General Milley, de un embrollo político a otro
WASHINGTON (AP) — El general Mark Milley ha sido el epicentro de más intrigas y debates políticos en los dos años que lleva como jefe del estado mayor conjunto que cualquiera de sus predecesores a lo largo de cuatro años. Los embrollos se suceden uno tras otro, algo inusual en un militar que tiene estrecho contacto con el presidente y que se debe cuidar de caer en disputas partidistas.
Desde las injusticias raciales y el extremismo interno hasta las armas nucleares y las aptitudes de Donald Trump como comandante en jefe, Milley se ha visto mezclado en delicadas disputas políticas que lo ponen en el candelero.
Se espera que el militar sea sometido a un duro interrogatorio al prestar testimonio con el secretario de defensa Lloyd Austin en el Senado el martes y en la Cámara de Representantes el miércoles. Las audiencias debían enfocarse en la retirada de Afganistán y la caótica evacuación de colaboradores locales en el aeropuerto de Kabul.
Pero últimamente Milley ha sido muy cuestionado por los republicanos tras la publicación de un libro según el cual tomó medidas inusuales —algunos dicen que ilegales— para evitar que Trump iniciase una guerra con China o Irán ordenando un ataque nuclear no provocado en los últimos meses de su presidencia. Supuestamente Milley estuvo de acuerdo con la presidenta de la cámara baja Nancy Pelosi en que Trump estaba “loco”.
Incluso durante un recorrido por Europa la semana pasada Milley generó titulares y fue acosado por la prensa. Evitó responder o solo aludió a detallados precedentes históricos.
Hombre fornido, de quijada angular, con cejas largas y una mirada pícara, Milley es astuto y bromista. Tiene una personalidad desbordante que a veces esconde su agudo intelecto y una tendencia a ahondar en la historia militar. Educado en Princeton, a menudo responde preguntas sencillas adentrándose en la historia, llegando a la época de los griegos.
Cuando se lo acusó de ser desleal, luego de la publicación de libro “Peril” (Peligro) de Bob Woodward y Robert Costa, en el que se dice que dio garantías a un general chino de que lo alertaría en caso de un ataque estadounidense, Milley respondió diciendo que era un militar que respondía directamente al Congreso. Lo único que dijo en público al respecto fue que habla con los militares chinos en forma rutinaria y en el marco de los deberes y las responsabilidades de su cargo.
“Creo que lo mejor es que me guarde mis comentarios hasta mi presentación ante los legisladores, que tienen la responsabilidad legal del supervisar a las fuerzas armadas”, declaró Milley. “Seré tan detallista como lo pida el Congreso”.
Si bien algunos legisladores dicen que se pasó de la raya, el presidente Joe Biden lo ha apoyado.
Loren Thompson, experto en las fuerzas armadas y director del Lexington Institute, un organismo sin fines de lucro, dice que Milley es víctima de la extrema polarización que hay en Estados Unidos y tal vez de sus esfuerzos por moldear su imagen.
“Sus descripciones de su comportamiento a puertas cerradas afloran con demasiada frecuencia en libros como el de Woodward y Costa”, expresó Thompson. “Tal vez se preocupa demasiado por moldear su imagen y eso no lo ha ayudado”.
No todas las controversias giran en torno a Trump. En una audiencia en la cámara baja en junio, Milley defendió apasionadamente el que los militares permitan que sus jóvenes oficiales estudien ideas con las que tal vez no estén de acuerdo, como la “teoría crítica de la raza”, y dijo que deseaba entender la “furia blanca” y las razones que impulsaron a la gente que participó en el alzamiento del 6 de enero en el Congreso.
Los jefes del estado mayor conjunto generalmente se manejan con mucha sobriedad. Ninguno de sus 19 predecesores fue despedido y no parece que él vaya a serlo.
Irónicamente, Milley fue nombrado jefe del estado mayor conjunto por Trump, quien lo hizo pura y exclusivamente para irritar a su primer secretario de defensa, John Mattis, con quien no se llevó bien y quien había renunciado. Creía que a Mattis no le caía bien Milley, según confesó el mismo Trump.
Trump y Milley tuvieron problemas pronto. En junio del 2020, Milley se opuso en privado a la idea de Trump de invocar una ley contra insurrecciones y movilizar soldados para combatir manifestaciones motivadas por la muerte de George Floyd, un hombre de raza negra, a manos de un policía blanco que lo asfixió apoyando su rodilla en el cuello de Floyd.
Milley también lamentó haber acompañado a Trump cuando ordenó dispersar a manifestantes pacíficos para posar para una foto con una Biblia en su mano en una iglesia frente a la Casa Blanca. Muchos lo criticaron por prestarse a lo que pareció una maniobra política de Trump. Posteriormente Milley dijo que había cometido un error.
En el libro “I Alone Can Fix It” (Solo yo puedo arreglarlo), los periodistas del Washington Post Carol Leonnig y Philip Rucker afirmaron que el día en que Joe Biden asumió la presidencia, Milley le dijo a la exprimera dama Michelle Obama que sentía un gran alivio.
“Nadie tiene una sonrisa más grande que la mía hoy”, habría dicho Milley.