Víctimas de COVID segregadas en hospitales y en cementerios
SALÓNICA, Grecia (AP) — Incluso después de muertas, las víctimas del COVID-19 siguen siendo aisladas en Salónica, la ciudad griega más afectada por la pandemia del coronavirus.
Efcharis Gunseer, de 84 años, no pudo ver a su hija durante su batalla perdida con el virus, ni en el geriátrico donde se contagió ni en el hospital donde pasó sus últimas semanas. El personal de la unidad de cuidados intensivos estaba tan abrumado que no pudo arreglar llamadas telefónicas, según su hija.
Cuando Gunseer falleció a fines de agosto, su cadáver fue envuelto en dos bolsas de plástico y colocado en un ataúd envuelto en plástico. Por disposición municipal, no pudo ser enterrada junto a su marido, sino en un sector del cementerio reservado para personas que contrajeron el virus. Su tumba no puede ser visitada.
“Morir sola es lo peor que te puede pasar”, dijo su hija Mikaela Triandafyllidou, de 45 años, a la Associated Press. “Solo vi a mi madre por un instante, en la morgue, desde lejos, para identificarla. La gente muere sin nadie a su lado, como perros”.
Más de 30 personas han sido enterradas en lotes separados hasta ahora, según las autoridades de Salónica.
Grecia sufrió un duro golpe a fines de octubre, cuando los hospitales se vieron funcionando al límite de su capacidad después de ocho meses en los que la tasa de infecciones había sido relativamente baja. Salónica, la segunda ciudad más grande de Grecia, y sus aledaños del norte del país fueron los más castigados por el virus. Durante semanas la ciudad registró más contagios nuevos que Atenas a pesar de tener una cuarta parte de su población.
La emergencia de los hospitales se trasladó a los dos cementerios de Salónica, donde las víctimas de la pandemia son enterradas en hileras de tumbas con fosas recién cavadas, en ceremonias cortas. Precarias cruces blancas y pequeños carteles de madera terciada marcan las tumbas.
En Grecia, donde la mayoría de los cementerios están atestados, los restos generalmente son retirados después de tres años y llevados a un osario. Las víctimas del coronavirus, no obstante, permanecerán diez años en la tumba.
Giorgios Avalis, vicealcalde de Salónica, dijo que las autoridades temen que las bolsas en que envuelven los cadáveres y el plástico del ataúd de las víctimas del COVID prolonguen el tiempo que toma la descomposición del cadáver.
“Está terminantemente prohibido enterrarlos en otra parte”, dijo Avarlis.
Acotó que las personas que fallecían por enfermedades transmitidas sexualmente eran enterradas en sectores separados en el pasado, una práctica que fue suspendida hace varias décadas.
La opinión de los científicos acerca del peligro que representan los cadáveres de víctimas del COVID-19 están divididas. Los médicos forenses usan equipo protector cuando realizan las autopsias, señalando que el virus sigue vivo tras el deceso de una persona.
Symeon Metallidis, profesor de medicina interna y enfermedades contagiosas de la Universidad de Salónica, opina que las precauciones en los cementerios son casi todas innecesarias.
“Me parece absurdo todo esto. No tiene sentido”, sostuvo. “No hay pruebas de transmisión del virus después de muerto, ni hay razón alguna para que sigan enterrados diez años”.
En el cementerio Evosmos de Salónica, un sacerdote cristiano ortodoxo se para bajo de una pequeña marquesina negra a la espera de que comiencen los servicios fúnebres, mientras obreros que cavan la fosa y los portadores del féretro se ocupan de todo.
Chrysanthi Botsari, de 69 años, perdió recientemente a su esposo, de 75. Dijo que nunca se le informó cuándo se haría el entierro a fines de noviembre y que tuvo que conseguir la información ella misma.
“No sabíamos dónde lo llevarían. Solo nos dijeron que no sería en los cementerios donde se entierra a los demás por el coronavirus”, relató Botsari.
“Para mí, eso es inaceptable, inhumano”, expresó la viuda. “Toda esta gente muere sola e indefensa”.
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