Una tarde pasmosa: traspiés ponen en peligro planes de Biden
WASHINGTON (AP) — La víspera hubo una hora que el presidente Joe Biden sin duda querrá olvidar.
El Pentágono reconoció que un ataque con drones en Afganistán mató a 10 civiles, incluidos siete niños, no terroristas.
Un panel que asesoró a la agencia de salud estadounidense FDA votó a favor de no recomendar las inyecciones de refuerzo contra el COVID-19 para todos los estadounidenses mayores de 16 años, frustrando una esperanza del gobierno.
Francia anunció que retiraba a su embajador en Estados Unidos, furiosa por haber sido excluida de un acuerdo secreto de submarinos nucleares que Biden concretó con Reino Unido y Australia.
Los titulares punitivos, todos en una hora el viernes, subrayaron los peligros para cualquier presidente de los eventos incontrolables que pueden definir un mandato en la Casa Blanca.
Ocurrieron en momentos en que Biden ha visto una tendencia a la baja en los números de aprobación pública a medida que la crisis del COVID-19 se ha profundizado y se culpa a los estadounidenses por la caótica retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán.
El gobierno de Biden esperaba implementar pautas de vacunas más estrictas, una nueva alianza internacional para enfrentar a China y un compromiso renovado con lo que Biden ha hecho mejor: sacar jugo de sus años en el Capitolio y conocimiento del proceso legislativo para persuadir a sus colegas demócratas para que aprueben los dos amplios proyectos de presupuesto que constituyen el corazón de su agenda.
Esos retos se volvieron ahora más difíciles.
Biden ha proclamado que derrotar la pandemia es la misión central de su presidencia, pero Estados Unidos tiene actualmente un promedio de más de 145.000 casos confirmados de COVID-19 por día, frente a un mínimo de alrededor de 8.500 por día hace tres meses.
El presidente ha echado la culpa del rebrote de casos a los más de 70 millones de estadounidenses que no han recibido una vacuna y a los legisladores republicanos que se han opuesto a sus esfuerzos cada vez más contundentes por presionar a la gente para que se vacune. Varios asistentes de la Casa Blanca esperaban que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) aprobara ampliamente las vacunas de refuerzo, pero un panel asesor sólo las recomendó para personas mayores de 65 años o con condiciones de salud subyacentes o circunstancias especiales.
En los últimos días, los asesores de Biden habían expresado tranquilamente su esperanza de que la caótica retirada de Afganistán, como la guerra misma durante gran parte de sus casi dos décadas, desapareciera de los titulares. Eso se hizo añicos el viernes por la tarde, cuando el Pentágono reveló el error fatal de lo que se creía que sería el último ataque estadounidense con drones de la guerra.
Biden había abogado desde hacía mucho tiempo por el retiro de las tropas norteamericanas de Afganistán. Incluso después de que un atentado suicida con bomba mató a 13 militares estadounidenses, dijo a sus asesores que la decisión era correcta. El presidente es conocido por su sensación de certeza, una obstinación que volvió a brillar cuando rechazó las sugerencias de que admitiera haber lamentado la forma en que ocurrió la retirada.
Desde entonces, los asistentes se apresuraron a insistir en que más de 120.000 personas fueron evacuadas con éxito y afirmaban que los silenciosos esfuerzos de Estados Unidos estaban asegurando la salida constante de personas asediadas por el régimen talibán.
La retirada de Afganistán fue parte de un esfuerzo por reenfocar la política exterior estadounidense en China, un objetivo que se aceleró con el sorpresivo anuncio de un acuerdo entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia.
Sin embargo, no sólo Beijing se opuso al nuevo pacto, sino también París. Francia acusó airadamente a Estados Unidos de excluirla de la alianza y de echar por tierra su propio acuerdo de submarinos con Australia.
Luego Francia anunció el retiro de su embajador. Los funcionarios franceses expresaron su consternación porque, en su opinión, Biden había demostrado ser un socio tan poco fiable como su predecesor, Donald Trump.
Las tensiones con Francia se produjeron justo cuando Biden esperaba poder dar un giro a su ambiciosa agenda interior.
Pero hay fuertes divisiones ideológicas entre los demócratas en el Capitolio sobre el tamaño y la sustancia del paquete de presupuesto de 3,5 billones de dólares que se pretende aprobar en tándem con el proyecto de ley bipartidista de infraestructura de 1 billón de dólares. Todo el Congreso se verá obligado a hacer malabarismos con las iniciativas de la Casa Blanca mientras el Poder Legislativo se ve abrumado por los plazos inminentes sobre el techo de la deuda y la financiación del gobierno.
El Ala Oeste de la Casa Blanca, el lugar de trabajo diario del presidente de Estados Unidos y de su equipo más importante, está recreando una estrategia legislativa que funcionó para asegurar en marzo la aprobación de la ayuda de alivio de la pandemia de COVID-19 de 1,9 billones de dólares y promovió el proyecto de ley de infraestructura bipartidista de 1 billón de dólares a través del Senado en agosto, según una media decena de asistentes de la Casa Blanca y asesores externos que no estaban autorizados a hablar de deliberaciones internas.
Con la persuasión de Biden a los legisladores, se prevé que la Cámara de Representantes aprobará el proyecto de ley de infraestructura junto con el proyecto de ley de gastos, que contiene muchas de las prioridades del presidente —como el cambio climático y la atención a la infancia— y se aprobará en el Senado siguiendo las líneas de los partidos Demócrata y Republicano.
El Senado está dividido 50-50 y en la cámara baja los demócratas tienen una mayoría de apenas un puñado de bancas. Esto significa que no pueden darse el lujo de perder más que un par de votos, y en el Senado enfrentan la tarea ciclópea de poner de acuerdo a los moderados como Joe Manchin y Kyrsten Sinema, que quieren un proyecto de gastos mucho menor, con izquierdistas como Bernie Sanders, que se niega terminantemente a reducirlo.
La Casa Blanca ha empezado a llenar la agenda presidencial con eventos para destacar la necesidad de los proyectos, con visitas a lugares donde se han producido desastres naturales —incendios en California y Idaho, huracanes en Nueva York y Nueva Jersey— y los fondos para combatir el cambio climático.
Pero hay obstáculos. Manchin dijo a Biden que no puede apoyar un gasto de 3,5 billones de dólares, y los colaboradores de la Casa Blanca están enviando señales de que aceptarían un paquete menor, a pesar de la ira de los progresistas.
Con todo, los asesores de Biden creen que, si bien puede haber algún malestar, ningún legislador demócrata quiere aparecer socavando el plan central de un presidente de su propio partido.
A medida que la actividad regresa a Washington, la Casa Blanca está reduciendo los viajes presidenciales en respaldo a la agenda legislativa, pero algunos legisladores demócratas temen que Biden no está haciendo lo suficiente para convencer a sus bases en el país de las bondades de sus proyectos.
La Casa Blanca ha subrayado que varios miembros del gabinete han estado viajando para promover los proyectos mientras el presidente debe permanecer en Washington.
Biden, de 78 años, no ha tomado sus vacaciones de verano. Sus planes de pasar parte de agosto en su casa en Delaware se vieron desbaratados por la crisis en Afganistán.
Sus colaboradores consiguieron darle un descanso: un fin de semana largo en su casa de Rehoboth Beach, en la costa de Delaware. Llegó a la casa el viernes a la 1.30 de la tarde.
Noventa minutos después, las esperanzas de pasar un fin de semana sereno se habían desvanecido.