Crisis económica amenaza a enfermos de cáncer en el Líbano
QLEIAT, Líbano (AP) — Saydi Mubarak y su madre tienen una relación que trasciende a la típica cercanía entre una madre y su hija: ambas fueron diagnosticadas con cáncer de seno y soportaron juntas la ansiedad, la pérdida del cabello y la incertidumbre que eso conlleva.
Ahora comparten además el temor de no conseguir los medicamentos que necesitan para su tratamiento pues en el Líbano, donde cunde una grave crisis económica, casi no se consiguen medicinas.
El pequeño país árabe sobre las costas del Mediterráneo -- otrora potencia médica en el Medio Oriente -- está sufriendo una severa escasez de suministros médicos, combustible y otras necesidades básicas. La crisis económica, considerada una de las peores de todo el mundo en los últimos 150 años, es consecuencia de décadas de corrupción e incompetencia por una clase política que ha acumulado gigantescas deudas y ha dejado en la desidia a la producción nacional, obligando al país a depender de las importaciones.
Esas importaciones son cada vez más escasas, dado que la moneda libanesa ha perdido más del 90% de su valor desde el 2019, y el Banco Central se está quedando sin reservas. La crisis se agravó aun más a raíz de la potente explosión que destruyó gran parte del puerto de la ciudad el año pasado.
Los estantes de las farmacias llevan meses vacíos, ante las compras de pánico y el acaparamiento por parte de los fabricantes que calculan vender los productos luego a precios más caros. Los hospitales están al borde del colapso, a duras penas consiguiendo el diésel necesario para mantener prendidos a sus generadoras y mantener en funcionamiento a las máquinas salvavidas.
El desabastecimiento amenaza la vida de miles de personas, particularmente los enfermos de cáncer. Muchos de ellos, desesperados, han pedido medicinas mediante las redes sociales o dependen de familiares que las traen del extranjero. Una gran cantidad de visitantes o libaneses que viven en el exterior están llegando al aeropuerto con sus maletas llenas de píldoras, frascos u otros suministros médicos para parientes y cercanos.
Mubarak, una maestra de escuela de 36 años de edad y madre de dos niños, dice que siempre se siente vulnerable. Fue diagnosticada con cáncer de seno en julio del año pasado, unas semanas antes de que su madre, Helen Akiki, descubrió una protuberancia en su seno.
Tras meses de quimioterapia, Mubarak se sometió a una mastectomía en diciembre. Hoy en día está en una terapia que tomará unos 10 años, conformada por una píldora diaria y una inyección mensual de hormonas para asegurarse de que el cáncer no vuelva.
A medida que se agrava la escasez de medicamentos en el país Mubarak ya no podía conseguir la hormona para sus inyecciones, por lo cual la familia escribió su experiencia en Instagram junto con el número del celular de Mubarak.
Por el próximo día y medio, el teléfono no paró de sonar: libaneses de todo el mundo ofrecían traerle la medicina. Seis días después de la fecha en que debía recibir su próxima inyección, un visitante de Jordania le entregó en persona un frasco.
“Fue algo muy emotivo”, recordó Mubarak en el jardín de su casa en Qleiat, un poblado en las montañas al norte de Beirut, mientras sus hijos corrían dándoles de comer a gallinas y conejos. Mubarak afirmó que el visitante se negó a recibir pago alguno.
Conseguir ese medicamento no es el último obstáculo para Mubarak y su madre. Debido a la escasez de combustible, temen quedarse sin gasolina suficiente para cuando necesiten ir a Beirut para recibir tratamiento. Un día reciente, el hospital le dijo que no tenía la medicina usada normalmente en el suero para su terapia, y tuvieron que usar otra medicina que dolía más.
Akiki asevera que madre e hija han conseguido fuerzas al enfrentar juntas este desafío, aunque a veces se siente culpable por enfermarse justo en momentos en que su hija más la necesita.
“Este no es momento para enfermarme”, dice Akiki. “Yo digo, lo que más importa es ella. Una madre tiene que dejar de pensar en sí misma en estos momentos”.
Issam Shehadeh, director del departamento de oncología del Hospital Universitario Rafik Hariri de Beirut, dice que la situación ha empeorado pronunciadamente los últimos tres meses. Las reservas de medicinas del Ministerio de Salud están agotadas, y muchos hospitales ni siquiera pueden conseguir suministros importados ya que las empresas están reteniendo los productos.
“Hemos llegado al punto en que a veces le decimos a los pacientes, ‘No tenemos manera de darte tratamiento’”, comentó Shehadeh.
A veces los médicos no tienen otra opción que decirle a los pacientes que traten de obtener los medicamentos en el extranjero, lo cual es difícil para cualquiera pero especialmente para los pobres, que han aumentado en medio de la crisis económica. Más de la mitad de los 6 millones de habitantes del Líbano hoy en día viven en pobreza.
Uno de los pacientes de Shehadeh, Wahiba Doughan, quien sufre de cáncer del pulmón, llamó a parientes en Francia quienes le enviaron suficientes insumos para dos sesiones de quimioterapia. Los parientes rechazaron ser reembolsados, pero Doughan vive con la preocupaciíon de que no podrá conseguir medicinas para la próxima sesión. En el Líbano una dosis para ese tratamiento, con subsidio del gobierno, cuesta 40 dólares, una décima parte de lo que cuesta en Francia.
“Vivo en ansiedad permanente”, expresó Doughan, empleada pública de 60 años. “Conseguí la dosis por ahora pero es posible que en el futuro no la consiga”.