Osaka remonta ante Azarenka, gana el US Open por 2da vez
NUEVA YORK (AP) — Tras errar en un tiro de derecha durante el primer set de la final del Abierto de Estados Unidos, Naomi Osaka miró a su entrenador, quien estaba en una de las pocas butacas ocupadas en el estadio Arthur Ashe.
La japonesa se encogió de hombros y levantó las palmas, como para preguntar: “¿Qué rayos está pasando?”.
El panorama empeoró segundos después. Otro tiro desviado frente a Victoria Azarenka provocó la furia de Osaka. Arrojó la raqueta, que dio unos cuantos giros antes de caer en la cancha.
Inusitadamente errática en el comienzo de la final del sábado, Osaka parecía al borde del colapso. De pronto, mejoró su desempeño, y Azarenka simplemente no recuperó jamás el control del duelo, si bien tampoco dejó de pelear.
Osaka remontó una desventaja de un set y un quiebre para imponerse por 1-6, 6-3, 6-3, con lo cual conquistó su segundo campeonato del US Open y su tercero de torneos del Grand Slam.
“Simplemente pensé que sería muy vergonzoso perder en menos de una hora”, dijo Osaka. “Sólo traté de jugar con todo y dejar de tener tan mala actitud”.
Terminó dejándose caer de espaldas a la cancha tras asegurar el triunfo, y permaneció tendida por varios segundos.
Había pasado un cuarto de siglo desde la última vez que la mujer que perdió el primer set de una final del US Open terminó ganando. Fue en 1994, cuando la española Arantxa Sánchez Vicario lo logró ante la alemana Steffi Graf.
El duelo fue de toma y daca. El desenlace no fue evidente ni siquiera cuando Osaka tomó una delantera de 4-1 en la tercera manga.
En el siguiente game, tuvo cuatro break points. Si convertía uno sólo tenía la oportunidad de sacar en 5-1 para finiquitar el partido.
Azarenka no se dio por vencida. La bielorrusa sobrevivió y logró un rompimiento que la aproximó a 4-3.
Pero Osaka recuperó el control y se cubrió el rostro cuando ganó el punto decisivo.
“En realidad, no quiero jugar contigo en más finales”, dijo una sonriente Osaka frente a Azarenka después del encuentro. “No lo disfruté”.
La joven de 22 años, nacida Japón y quien se mudó a Estados Unidos a temprana edad, tiene otro trofeo de las grandes citas, que hace juego con el del US Open de 2018 —cuando se coronó con un brillante desempeño en medio de una final caótica ante una disgustada Serena Williams— y el del Abierto de Australia de 2019.
Los más de 23.000 asientos en la arena principal de Flushing Meadows se quedaron vacíos en su mayoría. No se permitió el ingreso de público por la pandemia de coronavirus.
Al menos, unas decenas de personas que trabajaron en el certamen pudieron asistir, y el inmenso recinto no estuvo tan silencioso.
Tampoco es que hubiera ovaciones estruendosas. Tan sólo unos cuantos aplausos de cortesía.
Osaka ingresó en la cancha con una mascarilla negra, en la que estaba impreso el nombre de Tamir Rice, un chico negro de 12 años, muerto por la policía en Ohio en 2014. La joven asiática llegó a Nueva York con siete cubrebocas que llevaban los nombres de víctimas negras de la violencia.
Usó un barbijo distinto en cada partido, rindiendo honores a Breonna Taylor, Elijah McClain, Trayvon Martin, Ahmad Arbery, George Floyd y Philando Castile.
“El objetivo es que la gente comience a pensar en esto”, dijo Osaka durante la ceremonia de premiación del sábado.
El mes pasado, Osaka se negó a competir después de que la policía hirió gravemente a tiros al ciudadano negro Jacob Blake en Wisconsin. La tenista de padre haitiano dijo que se retiraría de su semifinal en el Western & Southern Open, aunque decidió jugar finalmente después de que el torneo paró durante un día como una muestra de solidaridad.
Wim Fissette, quien trabajaba antes con Azarenka, es ahora entrenador de Osaka. Ambos coinciden en que el activismo de la japonesa fuera de la cancha ha ayudado a que muestre mejor energía y mentalidad en los partidos.
Tal vez no es entonces una casualidad que este triunfo sobre Azarenka haya dejado a Osaka en una foja de 11-0 desde que el tenis se reanudó tras la larga inactividad por la crisis mundial de salud.
Azarenka, de 31 años, buscaba también un tercer título de Grand Slam. Sin embargo, no se corona en majors desde hace siete años y medio. Perdió ante Williams la final del US Open en 2012 y 13.
“Pensé que la tercera sería la vencida”, dijo Azarenka entre lágrimas. “Pero supongo que tendré que intentarlo de nuevo”.