Secuestros, un azote que aumenta la pobreza en Haití
PUERTO PRÍNCIPE (AP) — El ataque fue descarado, transmitido en vivo por la internet: Individuos fuertemente armados irrumpieron en una misa de Jueves Santo y se llevaron al pastor y a tres feligreses mientras eran filmados.
Para los haitianos fue un feroz recordatorio de los secuestros y muertes que afectan a personas pobres cansadas de años de violencia en las calles.
Una de las víctimas del secuestro en la iglesia, Steven Jérôme, pasó la primera noche de cautiverio sentado en una silla, sin animarse a cerrar los ojos. Mientras tanto, feligreses y parientes de las víctimas, incluida una hermana de Jérôme, Suze, se afanaban por conseguir dinero para pagar su rescate.
“La gente daba 10 gourdes, 15 gourdes, lo que podía”, sumas equivalentes a 13 y 19 centavos de dólar, declaró Suze a la Associated Press.
Las víctimas del secuestro del 1ro de abril en el Ministerio Criollo del Evangelio fueron relativamente afortunadas: Fueron liberadas a los tres días. Pero Jérôme y los demás siguen traumatizados por la experiencia y sus parientes están endeudados tras pagar el rescate. Algunos fueron sumidos más todavía en la pobreza.
Los secuestradores —como en la mayoría de los casos— no fueron pillados.
Los secuestros se han hecho tan comunes que las radios a menudo transmiten pedidos tipo “por favor, no lo maten”, “rogamos nos ayuden a recaudar dinero para el rescate” o “por favor ayúdenme a encontrar el cadáver”.
La policía parece desbordada. Al menos cuatro agentes fueron asesinados el mes pasado durante una fallida redada en un escondite de una banda tan osada que sigue teniendo en su poder los cuerpos de los agentes, lo que alentó un alzamiento en las filas policiales.
Un par de días después, el primer ministro de entonces Joseph Jouthe dijo en una conferencia de prensa que se pagan rescates que van de los 300.000 dólares al millón de dólares, en un país de 11 millones de habitantes en el que el 60% de la población gana menos de dos dólares diarios.
“Nadie tiene esas sumas de dinero”, expresó Jouthe. “Ni yo. Si soy secuestrado y piden 300.000 dólares, no sé dónde conseguiría esa suma”.
Un informe reciente de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití registró 234 denuncias de secuestros en el 2020, 78 más que el año previo. Las víctimas incluyeron 59 mujeres y 37 menores.
También aumentaron los homicidios. Las estadísticas policiales no son confiables, pero las autoridades reportaron 1.380 asesinatos el año pasado y la ONU dijo que eso representaba un aumento del 20% respecto al año previo. Entre las víctimas figuraron un juez y el presidente del Colegio de Abogados de Puerto Príncipe.
La creciente violencia hizo que negocios, bancos y escuelas de todo Haití cerrasen esta semana en una protesta que llamaron “Jueves Negro”. Algunas escuelas cerraron temporalmente por los peligros que acechan en esos barrios.
“Desde hace tiempo que la sociedad haitiana se está yendo al infierno”, dijo la oficina del arzobispo católico romano de Puerto Príncipe en un comunicado del 12 de abril. “La violencia de las bandas armadas ha alcanzado proporciones sin precedentes”.
La organización de derechos humanos Fondasyon Je Klere dice que en Haití operan más de 150 bandas, algunas de las cuales se dedican a los secuestros. Entre las víctimas más recientes hay cinco sacerdotes, el director de un hospital, menores de edad y un miembro de la fuerza de seguridad presidencial.
No se hacen excepciones con los pobres.
Magdala Louis, de 33 años, vive en una casucha de estaño con su hijo pequeño. Se las arregla vendiendo hot dogs y reclutando estudiantes para una escuela de cosmetología.
El 6 de enero, cinco individuos con armas automáticas la tomaron del cuello mientras esperaba en un auto a un amigo. Los dos fueron vendados en los ojos y llevados a una casa, donde se les preguntó quién tenía dinero en sus familias. Ella respondió que su madre y su padre habían fallecido.
La mujer pensó: “Dios, ¿vas a permitir que me maten y deje solo a mi niño?”.
Su hermana y sus vecinos acudieron a las estaciones radiales e insistieron en que era una vendedora de hot dogs que no podía pagar un rescate.
Al final de cuentas la familia del amigo pagó por los dos, pero Louis dice que ahora le da miedo salir de su casa a trabajar. “Ojalá hubiera muerto en el terremoto (del 2010) así no tenía que pasar por esto”.
La creciente violencia hizo que la embajada de Estados Unidos en Haití emitiese hace poco un comunicado en el que pidió al gobierno haitiano que “proteja a sus ciudadanos e intensifique sus esfuerzos para que los culpables sean juzgados”. La Organización de Estados Americanos hizo un pronunciamiento parecido.
El gobierno del actual presidente Jovenel Moïse dice que ha detenido a muchos delincuentes, aumentado la presencia policial y creado una unidad especial para desmantelar bandas.
Voceros de la policía local no devolvieron llamadas pidiendo comentarios, pero Serge Therriault, comisionado policial de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití, reconoció que “hoy hay una mayor sensación de inseguridad y violencia” a pesar de que la cantidad de episodios callejeros violentos es comparable a la de años previos.
Therriault dijo que la policía ha estado recabando información sobre los líderes de las bandas y bloqueado sectores donde operan.
“Esto generó algunos éxitos”, manifestó. “La policía sigue buscando distintas formas de resolver esto. Debemos dejar que encuentren la solución más indicada para el país con lo que tienen”. La coyuntura actual, señaló, incluye el crecimiento de las bandas “por cuestiones políticas y socioeconómicas”.
El incremento en la violencia complica los esfuerzos por distribuir ayuda en un país que todavía no se recuperó del devastador terremoto del 2010, de un brote de cólera mortal y ahora de la pandemia del coronavirus, según Pamela White, exembajadora de Estados Unidos en Haití.
“Cuesta mucho hacerlo cuando el país está azotado por la violencia, todos los días”, señaló.
El nuevo primer ministro Claude Joseph dijo a la AP que atribuía el aumento de la violencia a sectores políticos impopulares que, según él, tratan de socavar las elecciones generales de septiembre.
Cualquiera sea la causa, la violencia altera las vidas de todos los haitianos.
Roselaine Belizaire, estudiante de diseño de modas que vende barbijos hechos a mano para ayudar a pagar su matrícula, dijo que las balaceras que surgen cuando regresa a su casa a veces hacen que busque refugio en lo de alguna amiga.
“Hay tantos tiros que empiezo a correr y pierdo mi bolsa con barbijos”, expresó.
Jean Paul, de 26 años y quien vende comida, contó que fue agredido este mes por individuos armados que lo acusaron falsamente de haber llevado comida a una banda rival. Llorando, recordó que un hombre gritó “¡pégale un tiro! ¡pégale un tiro!”, aunque posteriormente fue liberado.
El peligro que representan las balas perdidas hizo que la organización Médicos Sin Fronteras trasladase a 21 pacientes con quemaduras de su hospital en el barrio Cite de Soleil, expresó Aline Serin, jefa de la misión de esa agrupación internacional.
Suze Jérôme, quien es maestra de una guardería, dijo que tuvo que conseguir prestado “un montón de dinero” para pagar el rescate de su hermano. “Dinero que no tengo, que nunca tendré”.
Dice que ahora que su hermano fue liberado, tiene que ver cómo hace para pagar la deuda.
“Nunca vi una situación como esta”, relató. “No estás a salvo en ninguna parte”.