Yulimar Rojas vuela alto: récord mundial y oro olímpico
TOKIO (AP) — Yulimar Rojas tenía una cita con el destino en Tokio.
Se veía colgándose una medalla de oro y también romper un récord mundial que había sido impuesto dos meses antes de su nacimiento en 1995.
Y se cristalizó tal cual, de un solo zarpazo, en otra noche de calor y humedad en los Juegos Olímpicos de Tokio.
“Ha sido un momento mágico”, dijo Rojas, la primera mujer de Venezuela que que conquista una medalla olímpica de oro.
Sus 15,67 metros le ponían en otra galaxia del atletismo, escribiendo la página más gloriosa de su país en citas olímpicas.
“Siempre he tenido fe en mí y en la atleta que puedo convertirme”, afirmó. “Estoy feliz porque era una medalla de oro que yo ansiaba y 40 millones de venezolanos”.
La suya fue una exhibición de absurda contundencia en un semi desierto Estadio Olímpico, donde los únicos testigos fueron otros atletas, dirigentes y periodistas.
“En realidad yo sabía que podía lograr esto”, dijo sobre su último salto. “El trabajo de todo el año era para consagrarme esta noche, no iba a ser la excepción”.
“Ni siquiera tuvo que mirar. Estaba segura. Me lo decían mi cabeza, mi corazón, mi cuerpo”, añadió. "También podía escuchar el ‘wow' de la gente y los gritos de mi amiga de mi entrenador (Iván Pedroso).
La plusmarca previa había sido fijado por la ucraniana Inessa Kravets en el mundial de atletismo de 1995 en la ciudad sueca de Gotemburgo.
Imperial en la fosa del estadio, Rojas pulverizó el récord en su sexto y último intento, sacándole 17 centímetros más.
Rojas voló de entrada en la final, avisando sus intenciones con un récord olímpico de 15,41.
De su presea de plata hace cinco años en Río, la consagración en Tokio es el punto culminante de una progresión imparable hacia la cúspide del salto triple, con una supremacía incontestable.
Desde que entró en escena no quedó en duda el oro acabaría en la posesión de Rojas. Las otras 11 estaban en un duelo aparte, por rellenar los otros cajones del podio.
La portuguesa Patricia Mamona acabó llevándose la medalla de plata con 15,01 metros y la española Ana Peleteiro obtuvo el bronce con 14,87. La colombiana Catherine Ibargüen, defensora del título, quedó décima con 14,25.
“Es una bestia”, dijo Mamona sobre la venezolana.
Rojas nunca estuvo peleando contra las otras 11. El resto del concurso fue la lucha contra Kravets.
El récord olímpico en el primer salto le dejó a escasos dos centímetros de su mejor marca personal, de 15,43 metros fijados en Andújar, España, en mayo pasado. Esa era la segunda mejor marca de la historia y fue el aviso que su intención en Tokio era romper el récord.
Luego de un par de intentos nulos y quedándose corta en otros dos, Rojas afrontó el sexto con el oro sentenciado.
Rojas agitó sus palmas, tomó impulso y salió corriendo para las zancadas.
Culminada su apoteósica gesta, Rojas reaccionó exuberante, saltando de alegría. La venezolana de 25 años se quedó viendo la pantalla gigante que mostraba “WORLD RECORD” y corrió. Luego se arropó con la bandera de su país y se abrazó con Peleteiro, su amiga.
“Se lo merecía, estaba para hacerlo”, dijo Peleteiro a The Associated Press. “No me cabía duda, por eso le grité en el último intento, porque sabía que eso le iba ayudar”.
Rojas había logrado exactamente todo lo que se había propuesto.
Y es dueña de todo, dueña de los récords del mundo de salto triple al aire libre y bajo techo, y de los últimos dos mundiales (2017 y 2019).
“Desde que me desperté esta semana, sabía que iba a ser un día bonito", dijo Rojas. “Muchas buenas vibraciones. Sabía que iba a ser un día maravilloso. Iba ser a ser el día que iba a hacer historia”.
¿Qué sigue?
No se engañen. Rojas tiene más ambición. Ahora quiere saltar arriba de los 16 metros.
“Ya vienen”, avisó.
“Yo soy una atleta que no se pone límites y mi techo no tiene límites”, afirmó. “Los 16 metros son una meta muy presente en mi vida. Esta noche me quedé bastante cerca. Se hace más latente".