Promueven el voto en EEUU con cartas, mensajes y caravanas
En ocasiones la mano le dolía, pero Nancy Gehman siguió escribiendo. Cada noche desde julio hasta mediados de octubre, la jubilada de 85 años se sentó con un marcador, escribiendo notas para implorar a otros estadounidenses a que votaran. Entonces las envió por correo: 1.260 cartas.
“Fue reconfortante saber que estaba haciendo algo”, dijo.
Gehman, quien vive en Santa Fe, Nuevo México, es una de 182.000 personas que han participado en Vote Fraud, una campaña en 50 estados para enviar cartas a más de 17,5 millones de hogares. El esfuerzo de base es una de numerosas formas en que individuos y organizaciones están trabajando para alentar a la gente a acudir a las urnas en una elección en la que, se puede decir, nada es normal.
En tiempos normales, es un enorme reto logístico movilizar a millones de personas a votar. En 2020, la dificultad aumentó aún más por los temores al coronavirus, complicaciones y confusión sobre las votaciones por correo, y por la ansiedad palpable sobre las amargas divisiones en el país.
Se utilizó entonces el sistema de votaciones adelantadas, con más de 73 millones de personas habiendo votado ya. Los activistas han estado movilizando en diversas formas: desde grupos de barrio hasta movimientos nacionales, desde asociaciones de cuadra hasta bandas musicales universitarias y violinistas solitarios. Los votantes han acudido a las urnas en caravanas de furgonetas, rodadas en bicicleta e incluso a caballo. Cuando llegan, a menudo son recibidos por un recital de cello o una fiesta de baile.
A menudo imposibilitados de llamar puerta por puerta o hablar en persona debido a la pandemia, los activistas han tenido que adaptarse. Han estado usando mensajes de texto y llamadas telefónicas, realizando mítines en autos y organizando caravanas. Lo que une esas gestiones es la certidumbre de que éste es un año electoral sin igual y que votar es esencial.
En las tribus indígenas devastadas por el coronavirus, la pérdida de empleos por enfermedades y por muertes, los activistas se cuidan de no causar más estrés.
“Aunque sabemos que votar es importante y necesario... la gente está pasando trabajos”, dijo el activista Ahtza Dawn Chavez. “De cierta forma, todo esto puede parecer insensible”.
En un ciclo normal de elecciones, Chavez, que vive en Albuquerque y es navajo y kewa, llama a la puerta con sus colegas y se sienta en las casas para tomar un café. Ahora, dependen de representantes en las comunidades para que hablen con los vecinos. Están usando además mensajes telefónicos automatizados, centros de llamadas y mensajes de texto en masa. Una preocupación especial son los ancianos.
“Nuestros ancianos son básicamente nuestra biblioteca, son nuestra enciclopedia, los contenedores de nuestro conocimiento histórico y cultural”, dijo Chavez. “Asegurarnos de que tienen una forma segura de depositar sus votos y acceder a sus lugares de votación es algo que nos preocupa”. En las áreas de población indígena en Arizona, la operación “Ride to the Polls” organiza grupos de jóvenes para ir a caballo a las urnas.
El coronavirus no ha sido el único obstáculo. En Carolina del Norte, el líder de derechos civiles William Barber II y otros han estado entrenando a miembros del clero para que movilicen a sus congregaciones y se aseguren de que conocen sus opciones y derechos y para combatir la desinformación que pudiera impedirles votar.
“No dejen que nadie suprima, pare, obstaculice, impida o reste valor a su derecho a votar”, les dijo recientemente Barber a los participantes en un evento de aliento al voto.
En 2016, Patrisse Cullors, una de las creadoras del movimiento Black Lives Matter, no había pensado en cómo emplearía la influencia de la plataforma para alentar al voto. Ahora, luego de una ola sin precedentes de protestas por la justicia racial en meses recientes, Cullors y la fundación están realizando mítines por automóvil para respetar las medidas por la pandemia, enviando mensajes de texto masivos y usando millones de dólares en donaciones para anuncios centrados en el voto de los ciudadanos negros, dijo Cullors.
En Louisville, Kentucky, una ciudad sacudida por las protestas tras la muerte de Breonna Taylor a manos de la policía, grupos comunitarios, votantes y activistas se han unido en desfiles de autos, camionetas y autobuses a través del área predominantemente negra de West End en un esfuerzo para alentar la participación en las urnas. La gestión, llamada “Protest to the Polls”, es encabezada por la Liga Urbana de Louisville y busca llevar a las urnas las demandas de justicia racial y social, dijo Sadiqa Reynolds, presidenta y directora general.
“Estamos reclamando nuestros votos”, afirmó.
Algunos esfuerzos de movilización han implicado una planificación a gran escala. Otros han sido el trabajo de una o dos personas con una idea repentina.
En el lado de los esfuerzos grandes está la organización sin fines de lucro Neighborhood Assistance Corporations of America, que ha desplegado una flotilla de furgonetas en el suroeste de Texas y en Atlanta y recientemente se expandió a Charlotte, Carolina del Norte. Las furgonetas han llevado a 25.000 personas a las urnas, dijo el coordinador para la prensa Tim Trumble.
