Etíopes huidos a Sudán, testigos del conflicto en Tigray
NAIROBI, Kenia (AP) — Cuando el sonido de las armas pesadas estalló en la ciudad fronteriza de Etiopía, Filimon, un agente de policía, comenzó a correr.
Ahora, conmocionado y asustado, se toma una pausa al ser preguntado por su esposa y sus dos hijos, de 5 y 2 años. “No sé donde está mi familia ahora", dijo, sin saber si se quedaron atrás en la zona de combates o si están entre la creciente multitud de nuevos refugiados que se agolpan al otro lado de la frontera, en Sudán.
En una entrevista telefónica con The Associated Press el jueves, Filimon, de 30 años, ofreció uno de los primeros testimonios sobre lo que los expertos advierten que es una guerra civil en ciernes con devastadoras consecuencias humanitarias. El conflicto podría arrastrar también a las naciones vecinas.
Filimon, que se identificó solo con su nombre, contó que quienes atacaron Humera, una localidad de la región de Tigray, la semana pasada venían en dirección de la cercana Eritrea, aunque era imposible saber si se trataba de fuerzas de ese país.
Los líderes de Tigray han acusado a Eritrea de sumarse a la contienda, que comenzó la semana pasada, a petición de gobierno federal de Etopía, que considera que el ejecutivo regional es ilegal. Etiopía ha negado la participación de las fuerzas eritreas.
Pero las preocupaciones de Filimon son mucho más inmediatas. Tras un día caminando junto a otras 30 personas que también huyeron, ha pasado dos días en Sudán, expuesto al sol y al viento en una localidad fronteriza que se está viendo superada rápidamente. Cerca de 10.000 refugiados han entrado ya a Sudán, donde las autoridades locales se prepararan para recibir hasta 200.000 personas.
Las tensiones por el letal conflicto en Etiopía se extendían más allá de su aislada región de Tigray luego de que el gobierno federal anunció el jueves la detención de 150 presuntos “operativos” acusados de tratar de “infundir miedo y terror” en todo el país.
Según las autoridades, los sospechosos “resultan ser étnicamente diversos”, pero la preocupación sigue siendo alta entre la etnia tigrayana ante los reportes de que están siendo señalados por las autoridades.
El parlamento etíope votó a favor de retirar la inmunidad judicial a 39 altos cargos de la región de Tigray, incluyendo el presidente, acusándolos de sublevarse y de “atacar al ejército federal”.
Por otra parte, varias ciudades registraron manifestaciones en apoyo a la ofensiva militar ordenada por el gobierno federal contra el ejecutivo del Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés). En una campaña de donación de sangre en la capital, Adís Abeba, Admasu Alamerew, uno de los participantes, dijo que quería “transmitir mi mensaje a las personas que están causando conflictos e instarlos a temer a Dios y a hacer la paz”.
El primer ministro, Abiy Ahmed, ganador de un Premio Nobel de la Paz, ha rechazado los pedidos internacionales para negociar y desescalar el conflicto, alegando que esto no se producirá hasta que la “camarilla” del TPLF sea derrocada y arrestada y se destruya su nutrido arsenal.
En un nuevo comunicado, Abiy afirmó que la parte occidental de Tigray había sido liberada, acusó a los gobernantes del TPLF de tratar de “destruir Etiopía” y denunció supuestos abusos cometidos por sus fuerzas. El ministro de Defensa, Kenea Yadeta, señaló que en las zonas “rescatadas” se establecerá un gobierno de transición, según reportó la Agencia de Noticias de Etiopía.
Lo que parece haber sido un rápido descenso hacia una guerra civil lleva meses gestándose. Tras asumir el poder en 2018, Abiy anunció amplias reformas políticas que le valieron el Nobel pero marginaron al TPLF, que había dominado la coalición gobernante en el país. Más tardel el TPLF abandonó la coalición y en septiembre celebró elecciones locales desafiando al ejecutivo federal.
Cada bando considera ahora que el otro es ilegal y se culpan mutuamente de iniciar el conflicto.
Las comunicaciones y el transporte siguen cortados en la región de Tigray, lo que dificulta la verificación de las denuncias. Naciones Unidas y otros advierten de un desastre humanitario inminente por la escasez de comida y combustible para millones de personas.
No hay indicio de una pausa en los enfrentamientos, que incluyeron múltiples ataques aéreos por parte de las fuerzas federales y cientos de fallecidos en cada bando. No estuvo claro por el momento cuántos de estos muertos son civiles.
Los efectos del conflicto amenazan con salpicar a los vecinos de Etiopía, especialmente a Sudán, cuyos líderes están bajo la presión de la comunidad internacional, al gobierno federal etíope y ahora al gobierno de Eritrea, a quien el TPLF acusa de unirse a la lucha a petición de Adís Abeba.
Los expertos temen que el Cuerno de África, unas de las regiones más estratégicas del mundo, pueda desestabilizarse a pesar de los esfuerzos de Abiy por alcanzar la paz en el pasado.