El partido oficialista mexicano: caos a la sombra del líder
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — El partido con el que Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia de México en 2018 con abrumadora mayoría tiene un líder carismático y es la principal fuerza política del país, pero sus divisiones internas podrían poner en riesgo los cambios estructurales que el mandatario quiere dejar como legado.
El Movimiento de Regeneración Nacional, conocido como Morena, se encuentra dividido y ha sido incapaz de elegir a su nueva dirigencia con lo que ese proceso, lleno de acusaciones y golpes bajos, quedó en manos del Instituto Nacional Electoral (INE), que después de intentos infructuosos podría anunciar al nuevo presidente del partido a fines de esta semana.
Para Morena tener una dirigencia fuerte, algo por lo que luchan actualmente dos aspirantes, y un partido estructurado es básico de cara a las elecciones de medio mandato del año que viene en las que se renovará la Cámara de Diputados, 30 de los 32 congresos estatales y se elegirán 15 gobernadores.
Fortalecerse también será clave para el partido si quiere sobrevivir a su mentor, que por mandato constitucional tiene prohibida la reelección y dejará el cargo en 2024.
El presidente, en medio de una crisis económica, la pandemia del nuevo coronavirus y el escándalo por la detención en Estados Unidos por narcotráfico de un exsecretario de la Defensa, necesita que Morena aumente su poder si quiere culminar lo que llama la "Cuarta Transformación” de México, cambios estructurales y constitucionales que sólo podrá aplicar con mayorías legislativas cómodas, explicó el politólogo Hugo Concha, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Las elecciones se ganan con dedicación y orden sobre todo porque López Obrador no estará en las boletas, coincidieron los analistas. Sin embargo, la desorganización interna de Morena es tal que ni siquiera ha podido actualizar su censo de militantes: dice tener más de tres millones, pero su registro oficial no llega a los 500.000.
“Tenemos que poner la casa en orden”, afirmó Aurora Pedroche, una militante de Ciudad de México que se ilusionó con la otra forma de hacer política que propugnaba el partido que ayudó a fundar.
Morena existe porque López Obrador no pudo controlar por completo el partido de izquierda que patrocinó sus dos primeras e infructuosas candidaturas a la presidencia en 2006 y 2012, el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Cuando sus rivales quedaron a cargo de esa agrupación, López Obrador, su figura más popular lideró un gran éxodo y creó Morena en 2014, un movimiento con el que apelaba a romper con el pasado y hacer política de otra manera.
El partido se aglutinó en torno al carisma de un solo hombre en lugar de configurarse en torno a una ideología y eso hizo que Morena se convirtiera en una organización “atrapa todo”, explicó Flavia Freidenberg, miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El electorado, harto de un pasado marcado sobre todo por la corrupción, apoyó de forma abrumadora a López Obrador que ganó por más de 30 puntos en 2018. Su coalición, liderada por Morena, consiguió siete de las 9 gobernaciones en juego en aquel momento.
Pero esa amalgama convirtió a Morena en un “partido de tribus”, según Freidenberg, que ahora actúa como brazo ejecutor de las políticas del presidente pero sin mensajes ni propuestas claras.
“Morena es todo y no es nada”, sintetizó Concha que, además de académico, fue secretario ejecutivo del organismo electoral federal. “Un día oyes propuestas de locos, otro día cambian de opinión... es muy difícil mandar una señal que le diga a la gente ’aquí hay ideas distintas’”.
De cara a los comicios del año que viene, la buena noticia para Morena es que los dos principales partidos de la oposición, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el conservador Partido Acción Nacional (PAN) se encuentran en peor forma.
Además, el tribunal electoral federal avaló este mes el registro de tres agrupaciones nuevas que, aunque pequeñas, son aliadas de la “Cuarta Transformación”, pero rechazó la creado por el expresidente Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala, escindida del PAN.
El PRI gobernó México ininterrumpidamente desde 1928 hasta el año 2000 y conserva la mayor cantidad de gobernaciones, 12, pero su breve regreso a la presidencia entre 2012 y 2018 estuvo tan marcado por los escándalos de corrupción que quedó debilitado y sin timón. Aun así, las elecciones locales del domingo en dos estados demostraron que sigue con cierta fuerza en algunos de sus feudos tradicionales, ya que los resultados preliminares en al menos en una de esas entidades, el norteño estado de Coahuila, le dan la victoria.
El PAN, pese a carecer de un líder claro, es la única oposición formal al oficialismo gracias al poder que mantiene en los estados, aunque ciertos grupos de extrema derecha han intentado actuar por su cuenta, alimentando la polarización del país con protestas y un fuerte mensaje de odio al presidente.
Morena parece estancado en el pasado. Por un lado, López Obrador ha demostrado ser un maestro en técnicas en las que antaño se especializó el PRI -liderazgo carismático, nacionalismo y programas de subsidios-. Por otro, los aspirantes a dirigir Morena se han enfrascado en acusaciones mutuas ante la incapacidad del partido de realizar una elección interna democrática, algo que el propio López Obrador ha criticado.
Los dos candidatos al liderazgo de la agrupación son Porfirio Muñoz Ledo, un político experimentado de 87 años que ha trabajado para todos los grandes partidos (lideró el PRI, fundó el PRD, tuvo cargos en gobiernos del PAN y luego se integró a Morena) y es crítico de López Obrador; y el líder del grupo parlamentario Mario Delgado, un político de 48 años visto como más obediente al presidente.
El INE ya hizo dos encuestas y esta semana terminará la tercera después de que en la segunda decretara un empate técnico que suscitó fuertes críticas del octogenario, que ya se consideraba vencedor.
“Estamos metidos en un embrollo absurdo y con el que no estamos de acuerdo”, se quejó la militante jubilada. “Morena está muy rota pero vamos a cerrar filas con quien gane”, afirmó Pedroche. A su juicio, lo importante es el proyecto de la “Cuarta Transformación” y por eso aseguró que la militancia no dará a nadie “un cheque en blanco”.
Según el politólogo Concha, una de las ventajas de Muñoz Ledo es que ofrece “una relación de respeto mutuo pero no de subordinación incondicional” a López Obrador mientras que Delgado es considerado un operador del canciller Marcelo Ebrard en su apuesta por llegar a la presidencia en 2024.
“Un gobernante no puede oír la voz de los serviles sino de los críticos”, dijo Muñoz Ledo en una reciente entrevista con The Associated Press. Él ha sido una de las pocas voces duras con ciertas decisiones del gobierno, como la política migratoria, que considera complaciente con Estados Unidos. También ha defendido la idea de pasar de un “presidencialismo caudillista a un presidencialismo parlamentario”.
Pero no está claro que Morena pueda llegar a ser algo más que un partido a la sombra de López Obrador.
“En Morena manda el líder carismático, sea quien sea el burócrata que tenga la presidencia del partido”, señaló Freidenberg. “Un partido sólo se institucionaliza cuando sobrevive al líder”, agregó.