La organización de justicia en las comunidades espera enviar un mensaje: la supresión de votos en las comunidades de minorías va a salir por la culata. Las furgonetas de 15 pasajeros, que pueden llevar a seis siguiendo las normas de distanciamiento social, comienzan sus viajes al amanecer y ruedan todo el día.
Y del lado de los esfuerzos pequeños está “Play for the Vote”, una campaña no partidista del violoncelista de Boston Mike Block que ha organizado a músicos para que toquen para los votantes mientras hacen cola frente a las urnas. A Block se le ocurrió la idea cuando practicaba la mañana tras el caótico primer debate presidencial.
“Pensé: ‘La música me está ayudando: quizás debería ir a mi sitio de votación y tocar’. Era obvio Io bueno que sería si todos los músicos hicieran eso”, dijo.
Así que Block, de 38 años, ha reclutado a centenares de músicos de 39 estados y el Distrito de Columbia que tocan música clásica, folklórica, country, hip hop o rock —pero nada de tono político— para los votantes que aguardan en colas largas. Entre los participantes hay desde músicos de la Metropolitan Opera de Nueva York hasta una orquesta de escuela secundaria en Wyoming.
También en el frente musical, “Joy to the Polls” busca hacer la espera en las urnas una experiencia memorable. Un video reciente en redes sociales mostró a votantes en Filadelfia bailando mientras esperaban, junto a miembros del coro Resistance Revival Chorus.
En Cincinnati, Diane Cunningham Redden, funcionaria del Partido Republicano en el condado Hamilton, ha estado realizando reuniones pequeñas en patios, basada en la teoría de que “si 28 personas hablan con cinco amigos cada una, esos son votos”.
Redden encabeza un grupo llamado SHELeads, que identifica y respalda a mujeres candidatas. Ella ha ayudado además a organizar eventos en favor del presidente Donald Trump y otros en intersecciones transitadas.
Algunos votantes temen contraer el virus si votan en persona, pero también les preocupa la opción de votar por correo. En Columbus, Ohio, Carol Tonkins, de 80 años, solicitó una boleta en ausencia este año por primera vez, pero no confió totalmente en el correo.
Así que llamó a Katie Beaumont, que dirige un programa llamado At Home on High que ayuda a ancianos como Tonkins a quedarse en casa, suministrando transporte o haciendo compras de abastecimientos, trabajo de jardinería y otros servicios. Beaumont entregó la boleta de Tonkins el miércoles pasado. “No nos importa de la forma en que votes. Solamente queremos que lo hagas”, dijo Beaumont.
En algunos casos, las estrategias nuevas han tenido beneficios inesperados.
En Sacramento, California, la activista Nichole Rice no puede llamar a la puerta debido a la pandemia y no puede hacer llamadas telefónicas porque tiene dos hijos pequeños.
En lugar de ello, envió mensajes de texto a centenares de personas diariamente desde una app en su teléfono. Dice que cuando puede convencerles de ella no es en realidad un robot —algo que requiere esfuerzo en 2020— puede tener una conversación extendida con muchos más votantes que los que podría de puerta en puerta.
Eso ha llevado a momentos de vulnerabilidad. Rice dice que una votante le dijo que sus prioridades cambiaron porque su esposo se acababa de operar del corazón. Otra persona reveló que su esposo la estaba engañando.
“Las personas están mucho más dispuestas a revelar cosas... que lo que hacen en persona”, dijo.
En Mississippi, que tiene algunas de las restricciones al votante más severas en el país —con reglas que tradicionalmente han obstaculizado el voto de los ciudadanos negros—, la exeducadora Fran Bridges ha estado colaborando como voluntaria con varias asociaciones de vecinos en Jackson para realizar registros de votantes casa por casa.
La idea era que las personas pudieran estar más inclinadas a registrarse si eran contactadas por vecinos. Ella asignó a una persona para encargarse de cada calle. De esa forma cubrían al menos 100 calles.
Al igual que Gehman en Nuevo México, Radha Pyati en Filadelfia ha dedicado numerosas horas a escribir cartas como parte de su grupo Vote Forward.
“No quiero despertarme la mañana del miércoles, 4 de noviembre y sentir que no hice todo lo que pude”, dijo.
Existe al menos alguna evidencia de que sus esfuerzos y los otros redactores de cartas han tenido un impacto. Una persona que recibió una de las cartas, Carlos Flores, de Miami, dijo que ya planeaba votar, pero que la carta apasionada que recibió de Portland, Oregon, el martes, le entusiasmó.
Flores, de 34 años y dueño de una panadería, votó esta semana en su primera elección presidencial desde que se hizo ciudadano en 2018.
“Muchas personas en el mundo no pueden votar”, dijo. “Es un privilegio, Cada voto cuenta”.
Noveck reportó desde Nueva York y Galofaro desde Louisville, Kentucky. Para este reportaje contribuyeron además los periodistas de The Associated Press Adam Beam en Sacramento, Piper Hudspeth Blackburn en Louisville, Felicia Fonseca en Albuquerque, William J. Kole en Boston; Aaron Morrison en Nueva York; Andrew Welsh-Huggins en Columbus y Leah Willingham en Jackson.