Dueños de Purdue buscan liberarse de demandas por opioides
La familia propietaria del fabricante de OxyContin, Purdue Pharma, no contribuirá con miles de millones de dólares a un acuerdo legal a menos que se le exima de todas las demandas actuales y futuras sobre las actividades de la compañía, dijo uno de ellos en un tribunal el martes.
David Sackler, nieto de uno de los hermanos que hace casi 70 años compró la empresa que luego se convirtió en Purdue, testificó en una audiencia que a menos que se apruebe el acuerdo con esas garantías, “litigaremos hasta los resultados finales”.
“Necesitamos un acuerdo que sea suficiente para lograr nuestros objetivos”, dijo Sackler en respuesta a las preguntas de un abogado del gobierno que lleva el caso sobre la quiebra de la empresa. En caso contrario, “no lo apoyaremos”, señaló en la corte federal de quiebras en White Plains, Nueva York.
El Fideicomisario de Quiebras de Estados Unidos, nueve estados y el Distrito de Columbia se oponen al plan de liquidación de la compañía con sede en Stamford, Connecticut, en gran parte porque otorgaría protección legal a los miembros de la acaudalada familia Sackler, aunque ninguno de ellos se ha declarado en bancarrota.
El concepto ha provocado protestas, así como un proyecto de ley federal conocido como Ley Sackler que prohibiría estos acuerdos, conocidos como liberación de terceros. Los tribunales de quiebras los otorgan solo en algunas partes del país. El proyecto de ley ha fracasado en el Congreso.
Las demandas contra la compañía y los Sackler, incluidas las de varios estados, se detuvieron desde que Purdue se declaró en bancarrota hace casi dos años. Si la reorganización se aprueba tal como está, las demandas se congelarían para siempre. La familia Sackler también busca protección contra futuras demandas por opioides y cualquier acción que involucre a Purdue, incluso aquellas que no tienen nada que ver con los fármacos.
David Sackler no se disculpó el martes por el papel de la familia o la empresa en la crisis de los opioides, que se ha relacionado con más de 500.000 muertes solo en Estados Unidos desde el año 2000.
El año pasado, las sobredosis fatales alcanzaron un récord de más de 70.000.