yenes (900 dólares) por cama para pacientes de COVID-19.
En octubre, la JCHO dijo haber preparado 972 camas para pacientes del virus en todo el país, o menos del 7% de sus 14.000 camas en total, aunque en agosto hizo espacio de forma temporal para unos 1.800 pacientes.
JCHO declinó hacer comentarios sobre la petición de Kishida de miles de camas más.
El doctor Takanori Yamamoto, médico de cuidados críticos en la Universidad de Nagoya, cree que los cuidados hospitalarios deben reestructurarse para atender a los pacientes enfermos graves en centros designados, en lugar de repartirlos por pequeños hospitales que apenas tienen un puñado de camas UCI.
Los recursos se gestionaron de forma inadecuada, señaló, lo que incluyó hospitalizar a personas que no lo necesitaban. Las oficinas de salud pública están diseñadas para investigaciones médicas y están poco preparadas para filtrar la atención contra el COVID-19, añadió.
Los problemas están muy arraigados en un sistema diseñado hace décadas, y Yamamoto temía que incluso si Japón logra capear esta pandemia, esté poco preparada para la siguiente.
“Ningún otro país rechazó a los pacientes así, ni siquiera países que tenían muchos más casos. La idea de que los médicos no vean a los pacientes debería estar fuera de la cuestión. Si uno es médico, tiene que ocuparse de los enfermos”, dijo Yamamoto.
“Japón no ha hecho nada. No ha habido liderazgo”, afirmo.
Este es el momento de actuar, antes de que llegue otro brote de contagios, dijo el doctor Kenji Shibuya, director de investigación en el centro de estudios independientes Tokyo Foundation for Policy Research.
“No actuaron antes, aunque sabían que venía”, dijo Shibuya, que tiene experiencia laboral en Gran Bretaña. “Es falta de compromiso, falta de voluntad, falta de pasión por marcar una diferencia en un momento de crisis”, dijo.
En agosto, Yuko Nishizato, cofundadora del grupo de Takada, imploró a los hospitales que admitieran a su padre de 73 años. Pero murió tras dar positivo en COVID-19, sin recibir siquiera más tratamiento que medicación para la fiebre.
Los registros telefónicos muestran que llamó varias veces al centro de salud público local hasta que murió. A su hija le rompe el corazón saber que sólo consiguió escuchar mensajes grabados.
“Yo quería que viviera para ver a sus nietos. Quería que viera a una versión más adulta de mí”, dijo Nishizato. “Hay tantos que han sufrido de la misma forma, y no entiendo por qué”.
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Yuri Kageyama está en Twitter como https://twitter.com/yurikageyama