Reseña: Wonder Woman combate a embusteros en “1984”
Si vas a hacer una película sobre cumplir deseos fuera de un desierto árabe, ubicarla en Estados Unidos en la década de 1980 es la mejor manera de hacerlo.
“Wonder Woman 1984” (“Mujer Maravilla 1984”), la secuela de Patty Jenkins de su impresionante “Wonder Woman” (“Mujer Maravilla”) de 2017, lleva a la guerrera interpretada por Gal Gadot a la era de Regan, los pantalones bombachos y Duran Duran. Todos están presentes en “Wonder Woman 1984”, una parábola de superhéroes sobre codicia, bolsas riñoneras y agudas referencias a la actualidad.
Después de dos películas queda claro que Jenkins y DC Comics tienen un concepto afortunadamente diferente para la Mujer Maravilla como franquicia. Al igual que su predecesora, “Wonder Woman 1984” es vivaz, decidida y felizmente nada presuntuosa. En ambas cintas la heroína no tiene la enorme carga de construir o salvar al mundo — o al menos Gadot luce demasiado majestuosa como para parecer abrumada. Es más un contrapeso moral y potente a los errores impulsados por el ego masculino, conduciendo la historia por las múltiples trampas de megalómanos embriagados de poder.
La pasada ocasión eran líderes militares alemanes y británicos dominados por Ares, el dios de la guerra. Esta vez, es un empresario y figura televisiva en problemas que, al robar una gema antigua de un museo Smithsonian en Washington, (donde trabaja la Diana de Gadot), obtiene el poder de conceder deseos. Max Lord (Pedro Pascal) pasa de ser un padre de familia endeudado a ser un tirano, convirtiéndose en un estafador de dimensiones míticas. Es un genio diabólico sin lámpara.
Un embustero que apacigua los antojos de los otros mientras se roba todo lo demás es una parábola muy adecuada para estos tiempos, podríamos decir. “Wonder Woman 1984” resalta en su crítica a Trump tanto como en su estilo ochentero. En una escena, Steve Trevor (Chris Pine), que vuelve de la muerte cuando Diana pide su propio deseo al tener la gema en sus manos, se prueba todo un guardarropa de la época como si fuera el desfile de modas de Ken en “Toy Story 3”. De lo mejor en la primera “Wonder Woman” eran las alocadas escenas de Diana experimentando Londres con Trevor; esta ocasión los papeles se invierten en momentos un poco menos encantadores.
¿Qué tiene que ver el ascenso de Max con la Mujer Maravilla? Un embustero es un enemigo perfecto para Diana, quien fue concebida desde el comienzo como una fuerza por la verdad. Su lazo, que funciona como un polígrafo, tiene la función de hacer a la gente decir la verdad, una invención del creador de Mujer Maravilla, William Moulton Marston.
Jenkins comienza la película con un flashback a la vida de Diana como amazona en una competencia atlética en la isla de Themyscira, donde aprende el valor de la verdad desde niña. “Ningún héroe verdadero nace de las mentiras”, le dice Antiope (Robin Wright).
La gema también transforma a otra persona: Barbara Minerva, una arqueóloga tímida interpretada por Kristen Wiig. Incómoda en tacones y en general con todo, dice que le gustaría ser más como Diana cuando sostiene la piedra, lo que desata una metamorfosis que crea otra enemiga para la Mujer Maravilla.
Al igual que en “Wonder Woman”, Jenkins desaprovechó algunas oportunidades. La primera película, a pesar de desarrollarse en 1918 durante la Primera Guerra Mundial, no tuvo una interacción real con el movimiento por los derechos de las mujeres que surgió en esa época, una fuente de inspiración para Marston. Del mismo modo, “Wonder Woman 1984” — más enfocada en la década de “la codicia es buena” y sus resonancias contemporáneas — no se detiene mucho a interrogar la disparidad de género de los 80. Al igual que la anterior, “Wonder Woman 1984” se ve consumida por su (ciertamente buen) antagonista. La película se hace un poco lenta en el tercer acto, en una desordenada pelea en la Casa Blanca, y tiene un final bastante prolongado.
Pero de cualquier modo estas películas me gustan más que la mayoría de las cintas de superhéroes. Se sienten más exageradas y a la vez más reales que las películas de Marvel, más como la emoción que te hace leer un libro de historietas sin parar. Las ambiciones de “Wonder Woman 1984” podrían estar fuera de su alcance, pero pocas veces se siente predestinada o predecible, una rareza en el género.
Mientras sus personajes descubren sus poderes y se transforman en monstruos, la cinta continúa cambiando su forma, agrandándose cada vez más. La habilidad de Jenkins para el cine pop es ágil y coherente. La interpretación de Pascal, más dulce que siniestra, es brillantemente exagerada.
La cinta, que se exhibe actualmente en cines de México y otros países, llegará a los cines de Estados Unidos y a HBO Max el 25 de diciembre. “Wonder Woman 1984” cerrará un año ampliamente carente de superhéroes con un plan de estreno que le dio un vuelco total a la industria cinematográfica. Es una película muy grande que dirigida principalmente a la pantalla chica en una época en que la pandemia ha hecho que la experiencia escapista de ir al cine sea casi imposible. Esto hace que “Wonder Woman 1984” sea un acto de nostalgia en más de una manera.
“Wonder Woman 1984”, un estreno de Warner Bros. tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por escenas de violencia y acción. Duración: 151 minutos. Tres estrellas de cuatro.
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Jake Coyle está en Twitter como http://twitter.com/jakecoyleAP.