Flujo de migrantes causa presiones en ciudad marroquí
FNIDEQ, Marruecos (AP) — Son adolescentes desesperados y hombres sin trabajo. Provienen de ciudades y pueblos costeros en Marruecos, de sus montañas al este o incluso de más lejos — de África Subsahariana. Y todos convergieron esta semana en la ciudad fronteriza de Fnideq, parte de un extraordinario esfuerzo masivo para nadar o escalar cercas de alambre de púas para entrar a España en busca de una nueva vida.
Más de 8.000 migrantes cruzaron a la vecina ciudad de Ceuta, un enclave español en el norte de África que está separado de España por el Mediterráneo, pero para la mayoría el éxito fue efímero.
El extraordinario flujo de migrantes que cruzan de Marruecos a España se produjo en medio del caos de una disputa diplomática entre los dos países.
Soldados españoles obligaron a más de la mitad de ellos a regresar a Fnideq, conocida como Castillejos por España, aumentado las presiones en una ciudad marroquí cuyos recursos se han visto ya abrumados por la pandemia de coronavirus.
“Seguiremos tratando. Vamos a encontrar una u otra forma, ¡incluso si el océano se vuelve hielo!”, dijo Badreddine, un marroquí de 27 años.
Él y sus compatriotas Salah, de 22 años; y Hosam, de 24, tienen diplomas, pero no empleos. Como la mayoría de los que tratan de llegar a España, hablaron a condición de que no se revelasen sus apellidos, por razones de seguridad derivadas del intento de inmigrar ilegalmente.
Estar varado en Maruecos “es como estar muerto, así que ¿por qué no arriesgar tu vida de todas maneras? Estamos viviendo en las calles, durmiendo en medio del frío. Nuestros padres saben que estamos aquí, oran por nosotros. Nos dijeron: ’Váyanse, que Dios los ayude”, dijo Salah.
Ellos y otros duermen en parques de Fnideq, en bancos y junto a mezquitas. Algunos pasan el tiempo cerca de hoteles y restaurantes, mendigando comida y cualquier otra cosa que la gente pueda darles. Voluntarios entregan pan y sándwiches.
Algunos han huido de países pobres de África subsahariana, pero la mayoría son de Marruecos, generalmente considerado uno de los motores económicos del continente y que ha logrado bajar la tasa de pobreza en años recientes.
Aun así, la desigualdad abunda, la pandemia ha agravado el desempleo y el salario promedio es una pequeña fracción de los salarios en Europa, que está tan cerca, apenas al otro lado de la cerca Fnideq-Ceuta.
En medio de estrictas las medidas de seguridad españolas, algunos de los que buscaban cruzar han abandonado el esfuerzo, pero otros están resueltos a encontrar una manera de evadir los controles de seguridad o batallar un mar agitado.
“Queremos salir (de Marruecos) porque no nos queda nada en el país, nada que hacer, ningún futuro. Estudiamos, pero no queremos quedarnos”, dijo Khalid, de 15 años.
Esta semana, muchos de ellos vieron una oportunidad al conocerse en Maruecos las tensiones con España.
Cuando el gobierno español le dio tratamiento médico a un combatiente independentista de Sahara Occidental que Maruecos considera un terrorista, la decisión provocó caos en Ceuta. La ciudad portuaria ha atraído siempre a quienes buscan cruzar a Europa, pero miles de personas fueron vistas arribando a Fnideq por carreteras y a través de bosques y montañas.
“¡España, ahí vamos!”, gritó un grupo de marroquíes mientras marchaban, entre cánticos de fútbol e improperios contra su país natal. En el centro de Fnideq, miles se alinearon en la ruta costera hacia Ceuta y terminaron nadando o tomando botes pequeños para cruzar.
Aunque las fuerzas marroquíes de seguridad suelen estar apostadas en la playa y las colinas cercanas para patrullar el perímetro, aparentemente había menos guardias esta semana. Cuando grandes grupos de jóvenes escalaron la cerca, protegiéndose de las púas con ropas en las manos, reporteros de la Associated Press vieron a policías fronterizos parados sin hacer nada.
Aunque Marruecos no ha dicho mucho sobre la mitigación de los controles fronterizos, se la consideró una represalia por la decisión de Madrid de permitir que el líder independentista Brahim Ghali recibiese tratamiento médico en España. Dos funcionarios marroquíes vincularon los dos hechos en comentarios el miércoles.
España eventualmente envió a soldados y forzó a la mayoría de los migrantes a regresar a Marruecos. La Cruz Roja dice que un joven murió y decenas fueron tratados por hipotermia.
Khalid, de 15 años, y Amin, de 16, llegaron a Fnideq el domingo en un autobús junto con otros 40 procedentes de Temara, una ciudad costera en las afueras de Rabat, la capital. Dicen que consiguieron cruzar a Ceuta tres veces, pero los obligaron a regresar. La última vez, tuvieron que nadar de regreso junto a la costa.
Para el jueves, los guardias fronterizos marroquíes parecían estar nuevamente en sus puestos, pero centenares de jóvenes se han quedado y los hombres y niños en Fnideq no han perdido esperanzas de poder cruzar.
“Soy el mayor de mis hermanos, mi madre vende verduras en el mercado” y no puede mantenerlos, dijo Ayoub, un veinteañero que llegó el jueves de la ciudad interior de Meknes. “Yo tenía que tratar de ayudar a mi madre”.
El gobierno de Marruecos ha dedicado sus escasas declaraciones esta semana al Sahara Occidental, pero no ha hablado de la pobreza y la disparidad que hacen que muchos quieran dejar el país.
Fnideq, en tanto, está sufriendo bajo el influjo repentino de quienes quieren emigrar.
La ciudad dependía en gran medida del comercio con Ceuta antes de la pandemia, pero el estricto cierre fronterizo de Marruecos desde marzo del 2020 ha privado a los residentes de su sustento y acceso a España. Este año hubo protestas para reclamar ayuda al gobierno o una apertura de la frontera.
Grupos de derechos humanos y legisladores de la oposición acusaron al gobierno de usar a los migrantes como peones en lugar de resolver sus problemas. El partido opositor Istiqlal llamó a “una alternativa económica que garantice a la población su derecho constitucional a las necesidades de una vida decente”.
Pese a las escenas de tropas en la frontera y gases lacrimógenos, el sueño de salir de Marruecos sigue siendo fuerte para muchos jóvenes, incluso en la relativamente próspera capital.
“Si usted le pregunta a cualquiera en Rabat ... esa persona le dirá que quiere irse a Europa, migrar. Es la obsesión de todos”, dijo el vendedor callejero Mohammed Ouhaddou. “Los políticos no hacen nada. Están dormidos y nadie nos escucha”.