"Vine para pelear": Un inusual vistazo a Tigray, en Etiopía
MEKELE, Etiopía (AP) — La joven de 16 años quería ir a la guerra. Inspirada por la imagen de las fuerzas locales que marchaban para retomar la capital de la región etíope de Tigray seis meses después de verse obligadas a huir, Meron Mezgeb esperó entre la multitud para conseguir un arma y unirse a ellas.
“Vine aquí porque vi a chicas como yo violadas” por combatientes, dijo. “Yo quería ir (pelear) al principio, pero me dijeron que era demasiado joven. Pero como vi a mis camaradas venir, vine aquí para pelear a su lado”.
Las escenas de júbilo y determinación en la ciudad de Mekele, recogidas en un video al que tuvo acceso The Associated Press y sacado de contrabando de Tigray unos días más tarde, son un vistazo poco común al giro dramático en un conflicto que amenaza con desestabilizar uno de los países más poblados e influyentes de África.
Tras meses de miedo en una ciudad ocupada por soldados etíopes y fuerzas de la vecina Eritrea, que perseguían a los líderes regionales de Tigray, grupos de residentes de Mekele acudieron a la oficina local de seguridad para inscribirse en la lucha.
Les animaba la llamativa imagen de un largo desfile de miles de soldados etíopes ahora retenidos como prisioneros de guerra, mientras los líderes de Tigray volvían a caminar abiertamente por la calle. Los vecinos que llenaban las calles abucheaban a los prisioneros y vitoreaban a sus líderes.
Los líderes de la región han rechazado el cese el fuego unilateral anunciado por el gobierno etíope cuando sus líderes se retiraron de Mekele, y han prometido expulsar a los “enemigos” del resto de Tigray. Tras la retirada de fuerzas etíopes y eritreas, eso supone pelear contra fuerzas de la vecina región de Amhara, que ocupó amplias extensiones del oeste y el sur de Tigray durante los ocho meses de guerra.
“Los combates no se limitarán simplemente a las fronteras de Tigray”, dijo el presidente de Tigray, Debretsion Gebremichael, en una entrevista. “Tenemos que tener alguna garantía de que no volverán otra vez”.
Aunque ahora las fuerzas de Tigray controlan amplios territorios, la región ha seguido en gran parte aislada del mundo, con las comunicaciones y transportes cortados o bloqueados. Tras meses de saqueos y destrucción que los testigos atribuyeron a las fuerzas etíopes y aliadas, Naciones Unidas sigue muy preocupada por el destino de los millones de civiles en un contexto de hambruna y escasez.
Fue apenas el lunes, días después de que el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, dijera al secretario general de Naciones Unidas que Tigray quedaría abierta para recibir ayuda “inmediata”, cuando el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas anunció que 50 camiones con suministros que se necesitaban con urgencia habían llegado a Mekele. Habían pasado dos semanas desde la última entrega de ayuda, y el PMA advirtió que “cada día debe llega el doble de camiones para cubrir las enormes necesidades humanitarias en la región”.
Para la población, la caravana fue una imagen bienvenida. Pero los meses de conflicto hacen que el regreso a la normalidad aún quede muy lejos.
“Soy conductor”, dijo Hiluf Abrha, otro vecino que quería unirse a las fuerzas de Tigray. “Como las fuerzas de Amhara cometieron muchas atrocidades, porque mataron a mi tío, dejé mi camión y vine aquí a registrarme para poder unirme a la lucha”.
Los meses de campaña de las fuerzas etíopes y aliadas destruyeron casi todos los centros de salud en la región, lo que supone condiciones difíciles para los prisioneros de guerra, que según los líderes de Tigray serán liberados en su mayor parte.
En un campo de prisioneros se veía soldados tirados en el suelo, algunos tratando de atender sus heridas con poca asistencia disponible. “Esto supera nuestra capacidad”, dijo Yusuf Ibrahim, coordinador médico de las fuerzas de Tigray, que pidió más ayuda internacional.
“Sólo pueden mirar por nosotros cuando tengan algo para ellos primero. Para mí es difícil decir que no nos han ayudado, nos han ayudado tanto como pueden”, dijo un prisionero, Menor Arrarso, que dijo que no había nada de comida ni ropa.
Mostró su mano herida y dijo haber caminado más de 100 kilómetros (60 millas) en ese estado.
“Cuando llegamos aquí no podían ofrecernos transporte”, dijo. “Aquí mismo, entre nosotros, murieron dos o tres personas que podrían haberse salvado si hubiéramos ido a nuestras casas y recibido tratamiento. Esto es porque no hay tratamiento”.
Otro prisionero, Sewareg Bireda, se mostró de acuerdo. Aparte de la falta de comida, “no nos dan las medicinas adicionales necesarias, como analgésicos. Aparte de eso, nos ayudan tanto como pueden”.
Más de 6.000 soldados y oficiales etíopes han sido detenidos, dijo el presidente de Tigray.
“Estamos comprometidos a tratarles bien mientras estén con nosotros”, djo. “Después de un tiempo, sí, nuestro plan es (...) tienen que ser libres, donde quieran”.
Pero si aparecen pruebas de que cualquier soldado cometió una atrocidad durante la guerra, añadió, “le retendremos porque tendrán que ir a juicio”.