Vacuna para COVID podría ser obstáculo para Bolsonaro en ONU
RÍO DE JANEIRO (AP) — La renuencia del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a vacunarse contra el COVID-19 podría complicarle sus planes para asistir la semana entrante a la Asamblea General de la ONU.
El líder de la asamblea, Abdulla Shahid, anunció el miércoles que todos los participantes deben estar vacunados para pronunciar sus discursos en forma presencial debido a una política de la ciudad de Nueva York. Esto podría acarrear la exclusión de Bolsonaro, un gobernante de derecha que enfrenta dificultades internas y busca reivindicar su imagen en el exterior.
Bolsonaro tiene previsto viajar a Nueva York para participar en la asamblea, dijo su oficina de prensa a The Associated Press, pero representantes del mandatario no respondieron preguntas sobre su estatus de vacunación. El presidente, que contrajo el virus el año pasado, afirmó apenas el martes a sus simpatizantes que no se ha vacunado.
Se desconocía de momento cómo la ONU haría efectiva la normativa sobre las vacunas. Portavoces de Shahid y del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijeron el jueves que continúan las deliberaciones. Stéphane Dujarrich, vocero de Guterres, dejó entrever que la solución podría ser un sistema de honor en el que todos los que ingresen en la sala den fe de que están inoculados.
“Confiamos totalmente en encontrar soluciones adecuadas”, afirmó Dujarrich en una rueda de prensa.
Si Bolsonaro se vacunará finalmente o si ya lo hizo en forma discreta sigue siendo tema de conjeturas en Brasil, donde el COVID-19 ha causado más de 585.000 muertes, el segundo total más alto del mundo.
La mayoría de los brasileños están ansiosos por ser vacunados. El programa de vacunación del país incluso tiene su mascota llamada Zé Gotinha, que en español significaría José Gotita.
Cuando las inoculaciones iban a comenzar a finales del año pasado, el mandatario afirmó en repetidas ocasiones que no se la aplicaría ni obligaría a nadie a ponérsela.
“No voy a ponerme la vacuna, y punto final”, dijo Bolsonaro en diciembre durante una entrevista por televisión. “¿Creen que mi vida está en riesgo? Es mi problema. Punto”.
También alega la libertad personal para rechazar las restricciones para limitar la propagación del virus. Señaló que no debe impedirse a nadie que vaya y venga como le plazca. El presidente ha exaltado la supuesta capacidad curativa del medicamento antimalárico cloroquina, aun cuando los científicos habían dicho desde tiempo antes que no era efectivo contra el coronavirus.
Bolsonaro a menudo se muestra dispuesto a contradecir a los expertos.
En su primer discurso ante la Asamblea General en 2019, Bolsonaro tuvo un tono desafiante y despotricó contra el socialismo y lo que describió como el sensacionalismo de la prensa por los incendios en la selva amazónica. El año siguiente, en un video grabado, Bolsonaro dijo que Brasil era la víctima de calumnias ambientales y puso énfasis en los perjuicios económicos derivados de la recomendación de quedarse en casa debido a la pandemia.
Este año, más de 100 jefes de Estado y 23 ministros de gabinete tienen previsto pronunciar sus discursos en persona en la ONU. Otros gobernantes están enviando videos, que era la única opción el año pasado.
Por tradición, el presidente brasileño es el primero en pronunciar su discurso seguido del mandatario de Estados Unidos. Esto brinda la oportunidad de al menos intercambiar cumplidos detrás de escena. El gobierno de Bolsonaro ha estado tratando de mostrar a Joe Biden que ha elevado el nivel de su compromiso para contener la deforestación de la Amazonía, y podría anunciar que los recientes resultados preliminares apuntan en la dirección correcta.
Aunque un canciller brasileño ha hablado ante la Asamblea General en lugar del presidente en docenas de ocasiones, no es algo que le interese a Bolsonaro en esta ocasión dado el repudio global hacia sus políticas ambientales, sus impulsos autoritarios y su presunto mal manejo de la pandemia, dijo Maurício Santoro, profesor de ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
La imagen internacional de Bolsonaro es tan mala que dirigirse ante la asamblea “podría darle la oportunidad de enviar un mejor mensaje de sí mismo al mundo”, declaró Santoro. “Es importante que él vaya allá”.
Bolsonaro estuvo durante meses sembrando dudas sobre las vacunas, en especial sobre la de la empresa china Sinovac. También advirtió que quienes sufrieran efectos secundarios no tendrían manera de demandar a Pfizer. A las mujeres podría salirles barba y a los hombres adelgazárseles la voz, dijo en broma. Incluso podrían transformarse en caimanes.
El escepticismo del presidente tuvo eco entre sus simpatizantes y en algunas comunidades con bajo nivel educativo en Brasil, pero a la larga no melló el deseo de los brasileños de vacunarse. Según encuestas recientes, nueve de cada 10 personas fueron vacunadas o tienen previsto hacerlo. Algunos se han mofado de las aseveraciones extravagantes de Bolsonaro y van disfrazados de caimanes a que les pongan la vacuna.
El gobierno cambió de enfoque, comenzó a fomentar la vacunación y el esfuerzo tuvo resultados. La proporción de habitantes de Brasil que han recibido su primera dosis rebasó a la de Estados Unidos.
Muchos dudan que Bolsonaro no se haya vacunado, entre ellos Santoro.
“Quizá recibió una vacuna pero no quiere decirlo a sus simpatizantes porque habló en contra de las vacunas durante muchos meses”, afirmó Santoro.
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Los periodistas de The Associated Press, Diane Jeantet, en Río de Janeiro, y Jennifer Peltz, en Naciones Unidas, contribuyeron a este despacho.
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