Aumentan infecciones de coronavirus en EEUU; cancelan clases
Los sistemas escolares en Detroit, Indianápolis, Filadelfia y la zona suburbana de Minneapolis están cancelando las clases presenciales, y algunos gobernadores están imponiendo de nuevo restricciones a bares y restaurantes o asumiendo mayor seriedad con respecto al uso de mascarillas debido a un aumento en las muertes, hospitalizaciones y nuevos contagios por un resurgimiento del coronavirus en todo Estados Unidos.
La crisis se ha profundizado en los hospitales, y la situación en Dakota del Norte es tan grave que el gobernador dijo esta semana que los enfermeros que den positivo pero no tengan síntomas pueden continuar laborando. Las clínicas en Idaho tienen dificultades para atender las numerosas llamadas telefónicas de pacientes. Y uno de los sistemas de hospitales más grandes de Utah está ocupando a casi 200 enfermeras itinerantes, algunas procedentes de la ciudad de Nueva York.
Debido al coronavirus, Estados Unidos acumula 242.000 muertes y más de 10,5 millones de infecciones confirmadas. Expertos en salud afirman que el país tendrá un invierno oscuro debido al desacato en el uso de mascarillas y otras precauciones, la llegada del clima frío y las concurridas reuniones de fin de año.
“Todos deberíamos estar asustados”, dijo el doctor David Peterman, director general del Grupo Primary Health Medical, de Idaho, en referencia a las estadísticas del coronavirus. “Es fácil ver la televisión y decir: ’No estoy en la unidad de cuidados intensivos, mi abuela no está en la unidad de cuidados intensivos’. Pero ¿qué tal si les digo que su médico no puede atenderles a su hijo que tiene una infección en un oído porque no puedo contestarles la llamada, o su doctor está en cuarentena, o nuestras clínicas están llenas de gente con coronavirus?”
Las muertes por día en Estados Unidos han aumentado más de 40% en las últimas dos semanas, de un promedio de unas 790 a más de 1.100 el miércoles, el nivel más alto en tres meses.
Eso aún está bastante por debajo del pico de 2.200 fallecimientos por día de finales de abril, situación que quizá refleje la disponibilidad de mejores tratamientos y un aumento en las infecciones entre los jóvenes, que tienen más probabilidades que las personas adultas de sobrevivir al COVID-19.
Sin embargo, los casos nuevos confirmados se han disparado más de 70% en las últimas dos semanas en Estados Unidos, alcanzando un promedio de unos 127.000, la cifra registrada más alta. Y el número de personas con coronavirus actualmente hospitalizadas alcanzó el nivel máximo hasta ahora de más de 65.000.
En medio de estas cifras impresionantes, las autoridades de algunos estados continúan manteniendo una política de no intervención, insistiendo en la “responsabilidad personal” en lugar de imponer restricciones desde el gobierno como el uso obligatorio de mascarillas.
En un reflejo de lo que ha sido en gran medida una división partidista en Estados Unidos entre los estados de tendencia republicana y los de tendencia demócrata, el gobernador de Oklahoma, el republicano Kevin Stitt, se ha rehusado a imponer el uso obligatorio de mascarillas, diciendo que le preocupa cómo hacer que todo el mundo cumpla y el adoptar un enfoque parejo para todos. En lugar de ello, Stitt efectuó esta semana una conferencia de prensa con médicos de diversas partes del estado que le rogaron a los habitantes que usen mascarillas.
En Dakota del Norte, los enfermeros se opusieron a la decisión del gobernador republicano Doug Burgum de permitir que los trabajadores de salud que den positivo sigan trabajando, diciendo que antes de eso se deberían probar medidas comprobadas científicamente, tales como una orden para que todo el mundo use mascarillas. Burgum se ha negado a emitirla.
En Chicago, la alcaldesa Lori Lightfoot exhortó a los habitantes a cancelar las reuniones por el Día de Acción de Gracias, limitar todas las reuniones sociales a un máximo de 10 personas, y permanecer en casa salvo por cuestiones esenciales, tales como acudir a trabajar o comprar comestibles, a partir del lunes.
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Las periodistas de The Associated Press Sophia Tareen, en Chicago, y Rebecca Boone, en Boise, Idaho, contribuyeron a este despacho.