La amistad puede más que el sectarismo en Kosovo
VAGANESH, Kosovo (AP) — Blagica Dicic tiene 92 años y quebrantos de salud. Es la única residente que queda en una remota localidad de la minoría serbia en las montañas del este de Kosovo que fue abandonada por sus habitantes, incluidos los dos hijos de Dicic.
El mayor, Djordje, se radicó en la capital de Serbia, Belgrado, y no tiene espacio para ella. La anciana no se acuerda de la última vez que se vieron.
El menor, Slobodan, ocupa una vivienda pública de la vecina Kamenica con su esposa, que está paralizada. Rara vez visita a Dicic.
La anciana, no obstante, siente que tiene un nuevo hijo. Lo más notable es que Fadil Rama, de 54 años, es del otro bando, un musulmán de la mayoría albana de Kosovo.
“Ahora tengo tres hijos, no dos”, dice la anciana desde su cama en Vanagesh, pueblo a 45 kilómetros (30 millas) de la capital Pristina.
“Fadil es el tercero. Me trae comida y me cuida”, cuenta Dicic, mientras acaricia a Rama, quien vive a un kilómetro y medio (menos de una milla) en el pueblo albano de Strezovce.
Hasta noviembre, Dicic gozaba de buena salud, pero ahora se siente débil y le cuesta pararse. De todos modos, se niega a irse de su casa de dos pisos, muy venida a menos, y sobrevive con una pensión de 60 euros (71 dólares) mensuales, sin ningún otro tipo de ayuda.
La suya es una de unas 50 casas de piedra y madera que lentamente se vienen abajo por falta de mantenimiento.
Antes de la guerra de 1998-99 aquí vivían más de 200 personas. Ahora todas se han ido. La última fue el hijo de Dicic, Slobodan, cuando su esposa se enfermó hace tres años.
La guerra en esta antigua provincia serbia dejó más de 10.000 muertos, mayormente personas de origen albano. Terminó cuando una campaña de bombardeos aéreos de la OTAN obligó a Serbia a retirar las fuerzas que combatían una insurrección albana.
Las Naciones Unidas administraron el territorio durante nueve años, hasta que Kosovo declaró su independencia en el 2008, la cual no es reconocida por Serbia. Las relaciones entre Belgrado y Pristina siguen siendo tensas.
Rama, quien es propietario de dos tiendas de comestibles, conoce a Dicic desde pequeño. Ella siempre les regalaba dulces a los niños de Strezovce, incluso durante la guerra.
“Fue una buena mujer antes, durante y después de la guerra. Nos trataba como si fuésemos sus hijos”, cuenta Rama. “Cuando me enteré de que se había quedado sola lo lamenté mucho y pensé que podía devolverle algo de lo que ella nos dio”.
“Las políticas de Belgrado e incluso de Pristina no nos importan, siempre nos hemos apoyado entre nosotros”, agrega.
Desde que surgió el brote de coronavirus en marzo, Rama visita a Dicic dos veces por semana y le lleva comida.
Limpia su habitación lo mejor que puede y le cocina algo.
Rama afirma que no tiene nada de raro que ayude a una anciana serbia, cristiana ortodoxa. Los lugareños están de acuerdo.
“Ayuda a una anciana. ¿Es serbia? ¿Y qué?”, preguntan dos individuos de Strezovce al unísono. “Bien por él”.
Desde la guerra Vaganesh no tiene agua potable. Dicic caminaba hasta Strezovce para buscar agua y las cosas básicas, pero ya no puede hacerlo.
Rama dice que pastores de la zona que se enteraron de que él la estaba ayudando decidieron imitarlo y la visitan periódicamente “para ver cómo está y llevarle agua y otras cosas”.
Le prometió a Slobodan que “la cuidaré hasta el último momento con todo lo que tengo”.
“Nunca la dejaré librada a su suerte”, aseguró.