Tailandia: Repunte de COVID-19 golpea a los más pobres
BANGKOK (AP) — Desde hace dos meses, el carpintero Tun Nye no le ha podido enviar dinero a sus padres en Myanmar para ayudarlos a cuidar de su hijo de 11 años, luego de que las autoridades de Tailandia cerraron su obra de construcción por preocupaciones relacionadas con la pandemia del coronavirus.
Sin trabajo no hay ingresos para él o su esposa, que han estado confinados en uno de los más de 600 campos para trabajadores en Bangkok, donde viven en una pequeña habitación en un edificio en ruinas, con tablas y sábanas para cubrir las ventanas faltantes.
Durante el peor repunte de coronavirus en Tailandia hasta el momento, las medidas de confinamiento han reducido a cero lo poco que tenían los más pobres de Bangkok. Los grupos de voluntarios trabajan para asegurarse de que sobrevivan.
Para Tun Nye, de 31 años, la bolsa de arroz, el pescado enlatado y los demás suministros que les entregaron los voluntarios de Ayuda Comunitaria de Bangkok significaron que no pasarían hambre esa semana.
“Han sido tres o cuatro meses sin dinero y no tenemos lo suficiente para comer”, dijo al recoger sus suministros. “Y no existe la opción de volver a casa en Myanmar, ahí está peor”.
El gobierno cerró los campamentos a finales de junio después de que una serie de infecciones por la variante delta afectaron a los trabajadores del lugar, deteriorando el repunte de COVID-19 en Tailandia. Muchos perdieron todos sus ingresos, y aunque se suponía que los empleadores debían asegurarse de que tuvieran agua y comida suficiente, la mayoría de ellos no lo hicieron.
“En un campamento podías ver que había muchos suministros, que estaban atendido, y caminas otros 30 metros (yardas) a otro campamento y ahí no han visto a su jefe en dos semanas y se les dice que vayan a pescar para poder comer”, dijo Greg Lange, uno de los cofundadores de Ayuda Comunitaria de Bangkok, que entrega alrededor de 3.000 comidas calientes al día y unas 600 “bolsas de supervivencia” como la que recibió Tun Nye.
La organización, fundada a inicios de la pandemia el año pasado, cuenta ahora con más de 400 voluntarios tailandeses y extranjeros como Lange, de 62 años y originario de Florida que ha vivido 20 años en Tailandia. El grupo depende enormemente de las redes sociales para darse a conocer y solicitar ayuda.
Los donativos vienen de corporaciones, individuos e incluso de gobiernos. Algunos entregan alimentos que prepararon ellos mismos, otros dan comida empacada o dinero en efectivo. El arroz en los paquetes de supervivencia que se entregaron recientemente en los barrios pobres cercanos al principal puerto comercial de Bankok fue comprado con fondos de Australian Aid; las manzanas fueron donadas por la Cámara de Comercio de Nueva Zelanda y Tailandia.
Cuando los hospitales resultaron hacinados a tal grado que no recibían a más pacientes de COVID-19, médicos voluntarios llevaron oxígeno hasta sus hogares, con la esperanza de mantenerlos con vida el tiempo suficiente hasta que hubiera una cama disponible en la unidad de cuidados intensivos.
“Principalmente nos dedicábamos a ayudar a las personas a que sobrevivieran a esta época con alimentos y necesidades, pero de repente estábamos lidiando con vidas humanas, había personas que literalmente morían en nuestros brazos”, dijo otro de los cofundadores, Friso Poldervaart, un holandés que ha vivido más de una tercera parte de sus 29 años de vida en Tailandia.
“Con suerte, esa situación está un poco mejor ahora, hay más camas disponibles y el programa de confinamiento del gobierno trabaja mejor, pero aún enviamos a 20 o 30 personas al hospital a diario, y seguimos administrando oxígeno”, comentó.
Las nuevas infecciones en Tailandia han rondado los 15.000 casos diarios en los últimos días luego de llegar a más de 23.400 a mediados de agosto, mientras que el número de decesos por COVID-19 sigue siendo elevado, con 224 muertes reportadas el domingo. El país acumula 1,2 millones de casos confirmados y más de 12.800 fallecimientos en lo que va de la pandemia.
El gobierno espera que el país esté por salir de su oleada más letal de la pandemia, en la que se han registrado el 97% de los casos totales en Tailandia y más del 99% de sus decesos por COVID-19.
Después de un lento y criticado inicio a la campaña de vacunación, alrededor del 35% de la población ya cuenta con al menos una dosis y el 12% está completamente inoculado. En Bangkok, más del 90% de los habitantes tienen una dosis y más del 22% tiene cuadro completo de vacunación.