¿Insurrección? ¿Qué insurrección? "Visita turística".
WASHINGTON (AP) — ¿Hubo una insurrección?
Ignorando la evidencia y la propia experiencia personal, legisladores republicanos están promoviendo una versión falsa del ataque del 6 de enero al Capitolio, diciendo que los sublevados, que usaron palos de banderas como armas, golpearon salvajemente a la policía y gritaban que querían colgar al vicepresidente Mike Pence, actuaban pacíficamente en un esfuerzo por alterar el resultado de la elección que elevó a Joe Biden a la presidencia.
Un republicano que participó en una audiencia legislativa el miércoles dijo que los sublevados eran una “banda de inadaptados”. Otro los comparó con turistas. Un tercero sostuvo que la investigación de lo ocurrido, que generó más de 400 arrestos y continúa, constituye una campaña nacional de hostigamiento.
Es un giro que la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, uno de los blancos de los insurrectos, describió como “espantoso” y “enfermizo”, y que plantea la posibilidad de que se tergiverse lo ocurrido en el peor ataque sufrido por el Congreso en 200 años usando el mismo tipo de desinformación que emplea Donald Trump al afirmar falsamente que le robaron las elecciones. Esa fue la mentira que empujó a los partidarios de Trump a atacar el Congreso.
“No sé de ningún día normal por aquí en el que la gente amenaza con colgar al vicepresidente de Estados Unidos o pegarle un tiro a la presidenta (de la cámara baja), o lastima a tantos policías”, expresó Pelosi.
Se suponía que la audiencia del miércoles sería parte de una investigación que tiene por fin explicar lo sucedido el 6 de enero: las señales alarmantes que nadie quiso ver, la confusión y las demoras que permitieron a los insurrectos aterrorizar al Congreso durante toda una tarde. Pero varios republicanos usaron sus turnos no para interrogar testigos sino para restar importancia al brutal ataque a la sede de la democracia estadounidense.
“Seamos honestos con el pueblo estadounidense. No fue una insurrección, no podemos describirla así y ser verídicos”, declaró el representante Andrew Clyde.
Clyde dijo que un video de lo sucedido pinta la imagen de “una visita turística normal”. Las personas del video, sin embargo, pudieron entrar al edificio después de que los manifestantes rompiesen los vidrios, apaleasen a la policía e irrumpiesen en el Congreso mientras los legisladores eran evacuados frenéticamente. Se dirigieron a la sala de la Cámara de Representantes, donde trataron de derribar la puerta cuando todavía había legisladores adentro.
Clyde no fue el único republicano que defendió a los sublevados. El representante Paul Gosar tildó de “mártir” a una mujer que murió baleada por la policía al tratar de ingresar a una sala contigua al salón la de la cámara baja. Sostuvo que Ashli Babbitt fue “ejecutada” y destacó que era una veterana de la fuerza aérea que portaba una bandera estadounidense. El Departamento de Justicia investigó el episodio y decidió no encausar al agente que le disparó.
El Departamento de Justicia, afirmó Gosar, “hostiga a patriotas pacíficos en todo el país”, presentando cargos en contra de cientos de personas que participaron en la toma del Capitolio.
El representante Jody Hice también pintó a los sublevados como víctimas, señalando que cuatro habían muerto, incluida Babbitt. Los otros tres sufrieron emergencias médicas. “Ese día murieron partidarios de Trump que no trataban de matar a otros”, manifestó.
El episodio tuvo una quinta fatalidad, la del agente Brian Sicknick, muerto al día siguiente. Hay videos que muestran a dos hombres que lo rociaban con un spry, pero el médico forense dictaminó que había sufrido un derrame y fallecido por causas naturales. Los dos individuos fueron acusados de atacar a policías.
Otros dos agentes se suicidaron en los días subsiguientes y decenas resultaron heridos, incluido uno que sufrió un paro cardíaco y otros que sufrieron lesiones cerebrales o quedaron incapacitados de por vida. El sindicato que los representa dice que varios agentes nunca volvieron a trabajar.
Los esfuerzos por defender a los sublevados se produjeron el mismo día en que los republicanos destituyeron a Liz Cheney, la presidenta de la conferencia republicana de la cámara baja, un cargo de mucho peso, por insistir en que la tesis de que a Trump le robaron la elección es mentira.
El representante demócrata Jamie Raskin dijo que la sanción a Cheney hace que los republicanos se sientan “envalentonados y emancipados”.
“Decidieron apoyar a Donald Trump y la ‘gran mentira’, y la ‘gran mentira’ incluye ahora una negación de lo que sucedió el 6 de enero”, manifestó Raskin.
Timothy Naftali, profesor de historia y servicios públicos de la Universidad de Nueva York, dijo que es “extremadamente cínico” pretender que no hubo insurrección. “La amnesia política nunca ayuda”, agregó. “Es una fuente de veneno”.
Dada la cantidad de evidencia del ataque al Capitolio, con fotos y videos, defender a los alzados exige omisiones creativas. Clyde, por ejemplo, subrayó que los sublevados no llegaron a la sala de la Cámara de Representantes, ignorando el hecho de que lo intentaron y fueron rechazados por policías, arma en mano.
Algunos legisladores se refugiaron en la galería del salón mientras los insurrectos golpeaban las puertas.
“Nadie entró al salón de la cámara baja y no hubo insurrección. Esa es la verdad”, insistió Clyde.
Los alzados sí llegaron al salón del Senado minutos después de que los senadores fuesen evacuados. Algunos llevaban equipo táctico. “¿Dónde están?” los senadores, gritaban, mientras revisaban sus escritorios. Acto seguido se dirigieron a la oficina de Pelosi y se robaron una computadora.
Algunos republicanos, —unos en privado, otros públicamente— dejaron en claro que no están de acuerdo con la defensa de los sublevados.
“Estuve allí”, declaró el senador Mitt Romney. “Lo que sucedió fue un intento violento de interferir y de prevenir la instalación de un nuevo presidente. En ese sentido, fue una insurrección contra la constitución. Hubo daños a la propiedad, heridas graves y muertes”.
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Los reporteros de la Associated Press Lisa Mascaro, Michael Balsamo y Nomaan Merchant colaboraron en este despacho.