¿Cuánto cuesta una muñeca?
Tal vez es la pregunta que muchos se hacen cuando se acerca el día de los reyes, las jugueterías se preparan para el evento más importante del año, quizás más importante que el día del niño. Es que los reyes vienen del oriente para adorar al hijo de Dios, eso dicen los villancicos.
Los anónimos del bar, los que atienden su mesa, también son padres. Un camarero como es sabido es el invitado anónimo de todas las fiestas, la mayoría de las veces él no puede estar en su propia celebración, entonces entre mesas se va perdiendo las fechas más importantes del año. Aquel servidor cuyo documento literario son sus comandas, dejará la vida las últimas noches de diciembre para intercambiarla por una muñeca.
Doce horas diarias por una muñeca, que seguramente no tendrá el tiempo para darla personalmente, podrá esconderse bajo la fantasía de los reyes, en el pasar del calendario el camarero aprende que el dinero se traduce en horas, y aunque las noches se lo van tragando, tendrá que estar de pie como un boxeador hasta el último round, la pregunta con firmeza es: "¿Existe el último round?
Pequeños gestos que se convierten en épico, el hombre que atiende su mesa y que seguramente usted lo desesperará por su lentitud, está fabricando en secreto la más grande de las acciones humanas, "Regalar una sonris", todo lo demás no tiene importancia, debo confesar que hasta los más grandotes de cocina esconde bajo el mandil esa sorpresa, lo humano a veces se manifiesta de las formas más pequeñas.
Aunque la maquinaria no le permita ver dormir a sus hijos, o contarles un cuento, o acompañarlos a la escuela, mientras saca la basura este personaje escondido en la sombra siempre lleva a sus nenes en su cabeza. Es a veces un poco agotador como los padres camareros, con una ternura incalculable, cuentan una y otra vez las hazañas futbolísticas de sus pequeños, o los primeros pasos de sus pequeñas, o las preocupaciones de la escuela. Sinceramente son unos caballeros dignos de admirar.
Una muñeca cuesta más de doce horas diarias, y eso sin contar los descuentos por los platos no comandados, o por las botellas de cervezas rotas, o por las quejas de algún comensal. Para estos trabajadores el dinero se traduce en horas, todo lo que compra lleva impreso los minutos de la jornada, y entre pequeñas monedas que a veces no alcanzan ni para morirse, logran construir grandes milagros. Aquel que atiende su mesa la noche del cinco de enero, tenga por seguro que en su corazón va latiendo una muñeca que traen los reyes magos desde muy lejos. Aunque la noche lo deje con los huesos rotos, ese señor no lo siente, porque sabe que antes que llegue el amanecer una nena estará sonriendo en la salita de una pequeña casa común.
(Esta nota quedó retrasada, tal vez porque un día cerraron los bares, y hoy en medio del mes de febrero la descubro de nuevo, para mis amigos y las muñecas que sé que tuvieron que comprar para la noche de reyes)